Por Vicenç Navarro
Público.es, 05/02/2012.
La característica del capitalismo
actual es la enorme extensión del sector financiero, que de una manera
creciente se expande e incluso sustituye su función de provisión de crédito a
las empresas y a las personas por una actividad meramente especulativa sin
relación alguna con el mundo de la producción de bienes y servicios. Es esta
actividad especulativa la que ha determinado la enorme crisis financiera que
todavía estamos viviendo.
El excelente libro de Costas
Lapavitsas Profiting Without Producing: How Finance Exploits Us All,
Verso, 2013, detalla esta expansión, aunque no resalta bien el papel que el
conflicto capital-trabajo ha tenido en el crecimiento de este sector
financiero. Como he indicado en varias ocasiones, la reducción de las rentas
del trabajo en el mundo capitalista avanzado, como consecuencia de la
aplicación de las políticas neoliberales, iniciadas masivamente por la
Administración Reagan en EEUU y por Thatcher en el Reino Unido, y seguidas por
Schröder y Blair en la UE, determinó un descenso de la capacidad adquisitiva de
la población que se intentó suplir con un aumento del crédito, produciéndose
una gran expansión del sector financiero. Esta disminución de las rentas del
trabajo creó un problema en la demanda que afectó a la economía productiva,
disminuyendo su rentabilidad. De ahí que las inversiones financieras en la
economía se desplazaran del sector productivo al sector especulativo,
generándose las burbujas que, al explotar, causaban el peligro de colapso del
sector financiero, siempre salvado por la intervención del Estado. De nuevo, el
caso más claro de esto último fue el rescate internacional del sector bancario
(ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual”, Le Monde
Diplomatique, julio 2013).
Pero este sector financiero, en
su búsqueda de alternativas donde conseguir mayores beneficios, está penetrando
masivamente en lo que se llama el salario colectivo, es decir, el Estado del
Bienestar. El ataque frontal que estamos viendo a la Europa Social es el
intento de privatizarlo, tanto las pensiones como la sanidad, entre otras
transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar, a fin de
encontrar más y más oportunidades para obtener elevados beneficios. De nuevo,
estamos viendo como la banca, las compañías de seguros, los hedge funds y las
asociaciones de capital riesgo están entrando masivamente no solo en las
pensiones, sino también en los servicios públicos como la sanidad. Las
presiones por parte de la Troika (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea
y el Fondo Monetario Internacional) para que bajen los salarios (lo que fuerza
a un endeudamiento de la población) y para que se privaticen las pensiones y la
sanidad son componentes fundamentales de las políticas de austeridad. Este
ataque del capital financiero al Estado del Bienestar, que está ya muy avanzado
en Europa, cuenta con la alianza del capital productivo, al conseguir aquellas
medidas debilitar al mundo del trabajo, objetivo de este capital.
Me alegra encontrar en el libro
de Costas Lapavitsas esta dimensión del capital financiero que, como he
indicado en otros trabajos, es de una enorme importancia para explicar el
ataque frontal a la Europa social, ataque liderado sobre todo por el Banco
Central Europeo. Costas Lapavitsas hace un excelente trabajo relacionando el
capital financiero con el industrial y el de servicios, acentuando la relación
entre ellos, con una reciente simbiosis entre ellos. Así, las grandes empresas
industriales no solo se autofinancian, sino que ofrecen crédito a sus clientes.
Véase la venta de coches como ejemplo. La gran mayoría de empresas que venden
coches, ofrecen también el crédito para comprarlos. Este sector financiero
dentro de las empresas de capital productivo ha crecido enormemente. De esta
manera, el capital industrial se convierte también en capital financiero,
expandiéndose en las mismas áreas especulativas. En realidad, los beneficios
del capital derivan cada vez más de las actividades financieras del gran
capital. De esta manera, el capitalismo pasa a estar dominado por los gestores
del capital financiero, que mantienen una enorme influencia política y
mediática en los países. Ello explica el rescate de la banca, realizado siempre
en términos favorables con el apoyo de las agencias reguladoras públicas, y con
la financiación a cargo de los Estados. Y ello ocurre a pesar de que la
solución del problema de la falta de crédito es muy fácil de ver, incluyendo la
nacionalización de la banca, que puede incluir formas de propiedad colectiva y
cooperativa además de otras formas de nacionalización. Con la cantidad de
dinero que se ha dado a la banca podrían haberse establecido agencias públicas
de crédito que habrían ya resuelto la crisis actual.
Por otra parte, la necesaria
reducción del sector financiero y la eliminación de su actividad especulativa
requieren un aumento de las rentas del trabajo a costa de la reducción de las
rentas del capital, así como una eliminación y reversión de las privatizaciones
del Estado del Bienestar. Que la solución pasa por estas políticas alternativas
es fácil de mostrar. Lo que ocurre es que el poder del capital es enorme, la
democracia –por lo tanto– es muy deficitaria, y la situación no se resuelve.
Así de claro. Aunque todo esto, usted lector, no lo leerá o verá en los mayores
medios de difusión.
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