sábado, 9 de marzo de 2013

Los orígenes de la Banca Pública en Europa: la Taula de Canvi

Por Carlos Javier Bugallo Salomón

Aunque los orígenes de la Banca Pública en Europa los podemos rastrear hasta las antiguas civilizaciones griega y romana -e incluso, fuera de este territorio, en el Egipto helenístico-,[1] lo cierto es que los antecedentes más cercanos datan de finales de la Edad  Media, siendo una innovación económica catalana que luego se extendería por otros territorios de la antigua Corona de Aragón y de Europa. Estas instituciones financieras eran de propiedad municipal, y en las áreas de uso de la lengua catalana fueron denominadas Taula de Canvi (mesa de cambio), nombre con que se designó al principio el lugar donde los cambistas ponían las monedas y hacían el cambio manual de unas monedas por otras.

Según el historiador Esteban Hernández, el tema de la Banca Pública en España durante la baja Edad Media y la Edad Moderna es, en varios aspectos, una de las cuestiones más interesantes de la historia económica española.[2] Por su claro interés histórico además de económico, nos ha parecido sugestivo exponer las peculiaridades y la evolución de este tipo de institución financiera, que a buen seguro nos proporcionará enseñanzas útiles para aplicar en el momento presente, dominado por los abusos, escándalos y quiebras bancarias.

En primer lugar mostraremos el origen y evolución de estas instituciones municipales; en segundo lugar daremos paso a la explicación de cómo era su funcionamiento; y ya en tercer lugar, haremos una valoración del fenómeno.

Origen y evolución

En la Edad media había cambistas ambulantes, que compraban y vendían monedas, sobre todo en las ferias, donde colocaban su mesa de trabajo -negocio que perduró hasta el siglo XVIII-; y, al menos desde el s XIII, cambistas sedentarios, establecidos en las ciudades, que, además del negocio del cambio manual de monedas, hacían otras operaciones, hoy consideradas bancarias (depósitos en cuenta corriente, créditos comerciales, pagos por cuenta ajena, asignaciones de pago, etc). Estos son propiamente los cambistas que han dado origen a la banca moderna, de los cuales en los territorios de la Corona de Aragón hay referencias documentales seguras desde la primera mitad del siglo XIII.

Durante la segunda mitad del siglo XIII los cambistas, en poder de los cuales había una gran parte de la moneda corriente del país, invertían el dinero que tenían en depósito en operaciones comerciales, las cuales a veces iban mal y los conducían a la insolvencia. Esto motivó la intervención del poder público para proteger a los clientes de aquellos banqueros: la corte de Valencia del 1283 prohibió a los cambistas disponer de mesa sin haber prestado fianza suficiente, en poder de la corte, para restituir los depósitos recibidos. La corte de Lleida del 1301 desarrolló el sistema, distinguiendo entre los cambistas que actuaban con garantía o fianza (que podían cubrir la mesa con un tapete) de aquellos otros que no tenían más responsabilidad que la propia y personal (su mesa había tenía que estar desnuda), y estableció para los primeros la necesidad de ofrecer una fianza por 1.000 marcos de plata en las ciudades de Barcelona y Lleida y de 300, para las otras ciudades y lugares del Principado. Este mismo sistema de la garantía de mil marcos para los cambistas con tapete fue adoptado en Valencia en 1320, pero cuatro años después, en 1324, se tubo que modificar y se volvió al sistema de garantía ilimitada, debido a las numerosas quiebras de ese año motivadas por la tradicional costumbre de los cambistas de invertir el dinero depositado en sus manos para realizar operaciones comerciales. En el Principado también tuvo que ser ampliada la garantía de los cambistas con tapete en 1359, que quedó establecida en 2.000 marcos en las ciudades más importantes, Perpiñán incluida, pero siempre manteniendo la posibilidad de existencia de cambistas sin tapete, es decir, sin garantía. Este sistema es el que quedó definitivo en el ordenamiento legal. Estas dificultades motivaron, en la segunda mitad del siglo XIV, un creciente intervencionismo de las ciudades en la banca, sobre todo en la certificación de la suficiencia de la fianza presentada por los cambistas y en la publicidad de los que eran garantizados y los que no lo eran, en parte por el interés del público, pero en parte también para salvaguardar las finanzas de los consejos de las ciudades, ya que los cambistas hacían todo el movimiento de los fondos públicos de las finanzas ciudadanas.

