Por Ann Pettifor
Contexto.es, 2/03/2017.
La reciente sentencia a Rodrigo Rato y a otros directivos
por malversación de fondos de Bankia no es más que un ejemplo de la corrupción
a gran escala del sistema financiero español, aunque también mundial. El sector
financiero privado ha conseguido secuestrar, y en efecto saquear, el bien
público que supone el sistema monetario y, posteriormente, ha conseguido
subordinar a los gobiernos y a los contribuyentes a los intereses del 1%. Los
financieros mundiales, que no rinden cuentas ante nadie, ya no actúan como
siervos de la economía real de España, por ejemplo. En vez de eso, se comportan
como los “amos del planeta”.
El Banco de España (en el Informe de Estabilidad Financiera
publicado en noviembre de 2016) revela que los bancos españoles expandieron su
actividad internacional (un crecimiento del 15,5%) al tiempo que recortaron su
actividad de financiación doméstica (-2,2%). Esto supone una extraña evolución:
los bancos españoles se crearon para financiar la economía española, pero en
vez de eso se dedican a prestar en el exterior (al Reino Unido, a EE.UU., a
Brasil, a México y a Turquía). Según el Banco de España, el crédito al sector
doméstico continuó su tendencia decreciente, un 4,7% más bajo, con respecto a
junio de 2015. Los depósitos minoristas aumentaron un 2,8%. Sorprendentemente,
los españoles están depositando más en los bancos españoles de lo que prestan
los bancos: al contrario de como debería ser.
La corrupción del sistema financiero es una tragedia,
teniendo en cuenta que la creación de los sistemas monetarios pretendía
proporcionar financiación a todos aquellos que estuvieran presentes en la
economía (a un ‘precio’ asequible, la tasa de interés). Como el agua potable y
los sistemas de saneamiento, o los sistemas de seguridad en las carreteras, un
sistema monetario es un enorme bien público. No obstante, se puede corromper y
usurpar para llenar los bolsillos de unos pocos. Ese ha sido el destino del
sistema bancario español, pero también de los sistemas bancarios de todo el
mundo.
¿Por qué ha sucedido esto? Muy pocos entienden bien el
sistema monetario. La mayoría de los economistas trata el dinero como si fuera
‘neutral’ o un simple ‘velo’ situado por encima de las transacciones
económicas. Utilizando las palabras de un destacado economista internacional,
que mantendrá su anonimato, el dinero o el crédito es un ‘asunto cuya
importancia es de tercer orden’.
Pero el dinero no es ‘neutral’, o un ‘velo’, como bien saben
los miles de inversores en Bankia que vieron cómo les robaban sus inversiones.
El dinero es un sistema de relaciones sociales basado en
promesas de pago, como explicó Joseph Schumpeter. Cuando usamos una tarjeta de
crédito para comprar algo, por lo general no hay dinero o ahorros en el banco.
Una vez que hacemos entrega de la tarjeta y el dependiente acepta nuestra
‘promesa’, la tarjeta vuelve a nuestro bolso. No es más que la representación
de una promesa de pago, no es dinero ni monedas, ni tampoco está basada en
ahorros en el banco. Aun así, este dinero, como por arte de magia, nos da poder
adquisitivo. Bien administrado, es un gran poder. El establecimiento de un
sistema de promesas, de derechos y obligaciones, activos y pasivos, créditos y
débitos, fue un magnífico avance civilizador. Genera poder adquisitivo y nos
permite hacer lo que sabemos hacer (dentro de nuestros límites éticos, físicos
y ecológicos).
Sin embargo, un sistema de dinero público tiene que estar
gestionado por una autoridad pública, como por ejemplo el banco central, el
sistema regulatorio de contabilidad y el sistema jurídico y penal. De no ser
así, lo gestionarán los intereses privados. Estos se dedicarán a saquear el
sistema de ‘promesas’ monetarias acumuladas en forma de ‘ahorros’ y extraerán
‘rentas’ sin piedad, mediante usura o pagos de deuda por parte de aquellos que
dispongan de activos.
En muchos lugares del mundo, los intereses privados han
secuestrado el sistema monetario y han robado sus valiosos activos a los
ahorradores e inversores. Los gobiernos no han sido capaces de actuar contra la
corrupción y se ha demostrado la connivencia de políticos y banqueros. El
resultado es la desilusión con los gobiernos democráticos y el ascenso de
fuerzas populistas y antidemocráticas.
Ya es hora de restaurar una autoridad democrática y
regulatoria que controle las finanzas mundiales, que levante el velo de
secretismo que rodea el sector. He escrito La producción del dinero usando un
lenguaje de sentido común que guíe a los ciudadanos a través del sistema
monetario, y que explique la necesidad de contar con una supervisión
democrática. Un mayor entendimiento dará poder a la sociedad para que actúe. La
ignorancia no puede enfrentarse al corrupto sistema financiero porque la
ignorancia solo conduce a la desesperación. Ya restauramos la democracia
reguladora en una ocasión. Podemos hacerlo de nuevo.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario