domingo, 7 de febrero de 2016

Desplome bancario



Por Daniel Manzano e Itziar Sola
El País, 07702/2016

En el artículo Atrapados en Europa que publicamos en esta misma sección a finales de diciembre, nos preguntábamos por la capacidad de supervivencia de muchas entidades financieras que van a estar obligadas a “seguir funcionando en un escenario de tipos cero durante algunos años más, y a cumplir, al tiempo, con unos niveles de solvencia y exigencias regulatorias a los que, desde luego, no estaban acostumbradas”. Poco más de un mes después, el conjunto de la banca europea cotizada ha perdido prácticamente una cuarta parte de su valor.

Los peores presagios sobre el aumento de la incertidumbre acerca de la naturaleza del aterrizaje de la economía china, junto con la extrema volatilidad y descenso continuado de los precios del crudo, se han plasmado en un desplome bursátil no conocido en un arranque de año. Caídas generalizadas de cotizaciones que sólo pueden entenderse cuando se superpone el tradicional efecto manada que suele trufar este tipo de acontecimientos. Sea como fuere, la amenaza de deterioro de las propias expectativas económicas que ha generado este fenómeno es tan seria, que ha propiciado: a) declaraciones de contención en sus próximos movimientos por parte de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra; b) el anuncio del BCE de una nueva vuelta de tuerca en marzo en su política expansiva, e incluso; c) la efectiva reducción del tipo de referencia del Banco de Japón hace sólo unos días.

La combinación de ese debilitamiento de las expectativas económicas con la prolongación en el tiempo de un escenario de tipos cero, no ha hecho sino exacerbar las presiones a las que ya de por sí se enfrenta el sector bancario europeo, cuando apenas si empezaba a transitar tras un duro proceso de ajuste y recapitalización. En general, y sin lugar a dudas en el caso español, sólo las menores dotaciones que ha debido realizar el sector este pasado año, tras la limpieza de balances realizada durante la crisis, junto con la mejora de las condiciones económicas, han permitido en 2015 mitigar parcialmente unos magros márgenes de explotación. Aunque mucho más saneada y solvente, la banca de la eurozona sigue definiendo una rentabilidad que se encuentra todavía lejos de los dos dígitos y, como el BCE ha explicitado, de su propio coste de capital.

Las dudas emergentes sobre la banca italiana (de tamaño similar a la española), que a estas alturas se plantea abordar una limpieza de balances aún pendiente, añaden un ingrediente adicional a este cóctel preocupante. En este caso, las pérdidas medias de cotización de sus bancos se acercan ya al 40% del valor que tenían hace pocas semanas. Alguno sobrepasando incluso el 50%. Con todo, las cesiones están siendo intensas y generalizadas también en los casos de los bancos alemanes, franceses o españoles.

A mayor abundamiento, algún indicador relevante como la relación entre la cotización de sus acciones y los correspondientes valores en libros (el conocido price-to-book ratio), de nuevo muy por debajo de la paridad y cercanos ya a los mínimos alcanzados durante la crisis, son expresivos de una extrema desconfianza. Conviene seguir pendientes.

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