Por Claudi
Pérez y Amanda Mars
El País,
21/04/2016.
Los tipos de interés negativos (que consisten en
pagar por prestar dinero, poco más o menos) son una extravagancia económica
digna de la Gran Crisis. Suponen una bendición para un país sobreendeudado como
España, y en general para un Atlántico Norte que trata de sacar la cabeza en
medio de un mar de deuda. Pero son también un dolor de muelas para el sector
financiero: el FMI cree que las entidades alemanas, españolas y portuguesas son
las más vulnerables a tipos negativos, que están aquí para quedarse, a juzgar
por las señales del BCE.
No se esperan grandes novedades en la reunión del
BCE, con Mario Draghi defendiendo, como suele, la batería de medidas
extraordinarias recientes en la comparecencia de hoy. Solo una cosa es segura:
las habituales preguntas de la prensa alemana, incluso de la menos
conservadora, acerca de los efectos negativos de la política de tipos de
interés. Draghi y los suyos cierran filas. Consideran que ese activismo
monetario es imprescindible para auxiliar a una economía languideciente,
empachada de deuda, con una inflación inexistente y grises expectativas a
juzgar por la desaceleración que viene. El FMI defendió también la semana
pasada, en su cumbre de primavera, los tipos negativos. Pero el Fondo apunta
que ese escenario pone al descubierto zonas de vulnerabilidad: el Informe de
Estabilidad Financiera señala que los mayores riesgos asociados a las tasas
negativas afectan a la banca alemana, española, portuguesa e italiana.
La industria financiera alemana, tradicionalmente
muy potente por la enorme masa de ahorro en una economía que acumula superávits
comerciales gigantescos, es quizá la más señalada. Tanto las aseguradoras como
el sector bancario llevan meses alertando del estrés que supone la política de
tipos en un país con un modelo financiero chapado a la antigua, en el que son
habituales los depósitos a tipos fijos, desvinculados de los vaivenes del
precio oficial del dinero. España, Portugal e Italia sufren por otras razones:
en el caso español, por el volumen de hipotecas referenciadas al Euribor, que
han mellado la rentabilidad de las entidades.
“Los tipos bajos, a la larga, podría poner presión
sobre la industria financiera de la zona euro. Los bancos con hipotecas
referenciadas pueden tener problemas”, apunta el informe del Fondo. Los
márgenes, señala ese estudio, sufren de lo lindo por la caída de tipos en
Portugal, Alemania, Italia y España. Por este orden.
El FMI, a pesar de las advertencias, se ha afanado
en defender sin aristas la conveniencia de los tipos ultrabajos o negativos.
Ese mensaje fue repetido a lo largo de las reuniones en Washington, frente a
otras versiones, como la de Larry Fink —presidente de Blackrock—, que critica
el perjuicio para los ahorradores. “Los ciudadanos no son solo ahorradores, son
también consumidores y trabajadores. ¿Si no usáramos esa política habría menos
crecimiento, menos crédito y menos empleo? La respuesta es sí”, explicó la jefa
del Fondo, Christine Lagarde. El FMI añade que el uso de tipos negativos debe
tener limitaciones, porque en muchos asuntos supone adentrarse en terra
incognita. Si la utilización de ese instrumento no se acota en el tiempo,
particulares y empresas podrían empezar a recurrir mucho más al dinero en
efectivo; los bancos podrían hacer lo mismo, y eso provocaría nuevas tensiones.
La banca española comparte las tribulaciones de la
alemana por los tipos. El presidente de la patronal bancaria, José María
Roldán, abogó ayer incluso por una subida del precio del dinero. Roldán cree
que la situación actual perjudica a la banca, pero también frena la
recuperación económica: “La normalización de los tipos de interés será una
magnífica noticia para el sector bancario cuando se produzca, pero también para
la economía en general”, informa Íñigo de Barrón.
Pero la banca está prácticamente sola en esa
defensa de las subidas de tipos. Solo Alemania se ha atrevido a criticar a
Draghi —pese a la pretendida independencia del BCE que siempre defiende Berlín,
señala el think tank Eurointelligence—, mientras que la gran mayoría de los
analistas aplauden esas medidas por la raquítica recuperación combinada con la
nula inflación. “Esta política monetaria tiene efectos secundarios, pero es
necesaria en este momento”, afirma Nicolás Verón, investigador de Bruegel y el
Peterson Institute. Verón apunta que el sistema financiero alemán “va a sufrir
con tipos negativos y debería repensar su modelo de negocio, pero tiene
colchones para absorber ese shock y una economía detrás muy poderosa”. Las
vulnerabilidades de la banca española también están ahí, y las compras
recientes de bancos portugueses “puede ser el primer paso hacia un sistema
financiero peninsular con alguna dificultad”. “Pero España ha hecho sus
deberes, con una recapitalización fuerte y un cambio en la gobernanza
espectacular. La situación de los bancos no es ni mucho menos preocupante,
aunque todo dependerá de cómo se sigue digiriendo la crisis inmobiliaria y cómo
evoluciona la economía”, añade.
Las mayores dudas
están en Italia, con una morosidad elevada y varios años perdidos, en los que
la banca italiana ha hecho poco o nada, y con ese entorno de tipos negativos
que no le beneficia. “Si vienen problemas en la eurozona, el sistema financiero
italiano sufrirá: de ahí que las autoridades italianas y europeas estén dando
rápidos pasos en las últimas semanas”, cierra Verón.
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