Así nacieron las Taules de Canvi municipales. En 1397, en plena época de las dificultades, se designó en Barcelona una comisión para estudiar la administración de las deudas de la ciudad, que eran muy elevados, y la reglamentación de los cambistas, comisión que consideró como expediente más aconsejable el establecimiento de una Taula de Canvi asegurada por la ciudad misma, en la que se deberían imponer obligatoriamente todos los depósitos públicos y judiciales, y voluntariamente los de aquellas personas que quisieran operar por medio de esta Taula. El proyecto fue aprobado el 14 de diciembre del año 1400, y la Taula fue inaugurada el 20 de enero de 1401, cubierta con un tapete con las armas de la ciudad, y durante ese mismo año fueron aprobadas las ordenanzas para su funcionamiento. La administración de la Taula era confiada a dos administradores, elegidos por el Consejo de la ciudad para un período de dos años. Estos respondían con todos sus bienes de la rectitud de la administración y debían prestar, además, una fianza de 6.000 florines de oro cada uno para responder de aquella administración. La aspiración que se perseguía con la erección de este banco público era de reducir el endeudamiento de la ciudad, aspiración que no consiguió, porque la deuda de la ciudad tenía una tendencia constante a aumentar, sobre todo en las épocas críticas: como los años 1466-68, en los que el banco pasó por situaciones muy difíciles, aunque desde el año 1413 la Taula fue también depositaria de los fondos del impuesto de la generalidad, que ciertamente no eran considerables. Sin embargo, la Taula consiguió tener continuidad, y con alternativas diversas llegó hasta el año 1714.

En Valencia, el 15 de octubre de 1407 los consejeros de la ciudad tomaron también el acuerdo inicial de establecer una Taula de Canvi asegurada por la ciudad, con la misma finalidad de reunir fondos para reducir la deuda pública. Obtenido el privilegio correspondiente del rey Martín, el 31 de enero de 1408 se constituyó la Taula y pocos días después el consejo dictó sus primeras ordenaciones. La Taula fue instalada en la Lonja, cubierta con el clásico tapete, para indicar la garantía con que funcionaba, en el que estaban las armas de la ciudad. Originariamente era también regida por dos administradores o concejales, pero al año siguiente, en 1409, fue reducido a sólo uno. Quizás por la misma novedad de la institución, al cabo de ocho años, en 1416, la Taula de Valencia tuvo que ser liquidada y tardó un siglo en reaparecer.

                                               Banqueros y Taula de Canvi

Esta imitación de la iniciativa de la ciudad de Barcelona todavía tuvo en aquellos años, fuera de la Corona de Aragón, una manifestación en el Banco di San Giorgio de Génova, fundado el mismo año 1408, aunque era uno de los elementos de una institución más amplia, la Casa di San Giorgio, que agrupaba los acreedores de la deuda pública de la ciudad de Génova. Este banco sólo duró hasta el año 1444, en que fue cerrado. A mediados del siglo XV, pues, la tentativa de establecer bancos municipales había fracasado, con la sola excepción de la Taula de Barcelona.

El s XVI hubo una revitalización de esta iniciativa de establecer bancos municipales; el año 1507 apareció la Taula de Canvi de Mallorca. En 1518 el consejo de la ciudad de Valencia redactó unas nuevas ordenanzas y inauguró la ‘Taula Nova’el 14 de abril de 1519. Las otras fueron más tardías: en Girona, el consejo, basándose en un privilegio real del 1443, abrió una Taula de Canvi en 1565, ejemplo seguido en Vic en 1583 y en Lleida en 1585. Hubo igualmente Taula de Canvi en esta época en Zaragoza y Perpiñán. Incluso en Palermo fue fundada una Taula de Canvi de este tipo en 1552. Esta revitalización formaba parte de una tendencia general: en Génova, la Casa di San Giorgio reanudó la actividad bancaria en 1586. Al año siguiente, en 1587, el senado veneciano abrió el banco de la Piazza del Rialto, y ese mismo año fue creada la Banca de Messina. El Banco di Sant'Ambrogio de Milán fecha del 1597.

