Por Andreu Missé
El diario.es, 03/02/2015.
Siete años después de que
estallara la debacle financiera que ha ocasionado la Gran Recesión económica
con una masiva destrucción de empleo, la crisis continúa agravando las
condiciones de vida de una parte creciente de los españoles. Los bancos
causantes del desastre permanecen tocados o zombis, como se dice ahora. Aunque
han vuelto a los beneficios, siguen recortando el crédito y creando
dificultades a las empresas. A pesar de que se ha iniciado una lenta
recuperación de empleo de baja calidad, siguen aumentando sin cesar la
desigualdad y la pobreza, que ya alcanza al 28,2% de la población en España.
Las explicaciones oficiales en
Europa sobre las causas de la crisis que apuntan a un exceso del gasto público
han resultado tan falaces como ineficaces han sido las recetas basadas en la
austeridad. La larga duración de los daños de la crisis exige nuevas
alternativas, sobre todo para resolver la situación de más de 5,4 millones de
desempleados.
Para una mejor comprensión de lo
ocurrido hemos elaborado este Extra para explicar de una manera más sencilla,
entendible y documentada las raíces de la crisis económica y sobre todo sus
tremendas consecuencias sociales. Las explicaciones se apoyan en gráficas que
permiten visualizar mejor las causas, los responsables y los efectos de las
sucesivas crisis financiera y económica.
Sin duda, la crisis ha tenido
muchos orígenes. Como señalaba la revista The Economist, “han
sido los mismos financieros, especialmente la irracional exuberancia del modelo
anglosajón, que proclamaba haber encontrado la fórmula de minimizar el riesgo
cuando de hecho simplemente le habían perdido la pista”. En la lista de
culpables habría que añadir “los banqueros centrales y otros reguladores por
haber tolerado esta locura”, añadía la revista británica. También menciona que
los años de la Gran Moderación, de bajo inflación y crecimiento estable que
alimentaron la complacencia en la toma de riesgos. Igualmente influyó la
superabundancia de ahorro en Asia, que empujó a la baja los tipos de interés.
Algunos investigadores implican a los bancos europeos, que pidieron prestado
avariciosamente en los mercados monetarios de Estados Unidos y utilizaron este
dinero para comprar títulos dudosos. Todos estos factores alimentaron un
aumento de la deuda en lo que parecía un mundo con menos riesgos.
LA INESTABILIDAD BANCARIA
Para una exposición más
didáctica, la secuencia de acontecimientos que han marcado la crisis se ha
organizado en siete capítulos. El primero empieza con la crisis financiera,
cuyos síntomas iniciales aparecen en 2007 en Estados Unidos con los impagos de
las subprime (hipotecas de alto riesgo). Estos quebrantos
provocaron una seria inestabilidad en algunos bancos que contagió pronto a las
entidades europeas que también habían invertido en este tipo de productos o
habían realizado operaciones similares. El segundo bloque explica que la crisis
bancaria causó un hundimiento de la economía y el cierre de empresas por falta
de crédito. En un tercer capítulo se describe como en España el exceso de
endeudamiento privado se ha ido aliviando por su conversión en deuda pública.
En el cuarto bloque vemos los estragos originados por la doctrina de la
austeridad, que anteponía la reducción del déficit al crecimiento y al empleo.
En el apartado siguiente se presta especial atención al desbocado aumento del
desempleo, que en España alcanzó los 6,2 millones de personas a principios de
2013. En el capítulo sexto se describen las secuelas más graves de la crisis,
especialmente la pobreza y la desigualdad que los gobiernos estatal y autónomos
han sido incapaces de afrontar. Finalmente, se esbozan los principales retos de
una sociedad con más de una cuarta parte de su población sin empleo, con una
deuda pública equivalente al 100% del producto interior bruto (PIB), en una
Europa sin capacidad de reacción.
Entre las múltiples raíces que
han generado la crisis, cada vez existe un mayor consenso en que la causa
principal de la hecatombe ha sido el desproporcionado peso que han adquirido
las entidades financieras sobre la actividad económica. Un conocedor directo de
la crisis, el economista Philippe Legrain, ex asesor de la Comisión Europea,
sostiene: “La primera causa de la crisis fueron los temerarios préstamos de los
bancos franceses y alemanes a los propietarios de viviendas españoles e
irlandeses, a los consumidores portugueses y al Gobierno griego”. Pero todo
ello se agravó, a su juicio, por “la insistencia del Gobierno de Angela Merkel
y sus siervos en Bruselas, que han privilegiado sistemáticamente los intereses
de los bancos alemanes y franceses sobre los de los ciudadanos de la zona euro
haciendo que los contribuyentes griegos, irlandeses, portugueses y españoles
pagasen por aquellos errores bancarios”.
CONTROL DE NUESTRAS VIDAS
El desorbitado poder de la banca,
que condiciona la marcha de la economía, ya había sido puesto de manifiesto con
toda su crudeza por François Hollande, en su seminal discurso del 22 de enero
de 2012, antes de llegar al poder. Sus palabras en Le Bourget causaron entonces
un gran impacto. “No tiene nombre”, decía Hollande, “ni rostro, ni partido, ni
presentará jamás su candidatura a unas elecciones, no será elegido y, sin
embargo, gobierna. Este adversario es el mundo de las finanzas. Bajo nuestros
ojos, en veinte años, el mundo de las finanzas ha tomado el control de la
economía, de la sociedad y de nuestras propias vidas. A partir de ahora, es
posible en una fracción de segundo desplazar sumas de dinero vertiginosas y
amenazar a los Estados”. Lamentablemente, la crítica al poder financiero de
este discurso se desvaneció rápidamente tras su llegada a la presidencia de la
República poco después.
