sábado, 5 de enero de 2019

La crisis del Deutsche Bank: tiempos difíciles para el gigante alemán


Por Ana Carbajosa
El País, 31/12/ 2018.          

Será necesario que pase mucho tiempo para que la imagen de la nube de furgones policiales a las puertas del Deutsche Bank en Fráncfort se difumine de la memoria financiera de los alemanes. Hasta 170 agentes buscaron en una aparatosa operación durante dos días pruebas en un supuesto delito de lavado de dinero en paraísos fiscales hace tres semanas. La fiscalía de Fráncfort prosigue su investigación, sin que de momento hayan trascendido nuevos detalles de unas pesquisas que están lejos de constituir un caso aislado. En el Deutsche Bank llueve sobre empapado.

El gran banco europeo encadena desde hace años escándalos financieros, que han minado su credibilidad y su rentabilidad. La nueva dirección del banco apura una reestructuración con la que aspira a desmarcarse de un pasado plagado de multas y de desmesuradas ambiciones expansionistas, que marcaron el inicio de su declive. Sin dejar de ser una banco global, quieren poner ahora el foco en Europa e inclinar la balanza hacia banca tradicional. Mientras, en Berlín las especulaciones sobre una posible fusión con el otro gran banco, el Commerzbank cobran creciente intensidad.

Este penúltimo escándalo, el de los furgones a las puertas de la entidad, está relacionado con los llamados Papeles de Panamá. Las autoridades alemanas sospechan de que al menos dos empleados del banco no alertaron de operaciones de lavado de dinero en paraísos fiscales pese a tener conocimiento. Las operaciones las llevó a cabo una supuesta subsidiaria en las islas Vírgenes, que gestionó al menos 311 millones de 900 clientes. Este caso se solapa con el del Danske Bank. En esta ocasión, el Deutsche Bank actúo como corresponsal de una filial estonia del danés, que presuntamente canalizó hasta 150.000 millones de dólares bajo sospecha, procedentes de clientes rusos y de países de la antigua unión Soviética. El banco alega que no era su responsabilidad vetar a los clientes de Danske y que se desvinculó de la entidad en 2015.

Son solo los dos ejemplos más recientes, porque el nombre del banco alemán aparece con insistente frecuencia cuando salen a la luz nuevos escándalos financieros. La empresa ha pagado en la última década 17.000 millones de euros en multas y acuerdos judiciales. El año pasado por ejemplo, las autoridades financieras de EE UU y Reino Unido multaron al banco con 553,5 millones de euros por no haber detectado e impedido el lavado de 10.000 millones de euros procedentes de Rusia.

El Deutsche Bank suspendió además el pasado verano los test de estrés de la Reserva Federal estadounidense, que mostró preocupación por las debilidades de la entidad en relación con su “capacidad y control de datos que respaldan su proceso de planificación de capital, así como sus enfoques utilizados para pronosticar los ingresos y las pérdidas bajo estrés”.

Nicolas Veron, investigador del Instituto Peterson para la Economía Internacional, cree que “es evidente que los sucesivos equipos de dirección han cometido muchos errores estratégicos y eso se nota en el precio de las acciones”. Pero a la vez piensa que “los accionistas ven al Deutsche Bank como un banco con muchos problemas, pero que no es insalvable. Es un banco que todavía tiene un valor en bolsa”. No cree además, que la actual crisis sea existencial. “Si los supervisores pensaran que atraviesa una crisis vital, actuarían de otra manera”, sostiene.

Pero el precio de las acciones sigue a la baja y pese a la esperanza que inyectan sus directivos, el banco no consigue superar el descalabro y la herencia de la crisis financiera que estalló hace ya diez años. El Deutsche Bank se había empeñado entonces en emular a los grandes bancos de inversión de Wall Street de la mano del polémico Josef Ackermann y lo consiguió. Pero su prometedor futuro se vio truncado por la crisis financiera, que castigó al banco por su implicación en el manejo de productos tóxicos. Aquellas ambiciones trasatlánticas marcaron el inicio de la desgracia del gigante financiero, cuyas ensoñaciones como banco de inversión global nunca terminaron de cuajar en tierras del capitalismo renano. Frente a la banca tradicional alemana, más centrada en la banca minorista, el Deutsche Bank quiso convertirse en el gran banco de inversión global y esa estrategia le ha reportado en los últimos años pérdidas y multas multimillonarias.

A sus 148 años, el banco se esfuerza en virar el rumbo y en mirar más hacia Europa y Alemania, donde cuenta con 20 millones de clientes y a primar la banca tradicional frente a la de inversión. El nuevo consejero delegado, Christian Sewing, nombrado en abril tiene por delante una tarea titánica. Se ha propuesto reducir costes, enderezar la situación legal y sobre todo, recuperar la credibilidad del banco.

Plan estratégico

En mayo, el Deutsche Bank anunció un plan por el que prevé suprimir más de 7.000 puestos de trabajo en el marco de sus objetivos de reducción de costes. Los resultados presentados en octubre indican que el banco obtuvo un beneficio neto atribuido de 692 millones de euros, lo que supone un 58% menos que el año anterior. Aún así, Sewing ha considerado que están “en buen camino para ser rentables en 2018, por primera vez desde 2014”. Sin embargo, si su plan estratégico no funciona, la opción de la fusión con otro banco –suena mucho el Commerzbank- podría pasar, según los analistas a ser una opción más realista.

De momento, los mercados no han mostrado excesiva confianza en la reestructuración. Este año, el banco ha registrado una caída de casi el 50% del valor de sus acciones y algo menos de dos tercios en los últimos tres años. “Eso indica también que los analistas financieros son también escépticos respecto a una posible fusión con Commerzbank”, interpreta Angelo Baglioni, economista de la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán. Una fusión con un banco minorista permitiría sinergias, es decir, abaratar costes, pero Baglioni sin embargo no cree que “una fusión de dos bancos débiles vaya a solucionar los problemas de falta de controles internos”, que han lastrado al banco alemán. Commerzbank tampoco atraviesa un gran momento y se encuentra inmerso en su propio proceso de reducción de costes y registra asimismo, una caída del precio de las acciones.

Con o sin el Commerzbank, la deficiente salud del gran banco alemán no tiene, según Veron, por qué pasar factura al resto del sector ni desatar temblores financieros que puedan preocupar a Berlín. “No hay un problema de estabilidad financiera, no creo que suponga un problema para la economía alemana ni para la europea. El problema es para los accionistas”, insiste Veron. Algo parecido le dijo recientemente el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz a la agencia Reuters: “Nadie en el ministerio de Finanzas pasa noches en vela por el Deutsche Bank. Yo tampoco”.

Indicios de fraude fiscal en el pago de dividendos

Hay “un montón de indicios” de que algunos directivos discutieron “los riesgos de reputación” de la participación de Deutsche Bank en un esquema de intercambio de dividendos en la mayor investigación de fraude desde la posguerra de Alemania, concluye una auditoría interna a la que tuvo acceso Reuters. Según este informe, Deutsche Bank emitió certificados de impuestos y otorgó préstamos a clientes para permitirles participar en el esquema para reclamar reembolsos de impuestos. La fiscalía alemana dice que engañaron al Gobierno al simular que las acciones tenían múltiples dueños el día de pago de dividendos para obtener créditos fiscales. Las autoridades dicen que el fraude, bautizado como cum-ex, involucra a otros bancos.

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