Estos bancos municipales fueron hostiles a la competencia de la banca privada, lo que les llevó incluso a tentativas de monopolio y de prohibición, que no se pudo siempre sostener. En el s XVII la iniciativa bancaria se desplazó a los países del norte: el banco de Amsterdam (1609) y el de Hamburgo (1619) representan todavía bancos municipales o ciudadanos, pero el banco de Suecia (1651) y, sobre todo, el banco de Inglaterra (1694) fueron ya bancos nacionales, propios del sistema bancario moderno, caracterizado por la práctica del descuento bancario (créditos a particulares) y la emisión del papel moneda, actividades desconocidas en los bancos municipales tradicionales. Aquí la centralización borbónica del siglo XVIII puso fin a las Taules de Canvi: en 1714 se extinguió la de Barcelona, ​​y en 1719 la de Valencia.[3]
 
El funcionamiento de la Taula de Canvi como institución financiera           

Las Taules de Canvi se constituían por concesión del privilegio real, ya que el rey se había reservado como monopolio o regalía la concesión de la actividad bancaria.[4]

Hemos visto que en su origen, la motivación para crear esta banca pública municipal fue doble. Primeramente se pretendía prestar un servicio a los mercaderes y ciudadanos, protegiéndoles no sólo de las quiebras de los cambistas, sino también de sus desfalcos y adulteraciones de la moneda.[5]

En segundo lugar tenemos la problemática de la deuda pública municipal. El endeudamiento municipal se había producido como consecuencia de su independencia de los poderes feudales y de su organización como un ente público autónomo, con gobierno económico y político independiente, y con un presupuesto en los que los ingresos fiscales no cubrían todos los gastos. Por otro lado, la monarquía dependía en gran parte de estas ciudades para la obtención de los recursos necesarios para financiar las guerras de conquista y de defensa: los déficit presupuestarios se cubrían primero con los créditos de la banca privada, o de los ciudadanos más acomodados, con plazos de vencimiento cortos, pero a lo largo del siglo XIV esta deuda flotante se pudo consolidar mediante la venta de censales, que eran títulos de deuda municipal. Barcelona fue precisamente una de las primeras ciudades que organizó un mercado de capitales con la venta de sus censales.
                                               
Sin embargo, a finales del siglo XIV la deuda pública consolidada había alcanzado un nivel tan elevado que fue necesario buscar nuevas soluciones. Barcelona creó la Taula de Canvi el año 1401 con la finalidad de obtener una fuente suplementaria de financiamiento y unos beneficios que le permitiesen amortizar los bonos de la deuda. La iniciativa fue imitada, como hemos visto, por las ciudades más importantes de la Corona de Aragón. También se pretendía la creación de un banco de depósitos y de giro investido de sólidas garantías, donde los mercaderes pudiesen hacer sus cobros y pagos de los contratos mercantiles.[6]

De acuerdo con Josep Passola podemos definir las Taules de Canvi como bancos públicos de depósitos, de giro, de emisión y de crédito municipal. Veamos, pues, que quiere decir esto.

  • Banco de depósitos significa que en él podían confiar sus ahorros quienes deseaban que ejerciera su guardia y custodia, pudiendo realizar la retirada de sus ingresos cuando quisieran. La Taula, sin embargo, no pagaba intereses por los depósitos.
  • Banco de giros significa la posibilidad de realizar pagos mediante simples transferencias bancarias. Esta característica va a ser especialmente atractiva para los mercaderes, y por esta razón la Taula se ubicaba en las lonjas de las ciudades.
  • Banco de emisión significa que la Taula podía acuñar moneda con las joyas de los particulares, o bien con otras monedas desgastadas o que no circulaban. También la Taula continuó realizando los trabajos típicos de los cambistas, basados en la compraventa de la multitud de monedas que por entonces circulaban.
  • Banco de crédito significa que el la Taula concedía al municipio la posibilidad de tener descubiertos, aunque en este caso sin exigir el pago de intereses. Este crédito no se concedía a los particulares.[7]   

Para entender el funcionamiento de las Taules de Canvi, y en particular el hecho de que no pudieran pagar intereses por los depósitos ni recibirlos por sus créditos a la ciudad, hay que tener presente un rasgo cultural fundamental de la época: la prohibición de la Iglesia sobre el pago de intereses, que por entonces era equiparado simplemente a la usura. La posición básica fue tomada del Evangelio de Lucas y sostenía que el pago de una cantidad adicional al capital prestado constituía usura. Por consiguiente, era ilegal que un banco otorgara créditos a sus clientes con la expectativa de obtener ganancias.[8]

