Por Moisés
Domínguez
Diario Levante-EMV,
20/3/2013 (Extracto)
Como si de un gran alivio de
tratara, las fallas de 2013 ya son historia tras una larga noche en la que los
monumentos, casi como fichas de dominó, fueron cayendo en un ritual, el de la
«cremà», al que el corcho blanco ha hecho perder la brillantez de antaño, a cambio
de muchas otras virtudes.
Las fallas de 2013 pasarán a la
historia como las más críticas de la historia moderna de la fiesta. Sin ningún
género de dudas. Durante la dictadura se podía criticar lo que se podía: poco y
con segundas y las crisis económicas de la Transición nunca llegaron a los niveles
actuales, en los que se ha pasado, en tiempo récord, de unos reproches suaves,
blanditos, acompasándose con la bonanza económica, a una virulencia inusitada
dentro de los políticamente correcto. Esto es, atacar con más o menos saña pero
sin llegar a hacer apología de la violencia. De hecho, los artistas se han
vuelto más «bordes» cuanto más se han visto afectados, especialmente tras la
subida al 21 por ciento del IVA.
Lo visto en las escenas descoloca
buena parte de las tesis de los estudiosos, tan amigos de establecer
paralelismos entre el mundo actual y el franquismo. Dicho de otra forma, al PP
se le ha atizado sin piedad. Especialmente, al Gobierno de España. De forma más
contundente que en los últimos años de Rodríguez Zapatero, en que ya se empezaba
a pasar hambre. Europa, personificada en Angela Merkel, también ha tenido una
buena dosis de reproche, mientras que el ayuntamiento de la ciudad y el
gobierno autonómico han acabado menos revolcados.
Unas críticas que, seguro,
habrían sido mayores si los inspectores de Hacienda no llegan con los
monumentos ya finiquitados. Han sido las fallas del malestar, de la sensación
de sentirse perseguidos por parte de una ciudadanía, la fallera, que se
pregunta repetidamente qué han hecho para merecerlo.
En la «cremà» de ayer ardieron
más de 700 monumentos grandes e infantiles estos últimos fueron los primeros en
ser pasto de las llamas„ de la ciudad de Valencia, su área metropolitana y
otras muchas localidades en que se celebran estas fiestas. La falla grande de
Convento Jerusalén-Matemático Marzal, titulada «Qui paga mana», ganadora de la
Sección Especial de este año, ardió a las 00.30 horas y a la una de la
madrugada lo hizo, como manda la tradición, la falla grande de la plaza del
Ayuntamiento, la última a la que se prende fuego ante los ojos llenos de
lágrimas de la fallera mayor, Begoña Jiménez, en un balcón en el que también
estaban la alcaldesa Rita Barberá, el presidente Alberto Fabra, el máximo
responsable del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, y otros invitados
oficiales.
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