Por Javier Ruiz
Vozpópuli.com, 12/0472014.
La pregunta actual de por qué se
ha rescatado antes a los bancos que a las personas lleva sobre la mesa desde
1792. En esa fecha se produjo la primera crisis bancaria moderna y, sobre todo,
el primer patrón de cómo se han solucionado desde entonces: a lo largo
de tres siglos, el dinero público siempre ha acudido al rescate de los
problemas privados de los bancos.
The Economist –una
revista que lleva desde 1843 cubriendo esas crisis—describe las inversiones
bancarias como apuestas que no se pueden perder y resume así el patrón
de rescate público que se ha establecido tras tres siglos de catástrofes
financieras: “Se busca un culpable. Se vilifica una parte del sistema
financiero: un tipo de banco nuevo o de producto nuevo al que se atribuye toda
la caída. Se prohíbe o se regula hasta su inoperancia. A cambio, otras partes
del sistema financiero reciben más apoyo y fondos públicos”. Tras cada
uno de esos ciclos, la deuda pública se dispara.
España parece estar
calcando ese patrón de nuevo a día de hoy tras encontrar un culpable
al que se atribuye prácticamente toda la culpa (las cajas de ahorro), tras
aprobar una regulación que “las prohíbe o las regula hasta la inoperancia” y
después de que “otras partes del sistema financiero” (los grandes bancos del
país, BBVA y Caixabank o Banco Sabadell) hayan recibido más apoyo y fondos
públicos en forma de Esquemas de Protección de Activos para que se queden con
los fondos tóxicos y terminen convertirse en entidades todavía más grandes. Tras
ese ciclo, la deuda pública en España está a punto de rozar el 100% del PIB. España
está, pues, siguiendo un esquema centenario: apagar con dinero público los
incendios privados, tal y como lleva sucediendo tres siglos.
1792: LA PRIMERA CRISIS
FINANCIERA MODERNA
Esa fecha supone el nacimiento de
la banca moderna cuando Alexander Hamilton, entonces Secretario del Tesoro de
EE.UU. creó el Banco de Estados Unidos (BUS). La entidad colocó 10 millones de
dólares de acciones en el mercado en menos de una hora y comenzó a prestar
fondos con ese capital de partida. Pero en sus dos primeros meses de vida, la
entidad concedió créditos por valor de 2.700 millones de dólares, un volumen
tan grande que pronto empezó a quedarse sin liquidez.
Los rumores de sus problemas
bastaron para desplomar sus acciones y hacer que algunos especuladores se
vieran atrapados desatando un pánico bancario entre muchos ahorradores. La
retirada de fondos masiva forzó al gobierno a emitir deuda pública para comprar
acciones del banco y levantar su precio. El rescate a costa de deuda salvó a
ahorradores pero también a especuladores que detectaron el patrón que definiría
el futuro: los episodios de gran crisis bancaria se saldaban con el apoyo y el
dinero del Estado.
España fue epicentro de la
primera crisis del siglo XIX. La pérdida de sus colonias dio lugar a la emisión
de bonos por parte de países de nuevo cuño en los mercados como Colombia, Perú,
Chile, México o Guatemala que entre 1822 y 1825 colocaron en el mercado 21
millones de libras (unos 2.015 millones de euros actuales). La mayoría de los
acuerdos se cerraba con información poco fiable, en ocasiones difundida por
periodistas pagados para ello. Hasta tal punto subió la fiebre que se llegaron
a vender en el mercado “Poyais”, bonos de un país inexistente.
Los inversores no investigaron si
México y Colombia tenían un sistema de impuestos preparado para pagar los
intereses que sus bonos prometían. Igualmente asumían que la enemistad entre
Madrid y Londres lanzaría a Inglaterra al rescate financiero de esos países si
entraban en apuros, aunque sólo fuera por dañar al imperio enemigo. Pero no fue
así.
Cuando las apuestas se vinieron
abajo, un 10% de los bancos que habían hecho esas apuestas en Inglaterra y
Gales quebraron. En lugar de exigir a los inversores que conozcan o estudien en
qué activos apuestan su dinero, el banco central británico puso de nuevo fondos
públicos para el rescate y solucionó el problema igual que lo hace España hoy:
creando “megabancos” a través de procesos de fusiones y concentraciones. Entre
ellos nació el Royal Bank of Scotland, tan grande que desde 2009 todavía es la
mayor quiebra europea. En el Reino Unido, hoy cuatro bancos acumulan el 75% de
los depósitos del país. España ha apostado tras la crisis financiera por un
modelo similar al británico con cuatro grandes bancos demasiado grandes para
quebrar.
Si en el siglo XX se vivió la
burbuja de la nueva tecnología, la de las punto.com, en el siglo XIX esa
burbuja fue la del ferrocarril. Las valoraciones de algunas compañías
ferroviarias tocaron el disparate. Sus ganancias no justificaban el precio de
sus acciones pero los bancos siguieron invirtiendo en ellas sabiendo que
recibirían crédito de bancos centrales como el Banco de Inglaterra. Pero cuando
explotó la burbuja comenzaron a caer algunos de los grandes inversores, entre
ellos bancos americanos o británicos como el Western Bank of Scotland que
convirtieron el miedo en pánico global. El año se cerró con 135 quiebras bancarias
y 42 millones de libras de los ahorradores en el aire.
A corto plazo volvió al rescate
el dinero público. Pero The Economist defendió en aquella fecha otra
solución y subraya una de las paradojas de esta historia: en 1866 Overend &
Gurney, uno de los grandes prestamistas del país, necesito un rescate público.
El Banco de Inglaterra se lo negó. “El país vivió 50 años de calma y prudencia
financiera”, concluye The Economist.
1907 Y 1929: LAS CRISIS
DEL SIGLO XX
Los pánicos bancarios fueron
relativamente frecuentes en los primeros años del siglo XX. En 1907,
John Pierpont Morgan forzó a los demás bancos a desplegar sus fondos privados
para un auto-rescate. Los tipos habían subido hasta el 125% y JP forzó la
creación de un fondo de 25 millones de dólares para salvar al sistema
financiero de sus apuros del momento. Finalmente, fueron necesarios 500 y su
origen volvió a ser el de los fondos públicos. A cambio, el gobierno creó un
"prestamista de último recurso": la Reserva Federal.
De sobra conocida es, también la
crisis de 1929. Entre esa fecha y 1993, 11.000 bancos
quebraron. Los consumidores vieron como se creaba el Fondo de Garantía de
Depósitos en Estados Unidos pero, a cambio, el Estado inyectó una cantidad
masiva de fondos de hasta 1.000 millones de dólares de la época para 6.000 de
las entidades que quedaron en pie. La solución volvía a ser que asumieran los
riesgos bancarios los contribuyentes a través de sus impuestos.
La actual crisis ha
vuelto a repetir el esquema de rescates que lleva planteándose desde hace tres
siglos, tanto en España como en el resto del mundo. The Economist
plantea si no ha llegado el momento de probar otra fórmula a la vista de las
recurrentes tensiones en que incurren los bancos: devolver el riesgo al sector
privado depositándolo íntegramente en los accionistas de las entidades y en sus
depositarios. El coste de los créditos se encarecerá y la concesión menguará
--advierte el semanario tras su análisis histórico, antes de concluir-- pero
quizá ha llegado el momento de terminar con el pago con dinero público de
aventuras privadas "tras cientos de años en los que la industria
financiera ha empujado en la dirección contraria".
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