Queda entonces por explicar cómo pudieron emitirse títulos de la deuda municipal sin que la Iglesia protestase. De hecho sí que lo hizo, pues declaró que sólo aceptaba el pago de intereses como compensación cuando el Estado obligaba a sus ciudadanos a adquirir títulos de la deuda –lo que a veces ocurría-, pero rechazaba el cobro de intereses cuando se compraba voluntariamente la deuda. En este ambiente de hostilidad hacia el endeudamiento público surgió la innovación financiera de la renta, un tipo de contrato distinto al del préstamo tradicional –el mutuum- en el sentido de que era visto como una operación de compraventa, en la que una parte vendía un capital y la otra parte le ofrecía una renta vitalicia. Aunque muchos teólogos vieron en las rentas una forma disfrazada de endeudamiento público, finalmente el Papa Inocencio IV declaró en 1251 que no eran susceptibles de condena por usura.[9] Y naturalmente los censales se basaban en el contrato de renta.

Refiriéndonos a la gestión propia de estos bancos municipales, en lo que respecta a la Taula de Canvis de Valencia se han documentado en el siglo XVI varios casos de malversación de sus caudales por parte de quienes eran responsables de su custodia y gestión; e incluso alguno de estos administradores se dio a la fuga para huir de la justicia. Ello obligó a articular una legislación cada vez más compleja encaminada a prevenir el fraude, ofrecer más garantía a los clientes y a la ciudad, dueña del banco.[10] Con todo, un historiador nos refiere que a principios del siglo XX era de uso común en la ciudad de Valencia la expresión “Jo sóc tan bon pagador com la Taula de València” (Soy tan buen pagador como la Taula de Valencia), señalando con ello el buen recuerdo que dejó la institución, perdurable aún casi doscientos años después de su desaparición.[11]

Conclusiones

De las trece Taules de Canvi de la antigua Corona de Aragón a las que se refiere Josep M. Passola, el 77% se van a crear en Cataluña y, además, todas copiaron el modelo establecido por la de Barcelona el año 1401: la Taula de Canvi es, pues, un fenómeno principalmente catalán.[12]

La que se creó en Valencia recibió el nombre de Taula de Canvis, en plural; aunque no fue la única que se erigió en tierras valencianas, ya que se ha documentado la existencia de, al menos, otras tres: en Alicante, Cullera y Xátiva.[13]

El ejemplo, como hemos visto, también se exportó a otros lugares de Europa, significativamente los más activos desde el punto de vista comercial, como eran las ciudades italianas y del norte del continente.

El éxito del proyecto se debió al maridaje de intereses entre la burguesía comercial y los habitantes de las ciudades, como lo pone de manifiesto el que, como ocurrió en la ciudad de Valencia, los dos administradores de la Taula perteneciesen a estos grupos sociales.[14]

El historiador Esteban Hernández ha puesto en evidencia la existencia, en la España de la época, de dos diferentes modelos de sistema bancario: 1) el basado exclusivamente en bancos privados, en la Corona de Castilla; y 2) el propio de la Corona de Aragón, consistente en un modelo mixto, en el que los bancos privados coexistían con los bancos públicos, de propiedad municipal: las Taules de Canvi.[15]

En cuanto a las razones de la desaparición de este tipo de institución financiera tan singular, creemos que hubo una motivación claramente política. La instauración de la monarquía borbónica, de carácter centralista, tras la Guerra de Sucesión (1701-1713) no era muy compatible con la existencia de una institución tan importante en manos del gobierno de las ciudades. Como nos cuenta el historiador Henry Lapeyre: “Ante todo, la Taula era un asunto de la ciudad. La redacción de los reglamentos y el nombramiento de los oficiales dependía de ella.” [16]

Finalmente hay que decir que en su larga existencia las Taules de Canvi atravesaron por muchas dificultades y limitaciones. Al no poder utilizar el crédito para financiarse se encontraron en desventaja frente a los bancos privados, que no sólo pagaban comisiones a sus impositores permitiéndoles captar más recursos, sino que también utilizaron el crédito para realizar una gigantesca acumulación de capital.

