Por Ana Balseiro
La Voz de Galicia,
25/08/2016.
Tras años de apostar sin fisuras por una política comercial
de cero comisiones para los clientes, la banca española está virando. Se impone
la necesidad de mitigar la caída del negocio tradicional, fuertemente
presionado por el entono de tipos bajos -e incluso negativos-, que comprometen
su rentabilidad. Por eso, además de los ajustes vía gastos -reducción de red o
una segunda ronda de fusiones-, las entidades estrujan su inventiva para
reflotar los balances generando más ingresos a través del cobro de comisiones
por sus servicios: desde la gestión de fondos y planes de pensiones hasta
cualquier tipo de asesoramiento.
Según los datos de las patronales del sector, AEB y CECA, en
el primer trimestre del año -último dato cerrado- las entidades españolas
(excluido el negocio internacional) ingresaron por comisiones 2.530 millones de
euros, o lo que es lo mismo, prácticamente 30 millones al día, coincidiendo con
la entrada en vigor de la nueva normativa sobre comisiones por disposición de
efectivo en los cajeros.
Porque la decisión de Caixabank de cobrar dos euros por el
uso de sus cajeros a los no clientes de la entidad, y el efecto arrastre entre
el resto de bancos, se tradujeron en una penalización para el bolsillo de los
usuarios, denunciada reiteradamente por las organizaciones de consumidores y
que incluso obligó al Ejecutivo a regular para evitar la doble comisión.
Un reciente informe de Competencia concluyó, de hecho, que
la entrada en vigor del nuevo modelo ha favorecido especialmente a las grandes
entidades, propietarias de las mayores redes de cajeros, que han triplicado
(pasando de 0,65 euros a una horquilla de entre 1,80 y 2 euros) la tasa que
cobran a otros bancos por el uso que sus clientes hacen de los cajeros.
Aviso de patronal y
regulador
En abril el presidente de la Asociación Española de Banca,
José María Roldán, fue el primero en enviar un aviso a navegantes al advertir
que «el cliente tendrá que acostumbrarse a pagar por los servicios bancarios».
El Banco de España recogió el testigo en su Informe de Estabilidad Financiera
de mayo, en el que su receta para que el sector salve los muebles incluía que
«refuercen sus ingresos mediante la provisión de servicios a sus clientes». Es
decir, más comisiones, recomendación idéntica a la llegada desde el Banco
Central Europeo (BCE).
Y el sector -con algunas excepciones- se ha replanteado su
estrategia de comisiones cero, lo que se traduce en un incremento de sus
ingresos por esta vía, como constató el pasado julio el Banco de España en su
último Boletín Económico.
Según el servicio de estudios del BBVA, las comisiones
suponen el 23 % de los ingresos de la banca española, pero aún están por debajo
del porcentaje de Alemania (27 %) o Francia e Italia (33 %), lo que aún da
margen. Frente a la presión del sector, la resistencia de los usuarios. En el
último informe realizado por Adicae, esta organización de consumidores sostenía
que las comisiones que las entidades cobran a sus clientes se han incrementado
en un 25 % anual: hoy un cliente medio paga casi 400 euros al año, casi 80 más
que doce meses atrás. El colectivo insistió además en «la desproporción» de los
importes que se aplican al usuario (por ejemplo, cobrar 50 euros por tener un
descubierto de 30 euros en la cuenta durante 24 horas), que disparan el
descontento y las quejas. Los últimos repuntes se están notando en
mantenimiento de cuentas o en la nuevas tarjetas a los clientes menos
fidelizados.
De hecho, desde Facua recuerdan que la banca es uno de los
sectores que mayor número de reclamaciones y denuncias concentra por parte de
los usuarios, y que la laxitud legal para cobrar comisiones por cualquier tipo
de servicio complica el proceso.
«Los bancos ya cobran en muchas ocasiones comisiones de
mantenimiento y administración en cuentas abiertas por obligación de la propia
entidad para domiciliar pagos, como las hipotecas», destacan fuentes de Adicae,
que añaden que «el usuario debe rechazarlas».
¿Acabarán cobrándonos
hasta por tener el dinero en un depósito?
¿En esta lucha sin cuartel por arañar ingresos tendremos que
acostumbrarnos también los clientes a que el banco nos cobre, en un futuro
próximo, por depositar nuestro dinero? La respuesta, hoy, es que no. No, al
menos, para los clientes minoristas. «Sería meterse en un terreno complicado, y
mucho más en un escenario de competencia feroz como el que tenemos, donde si tú
cobras y el vecino no, pierdes al cliente», señalan fuentes del sector.
Es decir, que las entidades financieras españolas no van a
aventurarse por esa vía para compensar el lastre de los tipos cero. Antes,
concluyen, está la fórmula de elevar las comisiones y cobrar por servicios
hasta ahora gratuitos. «Los bancos han decisido, de momento, asumir ese coste
de los tipos contra su cuenta de resultados, liberando a sus clientes de
pagarlo. ¿Cuánto tiempo? No sabemos cuánto tiempo va a mantener esta política
monetaria el BCE, si comienza a retirarla y a normalizar los tipos, tal y como
reclaman ya organismos internacionales», resumen desde la Asociación Española
de Banca.
Deshojando la
margarita
Pero aunque parece haber consenso sobre que los pequeños
ahorradores son intocables, no lo hay tanto en el caso de los inversores
institucionales y las grandes empresas.
En este ámbito las firmas españolas sí parecen estar más
dispuestas a seguir el camino abierto por entidades europeas, como el Royal
Bank of Scotland (RBS) o algunos pequeños alemanes, que penalizan en algunos
casos los depósitos de los grandes inversores.
Otras grandes entidades ya lo está haciendo. En el BBVA, por
ejemplo, internamente ya se sabe de alguna gran operación cobrando. «Nosotros,
de momento, no lo hemos decidido. Pero todo apunta a que sí puede pasar. Si los
grandes comienzan, es cuestión de tiempo que todos vayamos detrás», confirman
desde una entidad mediana, apuntando, además, que los institucionales sondeados
«se lo han tomado bien, lo tienen asumido», del mismo modo que en su día se
acostumbraron a las rentabilidades negativas del refugio del dinero por
excelencia: el todopoderoso bono alemán.
«Tenemos margen todavía y otras opciones», coinciden todas
las fuentes financieras, sobre todo porque, explican, eso supondría un impacto
grande en la clientela tradicional.
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