Por Juan Carlos
Escudier
Público.es, 31/12/2018
Si la hagiografía con la que se ha hecho despedir en el
semanal de El País se ha cumplido, Francisco González, adicto a la puntualidad
además de al dinero, habrá llegado esta mañana a las ocho en punto a la sede
del BBVA y las puertas se habrán abierto a su paso hasta la planta 16 donde
tiene su despacho. El banquero pronunciará en sus reuniones del día alguna
frase enjundiosa del estilo “¿cómo organizamos el mundo?” y al final de la
jornada estará ya dispuesto a hacerse un Cofidis y proclamar aquello de “éste
soy yo con 79,7 millones de euros”, que es la pensión que se lleva este
abnegado jubilado al bolsillo.
Nadie quería creer que este día podría llegar porque desde
2007 el broker que Aznar colocó al frente de Argentaria no había hecho otra
cosa que modificar los estatus del banco para esquivar el retiro. Su misión no
había concluido y eso es algo que no entendieron los consejeros delegados que
tuvieron que hacer las maletas, bien es cierto que llenas de billetes, cuando
comprobaron que ni el agua hirviendo era capaz de moverle de la silla.
González, o así se nos cuenta, es un visionario de la
digitalización que ha preparado el BBVA para un futuro que sigue sin llegar,
pero cuando lo haga se entenderá por qué hoy la entidad vale en Bolsa casi 15.000 millones de euros menos que cuando
tomó las riendas allá por 2001 o las razones por las que sus principales
inversiones han sido ruinosas pero estratégicas. Los accionistas que hoy le
despiden alcanzarán entonces a comprender el significado de la frase más
gloriosa del reportaje-entrevista de Prisa a este cerebro privilegiado de la
banca: “Cuando dice sí es porque vislumbra beneficios”.
Cualquiera con algún atisbo de humanidad lamenta este tipo
de despedidas y no puede sino acompañarlas de pañuelos de silencio y guitarras
llorosas mientras el barco se hace pequeño al alejarse en el mar. Es difícil
imaginar cómo este pobre multimillonario verá transcurrir las horas a partir de
ahora, sabiendo además que el golf sólo consuela un ratito antes del aperitivo
en el club. Pero hasta en eso ha pensado FG quien, por sorpresa, se hacía
nombrar presidente de honor del banco y de su fundación en el último consejo
del año.
Así que nuestro héroe no se retirará del todo, vigilante
siempre, la guardia alta, atento a los movimientos de su sucesor Carlos Torres
el “genuino”, dicho sea palabras del designado, no fuera a ser que le diera de
verdad por dirigir un banco y no una compañía tecnológica y destruyera la obra
de su antecesor dándole al delete. Junto a él, el turco Onur Genç, co-starringde la película en el papel
de consejero delegado, y al que habrá que ponerle subtítulos hasta que aprenda
español.
González, “tronco inclinado hacia delante” marcando el
rumbo, “cráneo despejado, con el cabello blanco de las sienes humedecido”,
“nariz prominente”, “gesto adusto”, se quita la americana marrón de Bruno
Cucinelli y se nos desnuda. Un banquero –nos dice- no puede tener amigos; las
personas que se suicidaron por los desahucios le producen “mucha tristeza”; la
entrada en la cárcel de su amigo Rato le hizo sentir “mucha pena”; ¿De
derechas? En absoluto. “Me gusta la democracia y el libre mercado”. ¿Religioso?
Sí, pero no mucho. ¿Frugal? Por supuesto. Con todo, lo mejor es su ejemplo a
esos muertos de hambre que han vivido por encima de sus posibilidades: “No
tengo hipotecas bancarias (….) Desde que me casé todo lo he pagado al contado.
Y si no lo tengo al contado –lo dice un hombre que no se ha descalzado en los
últimos tres lustros por menos de cinco millones de euros al año-, no me lo
compro”. Alucinante.
Se nos va y se nos queda un triunfador, un hombre hecho a sí
mismo, un ejemplo para el mundo de las finanzas, un espíritu 5.0 o más si cabe
en la placa base, el tipo que soñó con la banca móvil petrificado en la
poltrona, un banquero irrepetible que ni siquiera ha dado que hablar por la
obscenidad de su pensión multimillonaria. Dan ganas de que vuelva a cambiar los
estatutos del BBVA para que continúe un quinquenio más y abrir una cuenta en el
Santander por si lo hace.
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