Por Óscar Tomasi
Expansión,
27/02/2016.
Lisboa, 27 feb (EFECOM).- Portugal debate estos días qué
hacer con su banca nacional ante el riesgo de que el movimiento de
consolidación que vive el sector en toda Europa deje sus entidades financieras
en manos extranjeras.
Especialmente significativo es el peso español en los bancos
lusos, con el Santander como propietario de un Totta que acaba de comprar el
Banif, el Caixabank como mayor accionista del Banco Portugués de Inversiones
(BPI), y el Sabadell en el accionariado del Banco Comercial Portugués (BCP).
La banca portuguesa atraviesa por un momento delicado a
pesar de que el país ya dejó atrás la recesión y prevé encadenar este año su
tercer año consecutivo de crecimiento.
La palabra "preocupación" es utilizada en privado
incluso por miembros del Gobierno socialista, que siguen de cerca la evolución
de los acontecimientos y prevén actuar para evitar nuevos riesgos que afecten
al rumbo económico del país.
Sólo en los últimos dos años, tanto el Banco Espírito Santo
(BES, en aquel momento la segunda mayor entidad del país por volumen de
activos) como el Banco Internacional de Funchal (Banif, el octavo en esa misma
clasificación) fueron intervenidos por el regulador luso.
De los 12.000 millones de euros reservados al sector
financiero en el programa de rescate suscrito por Portugal (2011-2014), sólo se
utilizó la mitad y continúan todavía las dudas sobre el futuro de algunas
entidades.
"Cómo no van a estar preocupados en el Gobierno",
asume un directivo de un banco luso bajo condición de anonimato, para quien el
caso del Novo Banco -heredero del extinto BES- es el primero en la lista.
No en vano, la firma anunció esta semana pérdidas en 2015
por valor de 980,6 millones de euros y comunicó su intención de iniciar un
despido colectivo de 500 empleados.
Tras intervenir el BES, la solución del Banco de Portugal
fue crear esta nueva entidad únicamente con sus activos saludables a través del
Fondo de Resolución, un instrumento en el que participan todos los miembros del
sector financiero del país de forma proporcional a su tamaño.
De los 4.900 millones de euros que costó la operación, 3.900
procedieron de un crédito concedido por el Estado luso que debe recibir
íntegramente de vuelta.
Es por este motivo que la venta del Novo Banco -cancelada en
septiembre de 2015 por no encontrar ofertas suficientemente atractivas y
relanzada desde enero- es de interés capital para Portugal, ya que serán los
bancos lusos los que deban asumir las pérdidas si es adjudicado por un precio
que no cubra los costes, como se prevé que ocurra.
Dada las escasas perspectivas de hacer un buen negocio
-firmas españolas destacan en las quinielas- y la inexistencia de inversores
nacionales con capacidad para postularse, en el país ya surgieron voces que
abogan por nacionalizar directamente la entidad, e incluso miembros del Partido
Socialista no descartaron esta opción.
"Hay que mirar al conjunto del sistema bancario y las
autoridades deben tener una idea de cuál es la configuración que quieren ver de
aquí a algunos años. En Europa se va a producir un proceso de consolidación
(bancaria) y podemos (...) no tener ningún banco verdaderamente portugués
dentro de poco tiempo", advirtió esta semana el economista y ex presidente
del BES Vítor Bento.
También afronta dificultades, aunque de diferente índole, el
BCP, ya que su principal accionista es la petrolera estatal de Angola (Sonangol),
muy afectada por la severa caída del precio del crudo.
Otra entidad con problemas de tipo accionarial es el BPI, al
que Bruselas dio de plazo hasta el 31 de marzo para deshacerse de sus negocios
en Angola -nacionalidad de su segundo mayor accionista, que por el momento
bloquea la operación- si no quiere ver penalizados sus ratios de solvencia.
En Portugal ya se especula con la posibilidad de que el
Ejecutivo tome cartas en el asunto para permitir superar esta situación dando,
en la práctica, más poder al mayor accionista, el español Caixabank,
actualmente restringido por los límites de derecho de voto.
La estatal Caixa Geral de Depósitos (CGD) -líder del mercado
a nivel de activos- necesita por su parte de una inyección de capital, tal y
como reconoció días atrás el primer ministro luso, António Costa, mientras que
el modesto Montepio continúa envuelto en rumores sobre su situación financiera.
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