Editorial de El País,
11/04/2014.
Seis años después de declarada la
crisis financiera, la banca europea (incluida la española) sigue sin resolver
satisfactoriamente los problemas de sus balances, debido al crecimiento de la
morosidad procedente de la recesión (más de 800.000 millones de activos morosos
en toda Europa) y a los retrasos en aplicar normas muy estrictas de
consolidación o saneamiento de los balances. El Fondo Monetario Internacional
(FMI) ha llamado la atención sobre las graves consecuencias del retraso del
saneamiento bancario, tanto en lo que se refiere al crecimiento del crédito,
imprescindible para apuntalar la recuperación, como para reducir el
endeudamiento privado.
La realidad que describe el Fondo
es que los casi 700.000 millones de capital público inyectados en el sistema
bancario europeo no han conseguido restablecer unas condiciones normales de
crédito ni disipar la sospecha de que puede ser necesaria otra ronda de ayudas.
Entendiendo por condiciones normales una tasa de aumento del stock crediticio
en torno al crecimiento nominal del PIB en cada país. Si esto no sucede
así -sobre todo en España- se
debe a varias causas que los programas de saneamiento de la troika, centrados
sobre todo en la recapitalización, no han acertado a corregir. La primera es
que la crisis ha modificado drásticamente los criterios de riesgo que exige la
banca para conceder un préstamo. El demandante de capital tiene que ofrecer una
solvencia superior a la de 2008 y en una fase incipiente de crecimiento ese
nivel de solvencia es más difícil de ofrecer.
La crisis ha cambiado también las
condiciones de capital exigidas a los bancos. Casi todas las operaciones
consumen más capital y los créditos en especial, con la notable y extravagante
excepción de la deuda pública. Hay que apuntar además los problemas de liquidez
de los bancos (en este caso, cada vez con menos influencia, aunque todavía
frene con frecuencia las concesiones de préstamos).
La advertencia del Fondo no debe
caer en saco roto. Sin crédito no hay recuperación y el endeudamiento privado
seguirá siendo un obstáculo para empresas y Gobiernos. Quizá el crédito empiece
a restablecerse el primer trimestre de 2015 -si los tests de solvencia y
sostenibilidad se ejecutan con la debida seriedad-, pero todo el empleo que se
destruya hasta entonces tardará años en recuperarse.
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