Por Daniel Caballero
ABC, 13/01/2019.
La tecnología todo lo inunda y no queda un solo rincón sin
que internet esté presente. De hecho, las empresas más valiosas del mundo son
tecnológicas. Amazon, Facebook, Google, Apple... son solo algunos de los
gigantes que mueven los «hilos electrónicos» del mundo. Como ejemplo, este
último gestiona unas 3.500 millones de búsquedas diarias, con una población
mundial de más 7.600 millones de personas; la red social aglutina 2.200 millones
de cuentas activas; y la tienda online ya es la sociedad con mayor valor
bursátil del globo, más de 800.000 millones de dólares. Y, ahora, su objetivo
más que nunca está en el dinero; pero no en acumularlo, sino en gestionarlo.
Google recibió esta semana una nueva licencia para operar en
Irlanda (y, por ende, toda la Unión Europea) como entidad de pago y hace dos
semanas lo mismo en Lituania. Las autorizaciones son idénticas entre sí y, de
hecho, la multinacional ya poseía una en Reino Unido pero el Brexit les ha
obligado a moverse con premura para mantener abierto el mercado comunitario,
como le ocurre a tantas otras empresas ante la amenaza de su salida de la UE.
De esta manera, el buscador puede realizar transferencias, domiciliaciones,
gestionar tarjetas... todo ello como si de un banco se tratara, pero sin serlo
realmente. Misma o idéntica situación se da en Facebook, Apple o Samsung,
habilitadas para operar como entidades de pago.
«Cuantas más empresas haya, mayor será la competencia y
prestarán un mejor servicio al cliente, que tendrá nuevos servicios o los
mismos pero a un menor coste», dice Antonio Herráiz, director del Programa de
Banca Digital, Innovación y Tecnología Financiera del Instituto de Estudios
Bursátiles (IEB). Dicha competencia por parte de las tecnológicas abre un nuevo
planteamiento en los pagos en el sector bancario, ante lo cual este llama a que
se dé en las mismas condiciones. La Asociación Española de Banca (AEB) y la
Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) celebran la entrada de las
llamadas «big tech», con condiciones. Ambas patronales exigen que tengan que
estar sujetos a la misma regulación, supervisión y obligaciones, por el bien
del consumidor, porque lo que importa «es qué se hace, no quién lo hace»,
afirman desde la CECA.
Juan Abellán, profesor de Finanzas de EAE Business School,
destaca que las tecnológicas «juegan en otra liga», en referencia a que no
tienen el nivel de control ni las garantías de la banca. Frente a ello,
considera que «con la excusa de ofrecer mejores servicios toman posiciones
ventajosas que pueden ser preocupantes y acabar en que dominen el mercado».
Esa preocupación la ponen de manifiesto las dos patronales
del sector financiero, aunque con matices. La AEB señala que su entrada
necesita de un análisis sobre impacto en la competencia, la estabilidad
financiera y la protección al consumidor para evitar «nuevas formas de
concentración y riesgos sistémicos». La CECA, en cambio, va más allá en su
ofensiva: «El modelo principal de negocio de Google está basado en la venta de
información. Si algo es bueno y gratis, el producto eres tú. A quién puede
Google vender los datos financieros de un consumidor y lo que se puede hacer
con ellos es algo más cuestionable y que es normal que despierte
susceptibilidades en muchos clientes. Que se sepa que soy de un equipo de
fútbol, que me gusta un tipo de películas o que estoy buscando determinadas
cosas en internet no es lo mismo que conocer mi situación financiera». En otras
palabras, alerta de que la confianza puede verse quebrada, más cuando estas
compañías viven de los datos de sus clientes. Facebook, por ejemplo, es uno de
los casos más preocupantes por su política de venta de información sensible de
usuarios y los hackeos sufridos. «Es un riesgo enorme», dice Abellán, de EAE.
Por ello, las fuentes consultadas reclaman que sean los
legisladores quienes pongan coto a la actividad de las «big tech». «La forma de
mitigar el riesgo está dentro de las instituciones y reguladores. Que tengan
que suministrar la misma protección que la banca otorga a sus clientes»,
asegura Herráiz, de IEB. E idéntica petición hacen las patronales: que todos
los operadores participen, sí, pero con las mismas reglas de juego.
Los «neo bancos», el
riesgo real para el sector tradicional
Más allá de las «big tech», los expertos creen que serán los
«neo bancos» los que realmente planten cara al sector tradicional en su
negocio. Así lo transmite Rodrigo García de la Cruz, presidente de la
Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI). «Estos serán sus
competidores, los bancos digitales por sus propuestas más eficientes», dice.
No son pocas las ofertas que hay ya en el mercado
comuntiario. Es el caso de la entidad británica Monzo, la española BNext y la
alemana N26. Precisamente este último ha logrado recientemente una ronda de
financiación de 300 millones para continuar con su expansión. Ya opera en 24
mercados europeos y gestiona cuentas de 2,3 millones de clientes. Su
valoración, de hecho, ya está en los 2.700 millones de dólares, gracias a que
ha acogido a un nuevo tipo de cliente. «Hay millones de personas en todo el
mundo que siguen teniendo malas experiencias bancarias y pagan altas
comisiones», defiende Valentin Stalf, CEO y cofundador de N26.
