Por Juan Laborda
Vozpópuli, 24/11/2016.
La solidez del sistema bancario europeo y estadounidense no
solo no ha mejorado sino que en realidad está en peligro. Nos han tomado el
pelo. No ha habido ninguna reforma del capitalismo tras la Gran Recesión. Nos
han metido la mano en el bolsillo sin ningún tipo de disimulo para mantener un
sistema bancario zombi. ¡Qué rápido aprenden algunos del teatro barroco
español!
Cada día se amontona más evidencia que sugiere tanto una
supervisión como una regulación laxa e incompetente de los bancos sistémicos,
aquellos demasiado grandes para quebrar. Las autoridades económicas y políticas
SE conchaban con los grandes banqueros sin solucionar ninguno de los problemas
estructurales de la economía occidental. Por un lado, un volumen de deuda que
no disminuye, la mayoría generado y esparcido por un sistema bancario
desenfrenado en plena orgía de crédito. Por otro, un sistema bancario gripado,
zombi.
Dos acontecimientos distintos, en diferentes lugares,
apuntan en esta dirección. El 15 de noviembre destacados denunciantes sobre
prácticas bancarias internacionales delictivas contaron sus historias en el
Parlamento Europeo. Denunciantes, periodistas y expertos, intercambiaron
experiencias, recomendaciones y debatieron sobre cómo proteger a los
denunciantes, analizando al mismo tiempo todos los aspectos políticos y
jurídicos y cómo abordar esta cuestión a nivel europeo. Ese mismo día, al otro
lado del charco, la oficina de rendición de cuentas del gobierno estadounidense
(GAO, por sus siglas en inglés), se convirtió en la tercera entidad federal, en
los dos últimos años, en apuntar que la Reserva Federal no está haciendo su
trabajo a la hora de realizar adecuadamente las pruebas de resistencia de los
grandes bancos de Wall Street. Vamos que están mirando para otro lado.
Mario Draghi y el
banco Unicrédito
Del potente panel de denunciantes bancarios internacionales
que contaron sus historias en el Parlamento Europeo, destacó lo relatado por el
denunciante irlandés, Jonathan Sugarman. Este denunciante, cuando comprobó que
UniCredito Irlanda infringía la ley de manera sistemática, informó al regulador
irlandés. Relató no sólo cómo fue ignorado por su banco y el regulador celta,
sino, y esto es lo más grave, también por todos los principales partidos
políticos irlandeses.
A continuación señaló que según la ley irlandesa el
regulador irlandés debe informar al Banco Central del país de origen de los
bancos que tienen filiales en Irlanda y que han realizado prácticas
fraudulentas o presentan graves problemas. En el caso de UniCredit Irlanda,
esto significaría que el Banco Central italiano debería haber sido informado de
que el mayor banco de Italia estaba violando gravemente la ley irlandesa,
poniendo en peligro a todo el sistema bancario.
El gobernador del Banco Central de Italia en ese momento era
Mario Draghi. Si el regulador irlandés no lo hizo, actuó no solo de manera
incompetente, podría haber mentido, engañado e incluso violado las leyes
irlandesas. En cambio, si trasladó los problemas y prácticas de UniCredit
Irlanda al Banco Central de Italia, entonces Mario Draghi debería responder a
ciertas preguntas sobre su propia negligencia del deber. Al final, lo que
subyace es que los reguladores miraron a otro lado. En definitiva, no
cumplieron su deber, protegieron a la superclase, bien por no alarmar -lo
dudo-, bien por instinto de clase.
Obama y la reforma
financiera Dodd-Frank
Wall Street alimentó, previa derogación de la Glass-Steagall
y una política monetaria excesivamente laxa, la mayor burbuja inmobiliaria de
la historia de los Estados Unidos. Una vez que ésta pinchó arrastró a la
economía global a la Gran Recesión. Al final fueron los contribuyentes, de allá
y aquí, quienes acabaron pagando de su bolsillo los platos rotos.
Con el fin aparente de evitar nuevos abusos, la
administración Obama aprobó en 2010 la legislación de reforma financiera
Dodd-Frank. Pero para hacer operativa tanta legislación era necesario ser
valiente y dotar a sus cuerpos reguladores de “policías” que, si hiciera falta,
a cara de perro, pusieran los puntos sobre las íes a los distintos bancos,
especialmente a aquellos demasiado grandes para quebrar.
Una de las promesas en Dodd-Frank era que la Reserva Federal
evaluaría anualmente si los bancos sistémicos tienen, por un lado, el capital
adecuado para soportar una recesión severa y, por otro, si disponen de los
programas apropiados de gestión de riesgos para evitar que éstos explosionen.
En realidad, lo único que se interpone entre el pueblo estadounidense o europeo
y otro apocalíptico colapso financiero de los bancos sistémicos de allá y aquí
son las pruebas de resistencia de la Reserva Federal y del Banco Central
Europeo, y los requisitos de capital.
Como dice nuestro sabio refranero, ¡obras son amores y no
buenas razones! Diversas entidades federales estadounidenses en los últimos dos
años han denunciado que la Reserva Federal no está haciendo su trabajo a la
hora de realizar adecuadamente las pruebas de resistencia de los grandes bancos
de Wall Street. El último, la oficina de rendición de cuentas del gobierno
estadounidense (GAO, por sus siglas en inglés), cuyas críticas son similares a
las del otrora Director General de Banco de España y persona clave en el diseño
del rescate bancario español de la década de los 80, Aristóbulo de Juan.
La GAO, como antes Aristóbulo de Juan, señala aspectos muy
jugosos que no hacen otra cosa sino que aumentar la fragilidad de la banca
sistémica estadounidense y europea. La estructura organizativa de la Reserva
Federal, de cara a implementar las pruebas de resistencia, no incluye un
proceso formal a través del cual se pueda implementar la gestión de riesgos a
nivel agregado. Pero además, según la GAO, la Reserva Federal tampoco ha
determinado si su único escenario de supervisión severo es suficientemente
robusto y fiable para analizar la resistencia del sistema bancario frente a una
serie de crisis potenciales. Dichos análisis -incluyendo la posibilidad de
realizar pruebas de sensibilidad con múltiples escenarios- ayudarían a la
Reserva Federal a entender la gama de resultados que podrían producirse bajo
diferentes escenarios y explorar las ventajas asociadas frente a la dependencia
de un solo escenario supervisor severo.
De esta manera, consciente o inconscientemente, los Bancos
Centrales vuelven a proteger a la banca sistémica frente al interés general de
la ciudadanía. Un diagnóstico y un tratamiento tardío o equivocado de la
insolvencia bancaria encarecería fuertemente la solución, que, al menos en un
principio, sería sufragada por el propio sistema financiero y el “bail-in” de
los acreedores. Sin embargo, no les quepa ninguna duda que al final, y
olvídense de las promesas, acabaremos siendo los contribuyentes quienes
paguemos los platos rotos -“bail-out”-. Lo intentarán. La pregunta es si se lo
permitiremos otra vez.
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