Por Alberto Montero Soler
Diccionario Crítico de Empresas Transnacionales
La banca pública es una
institución crediticia en la que el control y gestión están en manos de alguna
administración pública o del Estado. El concepto de banca pública ha tomado
mayor relevancia en plena crisis financiera y económica, porque plantea una
solución a la paralización del crédito al resto de la economía por parte de la
banca privada que controla este sector estratégico.
La crisis financiera ha puesto de
manifiesto la centralidad del crédito en el proceso de acumulación capitalista
y el monopolio del que goza para su creación y gestión la banca privada. Estas
instituciones han sido, tradicionalmente, las encargadas de canalizar, bajo la
forma de créditos, los ahorros generados por aquellos agentes económicos que
tenían capacidad de ahorro hacia aquéllos que tenían necesidad de financiación,
ya fuera para inversión en procesos productivos o para el consumo. Por lo
tanto, su papel en el proceso de acumulación es central, por cuanto facilitan
que el dinero, aceite fundamental de dicha dinámica, no quede represado y fluya
hacia allí donde pueda resultar necesario.
En este sentido, uno de los problemas
más graves a los que se han enfrentado las autoridades monetarias de los
distintos países afectados por la crisis ha sido el intento de conseguir que
los bancos privados sigan manteniendo abierto el circuito del crédito para el
resto de la economía. Para ello se han dedicado cantidades ingentes de recursos
públicos a recapitalizar a esos bancos privados como paso previo para, después
y a través de la concesión de fondos a tipos de interés irrisorios por parte de
los bancos centrales, tratar de que aquéllos los canalizaran hacia el SECTOR
PRIVADO. Nada de ello ha funcionado: los bancos privados han
preferido recolocar los recursos que conseguían en depósitos en el propio banco
central antes que reactivar el crédito.
Esto pone de manifiesto dos cosas
singularmente relevantes. La primera, que el sistema financiero constituye un
sector estratégico de cualquier economía capitalista: sin fluidez en la
circulación del dinero se estancan tanto la acumulación como la circulación de
la producción. Y, la segunda, que los intentos por estimular mediante
incentivos a dicho sector buscando que recupere la normalidad en su actividad
han sido un absoluto fracaso puesto que han primado los intereses particulares
frente al desempeño de la responsabilidad económica que les corresponde
desarrollar en el seno de las economías.
La necesidad de una banca
pública
Todo ello ha abierto un debate
que parecía clausurado hacía lustros: la importancia de una banca pública capaz
de competir con la privada en determinados sectores de negocios pero, sobre
todo, de mantener el crédito hacia la economía privada que lo necesita para el
desarrollo cotidiano de su actividad.
Y es que la ofensiva neoliberal
de la década de los ochenta y noventa se llevó por delante, en la mayor parte
de los países, incluido España, una banca pública que, allí donde existía, fue
masivamente privatizada. Desde ese momento, el circuito del crédito quedó en
manos del SECTOR
PRIVADO y fue puesto al servicio de sus propios intereses y de una
actividad que, de la mano de los procesos de desregulación financiera, se
orientó hacia la especulación en los MERCADOS
financieros internacionales.
La crisis, entonces, no sólo ha
puesto de manifiesto los excesos del sistema financiero sino también las
carencias de los poderes públicos en materia de control sobre este sector
estratégico de sus economías. Sus capacidades supervisoras se han visto
desbordadas por las dinámicas de INNOVACIÓN
financiera desarrolladas por los bancos y resto de los agentes financieros
privados y la reactivación de la actividad tradicional del crédito, eje central
de gran parte de las ayudas, ha quedado relegada a un segundo plano a la espera
de enjugar los efectos que los excesos de su actividad especulativa han causado
sobre sus balances.
Ante este panorama la necesidad
de recuperar una banca pública se vuelve imperiosa. No sólo como medida
coyuntural para hacer frente a los estragos de la crisis sobre el crédito a
empresas y familias; sino también como medida estructural para evitar que en el
futuro esta situación pueda repetirse. Porque, además, la experiencia de
determinados países en los que sí existe una fuerte presencia de banca pública
indica que, precisamente, ésta es un importante motor para el desarrollo
económico y la estabilidad financiera. Baste citar, en este sentido, el papel
que la banca pública tiene en los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China),
es decir, en las nuevas potencias emergentes. Así, el 75% del sistema bancario
indio es público y los porcentajes son del 69%, del 45% y del 60% en China,
Brasil y Rusia, respectivamente; siendo, además, de propiedad estatal los
principales bancos de esos países. Ese elevado porcentaje de presencia de la
banca pública ha influido decisivamente en el hecho de que, entre 2000 y 2010,
el PIB de esos países creciera un 92,7%, mientras que el crecimiento del PIB
mundial apenas lo hizo en un 32% y el de las economías industrializadas se
limitó a un débil 15,5%.
Banca pública para
afrontar la crisis financiera
Nadie puede tampoco dudar de que
la actividad desplegada por la banca pública durante el período de crisis ha
permitido a esas economías capear el temporal de la crisis financiera mucho
mejor que lo han hecho las economías desarrolladas, carentes de control
estratégico sobre dicho sector. Así, mediante la concesión de créditos
contracíclicos y otros mecanismos que actuaban contra el estrangulamiento del
crédito, la banca pública no sólo consiguió menguar los efectos de la crisis
sobre la economía sino que también mejoró su posición competitiva frente al
sistema bancario privado. Todo ello era respaldado por la utilización que las
administraciones públicas hacían de esos bancos para mantener sus cuentas y
realizar sus operaciones corrientes y por la confianza que ello generaba sobre
su solvencia en el SECTOR
PRIVADO, lo que se traducía en una mejor cobertura de sus pasivos y
en un incremento de la capacidad de préstamo. Pero es que, además, estos
resultados no se limitan tan sólo a esos países en concreto y a los que se les
podría imputar otros factores estructurales que explicaran su buen desempeño
económico de los últimos años.
En un reciente estudio también se
pone de manifiesto para una muestra de más de 120 países durante el período
1995-2007 que aquellos países que presentaban un grado más elevado de propiedad
pública en el sistema bancario habían crecido más rápido que aquellos en los
que la propiedad del sistema bancario estaba mayoritariamente en manos del SECTOR
PRIVADO.
La conclusión de todo ello es
simple: existen evidencias empíricas contemporáneas que justifican la necesidad
de que los estados mantengan una fuerte presencia pública en el sistema
bancario, tanto como mecanismo para promover un crecimiento económico más
estable como para prevenir y contener los efectos de las crisis financieras y bancarias
sobre la economía real.
BIBLIOGRAFÍA:
ANDRIANOVA, S., DEMETRIADES, P. Y SHORTLAND, A.
(2009): “Is government ownership of banks really harmful to growth”, Working
Paper, University of Leicester.
LAPAVITSAS, C. (2009): “Systemic failure of private
banking: A case for public banks”, Research on Money and Finance,
Discussion Paper nº 13.
MICCO, A. Y PANIZZA, U. (2005): Public
banks in Latin America, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington.
PLATAFORMA POR LA NACIONALIZACIÓN
DE LAS CAJAS DE AHORROS (2012): ¡Banca pública! Rescatemos nuestro futuro,
Icaria, Barcelona.
THE ECONOMIST (2010): “Mutually assured
existence. Public and private banks have reached a modus vivendi”, Special
report: Banking in emerging markets, 13 de may
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario