Por Diego Herranz
Público.es,
11/03/2017.
Los datos los aporta Boston Consulting Group (BCG) en un
reciente estudio titulado Staying the Course in Banking. Global Risk 2017, un
diagnóstico de la industria financiera que esta consultora realiza por séptimo
año consecutivo. A partir de información contable recabada a más de 300 bancos
minoristas, comerciales y de inversión de todo el mundo, que superan, en
conjunto, el 80% de los activos bancarios del planeta, afirman en BCG. Y son
demoledores. Porque el total de multas impuestas por los organismos reguladores
de los cinco continentes al sector superan los 321.000 millones de dólares
(304.100 millones de euros) desde el inicio de la crisis, allá por 2008.
En esencia, por infracciones regulatorias, desde las que afectan
al lavado de dinero negro, a manipulaciones del mercado o a la financiación a
organizaciones terroristas.
La cuantía acumulada, más que notable, induce a pensar que
los castigos por irregularidades en la gestión bancaria internacional se
concentraron en los ejercicios inmediatamente posteriores a la quiebra de
Lehman Brothers.
Cuando desde EEUU, Europa y Japón -por este orden- se inició
una maniobra legislativa de endurecimiento de las reglas de juego para dotar a
la banca de unos niveles de solvencia adecuados para evitar futuros rescates
públicos y extirpar los activos tóxicos -inmobiliarios o de productos
sofisticados como derivados, estructurados o swaps, según las latitudes y
características de los negocios de cada sistema financiero-, que desencadenaron
el tsunami de 2008. Pero no. Las sanciones registraron el récord pecuniario en
2014, superando la cota de su ejercicio precedente (ver cuadro adjunto).
Además, no parece que la fórmula del castigo vaya a tener un
efecto disuasorio. En 2016, los bancos tuvieron que sufragar 42.000 millones en
penas a sus reguladores, un 68% más que en 2015. Por si fuera poco, los
cálculos de Gerold Grasshoff y su equipo -autores del informe de BCG-, auguran
que esta cifra podría quedarse corta este ejercicio; en especial, en Europa y
Asia, donde la labor supervisora -dicen-, traerán consigo cuantías
sancionadoras de mayor dimensión, frente a la remisión de los correctivos en
EEUU y el resto de las economías anglosajonas.
Grasshoff pronostica que la regulación seguirá siendo
restrictiva para la industria financiera. A pesar de la intención declarada del
presidente estadounidense, Donald Trump, de desmantelar la Dodd-Frank Act y las
Volcker’s Rules, arquetipos de la vigilancia de las entidades financieras desde
2010, en el país.
Al fin y al cabo -precisa- el número de cambios normativos
que afectan al quehacer diario de la banca -requerimientos regulatorios
exigidos por estas transformaciones legales a la gestión de los bancos- se ha
triplicado desde 2011.
Hasta totalizar una media de 200 revisiones al día. Lejos de
las 60 exigencias de 2001 o las 75 de 2012. Sólo en 2015, aumentaron en un 25%,
enfatiza el informe.
Las mayores multas se han dirigido a HSBC, JP Morgan y
Crèdit Agricole y a Royal Bank of Scotland. Barclays, Deutsche Bank y Sociètè
Gènerale por manipulación de tipos de interés interbancario
“La regulación debe ser considerada [por parte de la banca]
como un permanente aumento del nivel del mar, no sólo como una fuerte marea,
como una fase de bajamar, o como el receso del tsunami”, escriben los autores
antes de concluir que “la era de los incrementos de exigencias regulatorias
persiste”.
Incluso con los deseos de Trump de recortar el número y la
rigurosidad de los actuales requerimientos. “Capear con la regulación, en
consecuencia, seguirá siendo una prioridad” para el sector, que “continuará
viendo aumentos de costes para ahondar en procesos más efectivos y eficientes”.
Sobre todo, en el terreno de la inversión en innovación
tecnológica, en aplicaciones destinadas, asegura Grasshoff, “a optimizar” la
rentabilidad, los beneficios y los recursos dirigidos a cumplir con las
obligaciones de los organismos de supervisión.
Pero, ¿qué entidades se han llevado las mayores multas? El
informe de BCG no los revela. Si bien se conocen varias de ellas. Muchas de las
cuales tienen la consideración de bancos sistémicos, aquellos que, por su
tamaño, pueden desencadenar crisis financieras de dimensión global.
La acción represora
de la Casa Blanca
En EEUU, por ejemplo, el Departamento de Justicia admite
haber recaudado 60.000 millones de dólares, hasta finales de 2016, por los
activos tóxicos y de alto riesgo vinculados a las hipotecas subprime, uno de
los detonantes de la crisis, y cuyos beneficiarios o clientes no fueron
avisados de los peligros contra su patrimonio que encerraban estos productos
financieros.
Entre otras, y por orden cronológico, 13.000 millones de
dólares para JP Morgan (2013); 7.000 millones a Citigroup (2014); 16.700, a
Bank of America (2014); 5.100, a Goldman Sachs; 3.200, a Morgan Stanley y, en
diciembre pasado, 7.200 a Deutsche Bank y otros 5.300, a Credit Suisse.
Y eso que el Departamento de Justicia americano reclamó
inicialmente 14.000 millones al banco alemán y 12.000 a Citigroup. Pactos
posteriores a esa petición de pena, redujeron finalmente la multa.
En total, los grandes bancos norteamericanos han pagado
110.000 millones de dólares, sólo por su responsabilidad civil en las subprime.
Una cifra que, desde la óptica bancaria, se queda corta. Porque no tiene en
cuenta los gastos a asesores legales de sus inversores y que ascenderían a
otros 10.000 millones de dólares.
Aunque también hay sanciones específicas elocuentes, como
los 185 millones a Wells Fargo por asuntos como la apertura de cuentas
bancarias fraudulentas.
La mano sancionadora
europea
En Europa, en cambio, las multas de mayor visibilidad de los
cinco años de investigación al sector por parte de las autoridades comunitarias
fueron a parar al HSBC, JP Morgan y Crèdit Agricole.
Su reclamación conjunta: 485 millones de euros. Por la
manipulación de los tipos de referencia (Euribor y su versión británica, el Libor)
en créditos y préstamos hipotecarios: JP Morgan (337 millones); Crèdit Agricole
(114) y HSBC (33 millones). Además de otros cuatro grandes bancos (Royal Bank
of Scotland. Barclays, Deutsche Bank y Sociètè Gènerale), que acordaron el pago
de 820 millones de euros en 2013.
También por colusiones en los tipos de interés. Todos estos
correctivos surgieron desde la Comisaría de Competencia que, en la actualidad,
dirige la activa danesa Margrethe Vestager -impulsora de las multas a gigantes
tecnológicos como Google por evasión de impuestos-, que incide en la idea de
que “un sector bancario saludable y competitivo es esencial para la inversión y
el crecimiento económico”, para inmediatamente después matizar que, por ello,
“han de respetar las reglas de la competencia de la UE, igual que cualquier
otra compañía que opera en el mercado interior”.
Vestager ha llegado a desvelar chats con un lenguaje directo
y dentro de una comunidad selecta entre directivos de varios de estos bancos
donde se jactaban de la manipulación del Euríbor y el Líbor con tono despectivo
hacia los clientes.
Sin embargo, desde la nueva y rutilante Autoridad Bancaria
Europea (ABE), nacida como germen fiscalizador supranacional del sector,
todavía no se han aventurado a desvelar sus trabajos de vigilancia y control.
Las multas en la City
londinense
Wall Street no ha sido el único gran foco sancionador. Las
instituciones fiscalizadoras del sector financiero británico, el gran centro
financiero del otro lado del Atlántico, también ha ejercido la labor
supervisora con profusión.