«Su éxito acelerará la transformación digital de la banca»,
asegura García de la Cruz, al tiempo que recalca que todavía hay cierta
desconfianza, aunque decreciente, en apostar por las «fintech».
Reinventar el sector
Enrique Dans, profesor de Innovación de IE Business School,
defiende que poner barreras a Google, Facebook o Amazon es como tratar de
enjaular a las fieras. Ya no hay límites, y este experto considera un riesgo
«evidente» que estas compañías entren al sector. Pero no para los usuarios sino
para las entidades financieras. La razón: que las grandes tecnológicas tienen
más poder y capital que cualquier banco. «Los bancos tendrán que reinventarse,
cambiar su oferta de producto», dice Dans, en referencia a que lo tradicional,
por obsoleto, ya no será atractivo. Además, tendrán que lidiar con una
capacidad financiera y una filosofía nunca antes vista. «Su fama está en que
son capaces de perder dinero para solucionar un problema de un cliente», afirma
el experto de IE. Todo ello unido, incluso, a la «mala fama que tienen los
bancos».
El futuro es de las «big tech» -dicen los analistas- y con
el paso del tiempo colonizarán todos los estratos del sector financiero, aunque
nunca han demostrado esa postura. Tal es así que fuentes de Google, la última
en saltar al ruido mediático, señalan que no están inmiscuyéndose en el sector
bancario... en línea con la postura que la empresa siempre ha mantenido. No son
ni quieren ser competidores de la banca, dicen.
Lo cierto es que, pese a la postura que mantienen, sí que
abarcan actividades relacionadas con el sector financiero. Por ahora únicamente
se limitan a los pagos (Google Pay, Apple Pay, Samsung Pay y Facebook
Messenger, que dispone de esa función) y así consta en las licencias que cada
uno de ellos ha ido obteniendo con el paso del tiempo. De momento se mantienen
alejados de servicios esenciales como los préstamos o los depósitos, aunque los
expertos consideran que su estrategia no será la de entrar en todos los
ámbitos. «En el futuro será un modelo mixto. Pero no van a actuar en todas las
líneas de negocio; solo en las que mayor beneficio les reporte o las que más
datos les proporcionen», vaticina Herráiz.
Así las cosas, en el último ránking de competidores del
sector financiero elaborado por IEB, publicado en 2017, ninguna de las
principales sociedades bajaba del nivel 7 de riesgo sobre 10: Paypal (9),
Facebook (8), Google (8), Amazon (7) y Apple (7). «El sector financiero se basa
en datos e información y en este campo Google no tiene rival. Además cuenta con
talento, tecnología y capital suficiente, con lo que, unido a la gran cantidad
de información de los usuarios, podría adentrase mejor que nadie en los
servicios financieros», decía el estudio entonces.
El 45% de las entidades financieras tradicionales tiene ya
acuerdos con este tipo de compañías, mientras que el 82% de los bancos confían
en que estas alianzas aumenten en un plazo de cinco años
Precisamente, ante este tipo de amenazas los bancos
españoles se están posicionando para poder ofrecer las soluciones más
innovadoras a sus clientes. De su actitud se desprende esa intención de
adaptarse al entorno, de hacer que su postura se considere camaleónica.
Las principales firmas financieras de nuestro país tienen
claro -según transmiten en público- que en la digitalización debe estar buena
parte de su apuesta. Cada una ya cuenta con su propia aplicación móvil pero eso
no es lo más novedoso de su estrategia. Ninguna de ellas apuesta por confrontar
a las «fintech» o estos nuevos operadores tecnológicos sino que les dan la
bienvenida. Ante ello, la banca cada vez más se lanza a fomentar las «fintech»
para hacer suyas las mejores ideas.
Según datos de PwC, el 45% de las entidades financieras
tradicionales tiene ya acuerdos con este tipo de compañías, mientras que el 82%
de los bancos confían en que estas alianzas aumenten en un plazo de cinco años.
Y lo que es más clarificador: ponen el peligro el 24% de sus ingresos por
iniciarse en estas sociedades, que o bien pueden funcionar o fracasar en el
intento. Prueba de ello son apuestas como Albert, adquirida por Banco
Santander, o los entornos de desarrollo Open Marketplace de BBVA y Bankia Fintech.
Relevo generacional
Esto coincide, además, con el relevo generacional en las
entidades españolas. El Ibex 35 ha rebajado de 62 a 59 años la edad media de
sus primeros espadas en cuestión apenas de dos ejercicios, destacando relevos
precisamente de la banca.
Banco Santander nombró nuevo consejero delegado al italiano
Andrea Orcel (55 años) y BBVA consumó la sucesión de Francisco González con
Carlos Torres (52 años) en la presidencia y el turco Onur Genç (44 años) como
consejero delegado. Así, los expertos consideran que estas revoluciones también
obedecen a la necesidad de renovar las cúpulas por personal más joven... y
digital, que entienda las exigencias del presente pero también del mañana.
Siempre para responder con eficacia a los retos que plantearán -y ya lo hacen-
empresas como Google, Facebook o Amazon.
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