Analizando las causas de la
crisis, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, ha señalado que el
desastre se ha producido por “un sistema financiero que está más obsesionado en
especular que en cumplir su papel social de intermediación entre los que tienen
exceso de fondos y quienes necesitan más dinero”. A juicio del profesor de la
Universidad de Columbia, algunos de los aspectos más antisociales de las
consecuencias de la crisis se han puesto al descubierto con “la manipulación
del mercado (como los escándalos del Libor y el Forex), las prácticas
anticompetitivas, depredadoras y discriminatorias en los préstamos y la
conducta fraudulenta”.
Las desgracias generadas por las
crisis económicas y financieras se vieron agravadas después por la implantación
de severas políticas de austeridad en 2011, promovidas por los organismos
internacionales. El premio Nobel de Economía Paul Krugman menciona como origen
del cambio que sustituyó las políticas del estímulo fiscal por las de la
austeridad, las recomendaciones de la Organización para la Cooperación y
Desarrollo (OCDE), que abogaron por un rápido recorte del déficit público en
Estados Unidos.
Martin Wolf, editorialista jefe
de The Financial Times, sitúa el cambio que consagró el giro
hacia la austeridad en la reunión del G-20 de Toronto (Canadá), en junio de
2010. A partir de entonces se introdujo en las declaraciones oficiales el
latiguillo que enfatizaba “la importancia de la sostenibilidad de las finanzas
públicas”. El nuevo mandamiento suponía en la práctica anteponer el control del
déficit y la deuda a la creación de empleo y el crecimiento. Wolf opina que la
“austeridad abortó la recuperación”.
La doctrina de la austeridad hizo
verdaderos estragos en Europa, donde se siguió con más furor. El Banco Central
Europeo (BCE) subió los tipos de interés en 2011, y la Comisión Europea exigió
un rápido recorte del déficit a países que estaban en plena recesión.
El resultado ha sido un auténtico
fracaso, como reconoció el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) al
señalar que existe una relación negativa entre austeridad y crecimiento. Es
decir, a más austeridad, menos crecimiento y, en consecuencia, menos empleo.
Las diferencias entre Estados Unidos, que hizo caso omiso de las políticas de
austeridad, y Europa, que las siguió dogmáticamente a rajatabla, son
elocuentes: Entre 2009 y 2014, la tasa de desempleo en Estados Unidos ha
descendido del 9,3% al 5,8%. En el mismo período, en la zona euro ha aumentado
desde el 9,6% hasta el 11,5%. En España, la austeridad ha sido catastrófica al
llevar la tasa de paro hasta el 27%.
La austeridad, además de hundir
la economía de la zona euro y comportar múltiples sacrificios, ha sido contraproducente
para el objetivo que perseguía: la sostenibilidad de las finanzas públicas. El
economista belga Paul de Grauwe, actualmente profesor en la London School of
Economics (LSE), ha demostrado que existe “una fuerte correlación positiva”
entre las medidas de austeridad y la ratio de deuda en
relación con el producto interior bruto (PIB). Cuanto más intensa es la
austeridad, más elevada es la deuda en relación con el PIB. El caso de Grecia y
España son paradigmáticos. Antes de la crisis, la deuda de España y Grecia se
situaba en el 36% y el 94% del PIB; actualmente, es del 94% y 175%,
respectivamente.
Una evaluación global de los
estragos de la austeridad de la que algún día deberán rendir cuentas los
dirigentes europeos, la proporciona el economista estadounidense Joseph
Stiglitz. En su opinión, “tal como predijeron hace tiempo los economistas,
incluyéndome a mí mismo, la austeridad sólo ha conseguido paralizar el
crecimiento de Europa con decepcionantes mejoras en las finanzas públicas en
todos los casos. Y lo que es peor, la austeridad ha contribuido al aumento de
las desigualdades, que harán que esta situación de fragilidad económica perdure
exacerbando innecesariamente el sufrimiento de las personas en situación de
desempleo y pobreza durante muchos años”.
La crisis está siendo
extraordinariamente larga y profunda en España, sobre todo por la destrucción
de empleo. Las cifras del mercado de trabajo de Estados Unidos, Alemania y
España no dejan lugar a dudas sobre la gravedad de la situación de nuestro país.
Estados Unidos, con 318 millones de habitantes, tiene 140 millones de
trabajadores y 9,2 millones de desempleados. Alemania tiene 82 millones de
habitantes, 42 millones de trabajadores ocupados y 2,8 millones de parados, y
España, con 46,5 millones de habitantes, tiene 17,5 millones de ocupados y 5,4
millones de parados.
EL BCE HA GANADO
COMPETENCIAS
La crisis ha servido para
potenciar las competencias del Banco Central Europeo (BCE), que ha sido
decisivo para estabilizar el mercado de deuda y la salvación de la banca
europea, aunque ha sido con retraso injustificable. Pero ha sido un desastre
para la creación de empleo, especialmente en España, donde la economía se vio
desestabilizada por los excesos del sistema financiero que desequilibraron las
cuentas públicas.
Lamentablemente, Europa no ha
aprovechado la crisis para profundizar en la unión económica y política. El
balance ha sido todo lo contrario. La crisis ha dividido la Unión entre países
acreedores y países deudores alejando las posibilidades de recuperación de
estos últimos, cuya economía está cada vez más condicionada a los intereses de
los primeros.
[Este artículo es la presentación
escrita por Andreu Missé en el segundo extra de la revista Alternativas
Económicas ' 83 gráficos
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Disponible en:
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