Según datos de la CCP Research Foundation, el total de
multas que ha tenido que acarrear la City alcanzó en el ejercicio 2015, último
contabilizado, 66.500 millones de libras, frente a los 54.600 millones del año
precedente. Lloyds Banking Group, Royal Bank of Scotland y Barclays, además,
tuvieron que aportar 11.300 millones de gastos adicionales por costas a
abogados de sus clientes.
Las causas más habituales: la modificación de precios
productivos, de los tipos de referencia interbancaria y cambios irregulares en
la dotación de los créditos hipotecarios. Pero la Financial Conduct Authority
(FCA) también ha actuado, por estos y otros motivos, como la mala praxis en
asesoramiento a clientes, blanqueo o evasiones fiscales, a firmas, aseguradoras
y fondos de inversión de menor tamaño, y a gestores individuales. Por un valor
conjunto de más de 22,2 millones de libras en 2016.
‘Demasiado grandes
para caer’
El volumen de sanciones y multas a los bancos es
significativo. Sus 321.000 millones de dólares equivalen al PIB de países como
Venezuela o Israel, por ejemplo. Pero parece un grano de arena en el desierto
si se compara con el negocio bancario.
Sólo en EEUU operan más de 6.000 bancos y los seis mayores
manejan 10 billones en activos, casi el PIB de China, la segunda economía del
planeta, y dos veces el total de activos de los 30 bancos que les siguen en
valor de mercado.
Los seis bancos de mayor tamaño de EEUU y Europa han
aumentados sus activos más de cinco veces desde 1997. Otro ejemplo de demasiado
dinero en muy pocas manos. Y todos ellos, susceptibles de ser rescatados de
nuevo. Porque tienen colgado el cartel de “demasiado grandes para caer”, el
apelativo que los gobernantes e instituciones multilaterales han utilizado a lo
largo de estos años de crisis para justificar los salvavidas a la banca.
Sin el menor atisbo de crítica a las grandes fusiones en la
industria de los últimos decenios. No es casualidad, pues, que Wall Street vea
con buenos ojos las intenciones de la Administración Trump. Ya en diciembre,
antes de que el presidente estadounidense tomara posesión del cargo, la gran
banca trasladó a la Reserva Federal una reveladora petición: el permiso para
elevar hasta los 70.000 millones de dólares sus deudas a largo plazo
susceptibles de conversión a acciones, para evitar así futuros rescates,
argumentan.
Mientras, en Europa, el Deutsche Bank, el mayor de los
riesgos sistémicos actuales -reconoce el FMI-, mantiene el peligro de contagio
al resto del modelo financiero alemán y de la zona del euro. Con permiso del
italiano Banca Monte dei Paschi di Siena, que ya ha provocado el acopio, desde
el Gobierno del país, de 20.000 millones de euros, por si acaso no sale airoso
de sus retiradas ampliaciones de capital.
Crecimiento de
beneficios
Esta maniobra de relajación de las normas financieras no
responde a una pérdida de negocio. A pesar de que la persistencia de los tipos
de interés próximos a cero (negativos, en Europa), reste facturación en las
cuentas de resultados de las entidades bancarias.
El estudio de BCG asegura que los beneficios económicos
(Economic Profitability o EP) generados por la banca a nivel global alcanzó, en
2015, los 159.000 millones de dólares, 18 puntos básicos más que en el
ejercicio anterior, y el dato más brillante para la industria desde 2009.
Aunque en este balance, la salud difiere, según las
latitudes. Los bancos europeos aún están en estado de contracción, con bajos
márgenes y serias dificultades financieras para presentar beneficios. Porque no
han sido capaces de reducir sus gastos y sus costes operativos se han
incrementado por encima de las cotas que registraron tras la crisis.
Por contra, las cuentas de los bancos norteamericanos (EEUU
y Canadá) mejoran en términos de ingresos y de negocio comercial. Con
perspectivas estables o positivas en Asia, Sudamérica y Oriente Medio y África.
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