La mejor explicación de cómo los banqueros privados consiguieron sortear la prohibición canónica del préstamo con interés nos la proporciona el historiador Raymond de Roover, uno de los principales estudiosos del origen de la banca. Según este autor, en aquella época las actividades bancarias estaban en manos de tres tipos diferentes de personas:
  1. Los cambistas utilizaban los depósitos para invertir en operaciones comerciales, dejando una parte –la reserva- para atender eventuales reintegros. Es decir, estos cambistas se prestaban a sí mismos asumiendo riesgos comerciales que, en ocasiones, como hemos visto, llevaban a su ruina y la de sus clientes.
  2. Los mercaderes-banqueros, como los Medici italianos o los Fugger alemanes, utilizaban sus operaciones internacionales con letras de cambio para camuflar el préstamo con interés, además de para realizar lucrativas operaciones especulativas.
  3. Los usureros, que prestaban a corto plazo con elevados tipos de interés, mayoritariamente judíos, pues al no ser cristianos no pesaba sobre ellos la prohibición eclesiástica.[17] 
Hay que decir que los contemporáneos fueron conscientes de esta situación, como se puso al descubierto cuando, con motivo de la suspensión de pagos (default) de la Corona en 1575, que arrastró a la quiebra a gran número de bancos, especialmente en Sevilla, se plantea en Castilla la posibilidad de crear un sistema de bancos públicos. Las opciones que se barajaron, aunque no se llevaron a la práctica, fueron las siguientes: 1) bancos públicos a imagen y semejanza de las Taules de Canvi; 2) bancos públicos que funcionasen en régimen de exclusividad, sin la competencia de la banca privada (denominados ‘erarios públicos’); y 3) seguir con el modelo de la banca privada pero introduciendo mayor regulación y supervisión en la misma.[18]

Como puede apreciarse, es patente la actualidad de estos debates de antaño. Lo cual sirve para confirmar, una vez más, cuánto de verdad encierra ese adagio popular que nos dice que quien olvida su historia está condenado a repetirla.

CARLOS JAVIER BUGALLO SALOMÓN                                    

Licenciado en Geografía e Historia
Diplomado en Estudios Avanzados en Economía





[1]  Jean Rivoire: Histoire de la banque, Paris, Presses Universitaires de France, 1984, pp. 6 y s.
[2] Esteban Hernández Esteve: “Aspectos organizativos, administrativos y contables del proyecto de erarios públicos. Contribución al estudio de la Banca Pública en España durante la baja Edad Media y comienzos de la Moderna”, en Revista Española de Financiación y Contabilidad, vol. XXII, nº 71 (Abril-Junio, 1992), p. 419. Disponible en < http://aeca.es/pub/refc/articulos.php?id=0499>
[3] Enciclopèdia Catalana: “Taula de canvi”. Disponible en <http://www.enciclopedia.cat/fitxa_v2.jsp?N
DCHEC=0154301>
[4] Luisa Tortosa Robledo y Salvador Vercher Lletí: La Taula de Canvis de Valencia, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 2007, p. 90.
[5] Luisa Tortosa Robledo y Salvador Vercher Lletí: ibídem, p. 91.
[6] Josep M. Passola: Els origens de la Banca Pública. Les Taules de Canvi municipals, Sabadell, ed. Ausa, 1999, p. 197.
[7] Josep M. Passola: ibídem, p. 197-199.
[8] William Caferro: “Banking and credit”, en Encyclopedia of the Early Modern World. Europe, 1450 to 1789. Disponible en < http://www.encyclopedia.com/doc/1G2-3404900088.html>
[9] John H. Munro: “The medieval origins of the ‘Financial Revolution’: usury, rentes, and negotiability”, en The International History Review, vol. XXV, nº 3 (Septiembre, 2003), pp. 517-22. Disponible en < http://ideas.repec.org/p/pra/mprapa/10925.html>
[10] Luisa Tortosa Robledo y Salvador Vercher Lletí: op. cit., p. 141-3.
[11] Henry Lapeyre: “La Taula de Canvis dans le cadre de l’histoire general de la Banque”, en Primer  Congreso de Historia de País Valenciano, Valencia, Universidad de Valencia, 1973, p. 175.
[12] Josep M. Passola: op. cit., p. 197.
[13] Luisa Tortosa Robledo y Salvador Vercher Lletí: op. cit., p. 91.
[14] Luisa Tortosa Robledo y Salvador Vercher Lletí: op. cit., p. 106.
[15] Esteban Hernández Esteve: op. cit., p. 423.
[16] Henry Lapeyre: op. cit., p. 175.
[17] Raymond de Roover: “New interpretations of the history of banking”, en Journal of World History, vol. II, nº 1 (1954), pp. 38-53.
[18] Esteban Hernández Esteve: op. cit., pp. 420-2.

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