Editorial de El País,
16/02/2015.
Las cuentas internas de
Comisiones Obreras, según las cuales la federación de banca repartió 3,7
millones de sobresueldos entre sus delegados desde 2008 a 2014 y en las que
aparecen cuantiosas partidas de gastos en viajes y restaurantes de lujo (más de
14 millones), exigen una inmediata explicación pública por parte del sindicato.
Hace falta, además, la lógica apertura de una investigación interna que aclare
no solo las razones de los sobresueldos y de los gastos suntuarios sino también
las relaciones entre la federación de banca (Comfia) y las entidades
financieras en las cuales desarrollaba su función sindical.
Para un ciudadano medianamente
informado es difícil evitar la percepción, a la vista de lo publicado este
domingo y este lunes por EL PAÍS, de que puede existir una connivencia poco
clara entre el sindicato y los grupos bancarios, va más allá de las relaciones
profesionales y sindicales habituales; además de un sistema irregular de
retribución de los delegados y un uso abusivo de los recursos sindicales
(perciben, no se olvide, dinero público para su funcionamiento), que recuerda,
salvando las distancias, a los dispendios desvergonzados de las tarjetas negras
de Caja Madrid.
Hasta el momento, la respuesta
oficial del sindicato oscila entre lo inexistente y lo insuficiente. No es
aceptable justificar sobresueldos superiores a los 20.000 euros en nombre de
una genérica “actividad sindical”; la retribución de los representantes
sindicales no tiene por qué ser diferente de la de cualquier trabajador,
afiliado o no. La explicación de esas cuentas alarmantes es crucial para
determinar si lo que ha pasado en CC OO es que su federación de banca se
ha sumado a un proceso de financiación irregular (similar al detectado en
algunos partidos) y que cuestiona el ejercicio de las responsabilidades
democráticas, o si se trata de un error coyuntural que puede ser corregido con
una decisión drástica de la dirección del sindicato.
En cualquier caso, las opciones
están claras: o la dirección del sindicato recurre a maniobras dilatorias
—minusvalorar o disculpar los hechos conocidos—, o toma el camino de una
explicación contundente, autocrítica y radical que depure las responsabilidades
correspondientes (si ha lugar) y modifica las estructuras organizativas y de
control interno.
Las lecciones de la madeja de los
ERE en Andalucía y de los casos de recursos obtenidos de forma dudosa a través
de cursos de formación deberían dar una pista a CC OO de que la
financiación sindical está bajo atento escrutinio de los ciudadanos y de los
tribunales; pero lo que tendría que preocupar más a Comisiones es la pérdida de
credibilidad de los aparatos sindicales. El razonamiento que atribuye la
corrupción y el abuso a “personas” o “grupos” que manchan el intachable
comportamiento de las organizaciones solo es aplicable cuando las instituciones
afectadas clarean sus cuentas, explican sus errores y demuestran que quieren
corregirlos. CC OO tiene, todavía, esa oportunidad.
(Nota de Carlos J. Bugallo: Como
afiliado a CC.OO. espero que el sindicato depure todas las responsabilidades por
este vergonzoso asunto, caiga quien caiga. De paso, el periódico El País
debería aplicarse el cuento y preguntarse si ofrece una información imparcial,
objetiva y veraz sobre la banca cuando de hecho depende de su financiación para
subsistir).
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