Por Ángel Gómez
Fuentes
ABC, 03/02/2016
La banca italiana se encuentra en medio de una tormenta
perfecta: cuentas poco claras, trufa a miles de pequeños ahorradores, cuatro
bancos salvados in extremis, al menos ocho o nueve entidades en venta sin
comprador, caídas en picado en Bolsa, un sistema bancario con 201.000 millones
de créditos deteriorados, a los que hay que añadir otros 150.000 también de muy
difícil cobro. Son cifras alarmantes, porque en gran medida la banca no podrá
recuperar ese dinero.
La morosidad en la banca italiana está entre las más altas
de Europa: el porcentaje de créditos dudosos sobre el crédito bruto total es
del 17%. es decir, el cuádruple de la media europea –en España, la media de
morosidad se sitúa en el 7,12%, con los criterios de la EBA–. Se ha producido
una escalada insostenible, una montaña de dinero en créditos tóxicos: en el año
2008 eran 42.000 millones, dos años después 78.000 todavía pocos frente a los
125.000 de 2012 y 184.000 de 2014; así se ha llegado a los 201.000 citados. Son
los créditos que los bancos han prestado, en su gran mayoría a empresas –a las
familias solo fueron menos del 20%–, muchas de las cuales han quebrado durante la
crisis y, por tanto, nunca podrán devolver sus créditos a la banca. La crisis
económica, por tanto, ha sido culpable de la negra estación que vive la banca
italiana, pero también culpa de algunos banqueros que actuaron con ligereza e
incompetencia, sobre todo en las provincias, actuando a menudo por influencias,
recomendaciones, amiguismo y clientelismo, poniendo así en grave riesgo los
balances de sus bancos.
Falta de
transparencia
Con la crisis galopante, el sistema bancario comenzó a hacer
aguas. Hubiera sido la ocasión para limpiar los balances del sistema bancario,
como hicieron España, Alemania y otros países. Italia no lo hizo por un doble
motivo: falta de transparencia en el poder bancario y gobernantes que en lugar
de afrontar el problema aseguraban que los bancos italianos estaban entre los
más seguros y fiables del mundo. La realidad era muy distinta y el escándalo
estalló con gravedad inusitada: el 22 de noviembre de 2015 el gobierno de
Matteo Renzi se vio obligado a aprobar un decreto ley para salvar de la quiebra
a cuatro bancos, que ya estaban bajo la tutela de un comisario: Cassa di
Risparmio di Ferrara, Banca Marche, CariChieti y Banca Etruria, donde era
vicepresidente Pier Luigi Boschi, padre de la actual ministra de las Reformas
Constitucionales y Relaciones con el Parlamento, María Elena Boschi. Miles de
pequeños ahorradores fueron penalizados.
Teniendo en cuenta que Italia es la cuarta economía europea,
la preocupación por el sistema bancario italiano se ha trasladado también al
resto de países de la Unión Europea y en los mercados financieros. En las
recientes jornadas de pánico en Bolsa, los bancos italianos han sido los que
peor comportamiento tuvieron en Europa. El banco Monte dei Paschi de Siena, el
más antiguo de Italia, llegó a perder la mitad de su valor en Bolsa desde
comienzos de enero. Los mercados presionaban así, al mismo tiempo que la UE y
el BCE, para que Italia y Bruselas llegaran rápidamente a un acuerdo con la
creación de un banco malo. Tras una negociación que ha durado casi dos años, el
ministro de Economía, Pier Carlo Padoan, y la comisaria europea de la
Competencia, Margrethe Vestager, alcanzaron la semana pasada el acuerdo de
crear un banco malo, evitando un rescate. En realidad se crearán varios bancos
malos, para permitir a la banca librarse de sus créditos deteriorados. Esos
préstamos morosos de muy difícil cobro –al menos 201.000 millones, que podrían
llegar a los 350.000– los bancos los titulizarán formando paquetes que se
venderán a inversores. La banca se podrá así sanear, no con ayudas de Estado,
pero sí con garantías públicas sobre los activos que se incluirán en los bancos
malos. No podrán tener esas garantías los créditos con mayor riesgo, los que
prácticamente no podrán ya ser cobrados.
No se conocen aún todos los detalles del acuerdo sobre el
banco malo, pero la solución no ha convencido a los mercados, porque entre los
inversores se refuerza la idea de que la solución puede no ser sólida: los días
posteriores al acuerdo los títulos bancarios sufrieron fuertes pérdidas. Los
expertos en Italia se dividen: Mientras algunos consideran que Bruselas y Roma
han alcanzado un compromiso que ayudará a limpiar los balances de la banca, el
profesor Marcello Messori, director de la School of European Political Economy
de la Universidad Louiss es muy escéptico: "La medida es poco eficaz;
nuestro sistema permanece vulnerable". Otro experto, el profesor Angelo
Baglioni, afirma que el banco malo "es un instrumento que corre el riesgo
de servir poco a la economía italiana; ha servido al gobierno y a la Unión
Europea para salvar la cara".
Parece evidente que al sistema bancario italiano le queda
aún largo camino de sufrimiento. El próximo paso a dar son las fusiones
bancarias: el ministro de Economía, Pier Carlo Padoan, mantiene ya reuniones
con los ejecutivos de los bancos más importantes, con Intesa San Paolo y
Unicredit a la cabeza. Objetivo del gobierno: evitar la fragmentación de la
industria financiera, acelerando las fusiones. Con ello se pretende gestionar
mejor la montaña de créditos dudosos.
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