martes, 19 de marzo de 2013

Rescates bancarios, deuda pública y corralitos financieros. Un asunto de trileros


Por Carlos Javier Bugallo Salomón
Licenciado en Geografía e Historia
Diplomado en Estudios Avanzados en Economía

Muchos comentaristas a propósito de lo ocurrido estos días en Chipre, destacan la ‘torpeza’ con la que las autoridades europeas y el FMI han llevado este asunto, tratando de hacer recaer sobre todos los ciudadanos chipriotas el peso económico del rescate bancario necesario para reflotar el sistema bancario de su país. Con este fin se ha querido imponer una tasa sobre los depósitos bancarios y, hasta que se aplicase la misma, la imposibilidad de retirar el dinero de los bancos a partir de una modesta cuantía. Un corralito financiero, en definitiva.

Pero estos comentaristas no mencionan que desde que estalló la actual crisis financiera mundial en 2008, los Estados han venido ayudando a sus respectivos sistemas bancarios con generosas sumas económicas que, en última instancia, han pagado igualmente los contribuyentes. La diferencia con respecto al caso chipriota es que aquí ha sido posible disfrazar estas ayudas mediante la emisión de deuda pública.

Creemos que si en los países en los que se ha echado mano de la deuda pública para resolver esta cuestión no se ha suscitado una respuesta tan airada es porque, como apuntan algunos economistas, la ciudadanía padece de lo que se ha venido en denominar ‘ilusión fiscal’: no tiene en cuenta la restricción intertemporal del Gobierno, es decir, el hecho de que cualquier déficit que se corra hoy debe devolverse en el futuro; más gastos en el presente debe traducirse en menos gasto o más impuestos en el futuro.

¿Por qué no se ha querido hacer lo mismo con Chipre? La respuesta hay que encontrarla en el documento de Jesús Albarracín publicado recientemente, que nos dice lo siguiente sobre Chipre: “El peso de la deuda pública sobre el PIB ascendió al 140% del PIB tras aquel primer rescate bancario del año pasado, pero ya alcanza ahora el 150%, lo que supone un riesgo de impago muy serio de la deuda chipriota.” Es decir, que era materialmente imposible acordar un aumento de la deuda pues de otro modo se convertía en impagable.

De uno u otro modo, ya sea mediante la emisión de deuda pública o mediante la imposición fiscal y el corralito financiero, se ha tratado de evitar la única solución justa y eficaz al problema de la quiebra de los sistemas bancarios: la nacionalización de los bancos y su funcionamiento como empresas de propiedad pública.

¡Si Keynes levantara la cabeza y viera que la deuda pública, que él concibió como un instrumento para el desarrollo de los pueblos, se ha convertido en un asunto de trileros!

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