Por Xavier
Vidal-Folch
El País, 12/02/2016.
No siempre la maldad genera beneficios. Al contrario, a
veces la corrupción engendra maleficios.
El primer banco alemán, el Deutsche-Bank, arrojó en 2015
pérdidas por 6.700 millones de euros. Se hundió en Bolsa a finales de enero, se
recuperó una pizca.
Pero eso es el corto plazo. La clave es que desde la crisis
financiera de 2008 solo se desploma. Entonces, la acción cotizaba a 100 euros;
ahora oscila en torno a los 17, una quinta parte corta.
Claro que eso resulta de los saneamientos de morosos e
incobrables, los costes de reestructuración (canceló 35.000 empleos y abandonó
10 países en 2015), el pago de multas por conductas ilegales (e inmorales) en
EE UU, en Reino Unido, en Bruselas, pronto hasta en Rusia (mantiene ¡6.000!
pleitos).
La clave del desplome es su joya de la corona, la banca de
inversión: la especulativa de estilo anglosajón, mucho más que descontar
letras, mantener participaciones y aguantar clientes humildes y pesados al
estilo renano. Eso se le hundió con Lehman. Antes de la crisis generaba el 70%
de los beneficios del grupo; ahora produce pérdidas. Y no encuentra recambio
fácil.
Sin retrotraernos al antisemitismo de los años treinta
(podríamos), el último septenio del primer banco alemán es un despropósito
continuado: ríanse de los problemas españoles, italianos o griegos.
La Deutsche trapicheó con las cuentas falsas de Enron y
World.com en 2001-2002. Maquilló sus datos en las ingentes hipotecas subprime
americanas. Multiplicó sin tasa los bonus de sus jefazos. Fue multada con 2.252
millones de euros por trampear con el líbor en el mercado de Londres: empujaban
el tipo de interés al alza cuando antes de la crisis había demanda y podían
conseguir tipos más remuneradores para sus préstamos; y a la baja cuando les
convenía lo contrario, endeudarse a bajos tipos.
Más. Su copresidente Fitscher fue procesado por blanqueo y
evasión fiscal al eludir el IVA en los certificados de emisiones de CO2. Apostó
a la baja y al descubierto (desafiando a su Gobierno) contra empresas
españolas. Y espió a periodistas y directivos.
Deutsche es solo la punta del iceberg del añorado
capitalismo humanista reconvertido a capitalismo desalmado, de amiguetes, de
casino y de trileros. Un banco aún grande. Pero fétido.
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