Por Rafael Silva
Rebelión, 23/04/2014.
“Pienso que las instituciones bancarias son
más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el
combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados
controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en
torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de
la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se
despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron.” (Thomas Jefferson)
Y la cita de Jefferson se hizo realidad. En muchos artículos hemos
tratado el tema de la nacionalización de la banca, normalmente inserto en el
gran tema de la necesidad de nacionalización de los grandes sectores
estratégicos de la economía, para que dichos sectores y empresas pasen a formar
parte del erario y del control públicos, pero no sólo ello, sino además, se
ejerza sobre estos sectores una planificación democrática. Esto es, no sólo hay
que pasarlos a propiedad pública, sino además, conseguir que estén gobernados y
controlados por la propia clase trabajadora. Pero de entre todos ellos, quizá
el sector bancario y financiero sea el más urgente, porque los desmanes de la
banca privada en nuestro país han sido especialmente sangrantes. Todavía colean
la estafa de las participaciones preferentes, y los continuos deshaucios a
personas que no pueden continuar pagando sus hipotecas, debido a las
condiciones sobrevenidas de pérdida de empleo o de todo tipo de prestaciones.
Como decimos, el panorama es desolador, y especialmente sensible, máxime cuando
estamos hablando de una serie de entidades que han sido rescatadas en su
mayoría con dinero público, mediante fondos de la Unión Europea, del Banco
Central Europeo y del propio Estado Español, a través del FROB.
Precisamente, el Banco Central Europeo ha facilitado ingentes cantidades
de dinero a las entidades bancarias europeas para proveer de liquidez a las
mismas mediante operaciones de préstamo (LTRO) ya que eran incapaces de obtener
financiación por sus propios medios, desde la crisis de confianza global que
estalló en 2007. En el momento más crítico para el sistema bancario europeo,
julio de 2012, el BCE llegó a prestar la friolera cifra de 1,23 billones de
euros a las entidades europeas (402.000 millones de euros a las entidades españolas).
De hecho, en diciembre de 2013 todavía el sistema bancario europeo adeudaba más
de 718.000 millones de euros al BCE (las entidades españolas debían más de
200.000 millones de euros). Y como decimos, es un sector tremendamente
poderoso, en esta etapa de total financiarización de la economía, la última
etapa del decrépito sistema capitalista. Los activos de los bancos superan el
350% del PIB de toda la Unión Europea. Y está comprobado que únicamente la
quiebra de una de las 30 entidades de mayor tamaño causaría el colapso del
conjunto del sistema financiero. Hasta septiembre de 2011 (últimos datos
publicados por la Comisión Europea) los distintos gobiernos de los Estados
miembros de la UE habían aprobado ayudas públicas para el sistema bancario por
un importe de 4,5 billones de euros entre inyecciones de capital, garantías,
remodelación de activos, y medidas varias de liquidez. A esto hay que añadir
los préstamos del Banco Central Europeo, lo que situaría el montante de ayudas
aprobadas en más del 45% del PIB de la Unión Europea.
Lo que se impone pues es la nacionalización completa de todas las
entidades, resaltando las palabras "completa" y "todas".
Completa en el sentido de que no podemos nacionalizar temporalmente, como se
está haciendo hasta ahora en el Gobierno de Rajoy (que además presume de ello),
sino definitivamente. No tiene sentido pasar a propiedad del Estado una entidad
que ha de asumir pérdidas, para que dichas pérdidas las asuma el Estado, sea
saneada, y a continuación vuelva a ser privatizada. Dicha práctica representa
una clara estafa y un insulto a la ciudadanía. Hemos querido resaltar también
la palabra "todas", en el sentido de que no pueden ser únicamente
nacionalizadas las Cajas, o las entidades pequeñas, sino el conjunto, la totalidad
de Cajas y Bancos privados españoles, es decir, absolutamente todo el sector
financiero español. En caso contrario, dentro de unos años nos encontraremos en
la misma situación. Precisamente, una de las principales lecciones de esta
crisis es que la gestión de los ahorros de la sociedad no puede quedar en manos
privadas. Su montante, su poder económico es tan inmenso, que si esto sucede,
como ha ocurrido en el pasado, y continúa ocurriendo ahora, desarrollan un
grado de influencia y de poder sobre los Estados y sus políticas totalmente
indeseable.
Si no desarrollamos e implementamos controles sobre su propia actividad,
sus procedimientos y sus intereses, su propia filosofía, que es la competencia
por el máximo beneficio, nos conducirá a nuevas crisis, que a su vez nos
traerán nuevos desastres sociales. Para los lectores aún no convencidos de este
hecho, piénsese por ejemplo en figuras como la de Miguel Blesa, como prototipo
y modelo de banquero corrupto y despiadado, capaz de vivir rodeado de un lujo descomunal,
mientras sus clientes son vilmente estafados mediante productos financieros
tóxicos. Por todo ello, es totalmente necesaria, imprescindible, la
nacionalización de las entidades bancarias, y convertirlas en un Sistema de
Banca Pública, regido por parámetros éticos de funcionamiento e intereses. Eso
permitiría tanto la reducción ordenada de un sistema financiero ya de por sí
hipertrofiado, así como convertirlo en un pilar fundamental para una
planificación democrática de nuestra economía. Lo deseable es que también
pudiéramos extrapolarlo al Banco Central Europeo, conviertiéndolo también en
una entidad sometida a control democrático y cuya actuación esté dirigida al
interés general, pero esto ya es otra historia.
De todos modos, parece que se abren nuevos horizontes para la aceptación
social de estas ideas, debido a la concienciación que los nuevos movimientos
sociales están promoviendo (PAH, Stop Deshaucios, Plataforma para la
Nacionalización de la Banca, etc.). Quizá nunca antes habíamos contado con un
ambiente social más favorable a estas ideas. En palabras de Alberto Arregui:
"La expresión en el sector financiero de la grave crisis de
sobreproducción capitalista, ha puesto al descubierto ante millones de personas
el verdadero carácter de la clase dominante, una pandilla de parásitos inútiles
que roban a manos llenas el fruto del esfuerzo de las familias trabajadoras.
Quizá el concepto de plusvalía queda fuera del alcance de las masas del pueblo,
pero todo el mundo entiende que los banqueros son sanguijuelas que viven de la
sangre del pueblo trabajador". Estamos totalmente de acuerdo con el
dirigente de IU, y en ejemplos concretos como el que hemos puesto algunas
líneas más arriba, se puede comprobar fehacientemente.
Se vuelve por tanto un imperativo social y económico la nacionalización
del sector financiero español. Se convierte en una urgencia social, debido
precisamente al drama humano generado por las malas prácticas ejecutadas por
sus dirigentes. El sector financiero tiene que dejar de estar en manos
privadas, hemos de arrebatarle su poder y su dominio, ya que la solución de
nuestros problemas es incompatible con la existencia de un sector bancario
privado. El sector financiero ha de ser público, controlado por el conjunto de
la sociedad, puesto al servicio de sus intereses, y de sus necesidades. Es la
única garantía de evitar las desastrosas y devastadoras consecuencias de su
tremendo poder, de su órbita de influencia, que sus innumerables lobbies
ejercen, controlando el gigantismo al que tiende el sector, y el proceso de
canibalización que el mismo realiza sobre la economía real. Acabar con la
especulación, dotar al sector bancario público de unas prácticas fundadas sobre
la ética y los criterios de necesidad social, y llevar a todos los dirigentes
de las entidades financieras privadas ante la Justicia. Esto es lo que hemos de
hacer.
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