Entrevista realizada por Enric Bonet
CTXT.es, 02/01/2019.
Cédric Durand es uno de los principales representantes de la
actual escuela marxista de economistas en Francia. Este profesor de economía de
la Universidad París XIII ha concentrado su trabajo en torno a la
financiarización, a través de obras destacadas como Le capital fictif o sus
contribuciones en los libros En finir avec l’Europe o Penser la monnaie et la
finance avec Marx. Autour de Suzanne de Brunhoff. Considerada una cuestión
secundaria por el marxismo ortodoxo, el mercado financiero tiene un rol
fundamental en el capitalismo actual. Así lo evidenció la crisis de 2008.
“Las fuerzas progresistas deben plantearse cómo el poder
público puede hacerse con el control del sistema financiero”, asegura durante
esta entrevista en un café de París. Diez años después del inicio de la gran
recesión, Durand analiza los principales cambios que se han producido en el
sistema financiero en la última década, la amenaza de una nueva crisis y cómo
las izquierdas pueden hacer frente al rol dominante de los mercados.
Han pasado diez años
desde el inicio de la crisis financiera de 2008. ¿Cuáles son los principales cambios
que se han producido en el sistema financiero?
El cambio más significativo es que se está produciendo una
concentración creciente del sistema. Tras el estallido de la crisis, los
dirigentes políticos nos anunciaron que terminarían con la idea del too big to
fail (demasiado grande para derrumbarse). Querían evitar la capacidad de las
grandes entidades bancarias para chantajear a los poderes públicos para que
estos garanticen su rescate. Pero ha sucedido todo lo contrario. La abundancia
de liquidez, favorecida por las políticas expansivas de los bancos centrales, y
los aumentos justificados de reservas exigidas a los bancos han favorecido un
proceso de concentración bancaria.
En su contribución en
el libro, Penser la monnaie et la finance avec Marx, asegura que “las crisis
tienen una función positiva de saneamiento del sistema financiero”. ¿Se produjo
este saneamiento en el caso de 2008?
No se produjo, ya que la ayuda de los bancos centrales y los
Estados sirvió para preservar el sistema financiero y una serie de malas
prácticas. Las entidades bancarias siguen funcionando prácticamente de la misma
forma que antes de 2008. Unas condiciones que, en circunstancias normales,
favorecerían que se produjera un colapso. Con esto no quiero decir que hubieran
tenido que dejar caer el sistema financiero. Pero, al no haberse solucionado la
crisis precedente, aumenta las posibilidades de que se produzca una nueva
recesión.
¿Se está gestando una
nueva crisis financiera?
Los niveles de deuda no han disminuido, sino que vuelven a
incrementarse. Las cotizaciones bursátiles ya se encuentran por encima de los
niveles de 2008. En cambio, la recuperación económica sigue siendo débil,
especialmente en Europa. Además, el rol intervencionista de la Reserva Federal
estadounidense y del Banco Central Europeo están teniendo efectos
desestabilizadores en los países del sur. Tanto la crisis en Turquía,
Argentina, o la que probablemente se producirá en India, están relacionadas con
el desplazamiento de las crisis. Así lo describe el geógrafo marxista David
Harvey. Observamos un desplazamiento de las crisis desde el sector financiero e
inmobiliario a los bancos centrales, primero, y ahora también a los países del
sur.
¿Las turbulencias
económicas en Argentina o Turquía son el precedente de una nueva crisis
financiera mundial?
No me atrevería a predecir exactamente cuándo se va a
producir una nueva crisis financiera. Pero las turbulencias de Argentina y
Turquía están relacionadas con las fugas masivas de capitales que se han ido
produciendo durante los últimos años. Estas estuvieron vinculadas, asimismo,
con la gran liquidez que introdujeron en el mundo las políticas expansivas de
los bancos centrales, que ahora están echando marcha atrás con el aumento de
los tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense.
Usted comparte la
teoría del aplazamiento constante de la crisis formulada por el economista
alemán Wolfgang Streeck en su obra Comprando tiempo. La crisis pospuesta del
capitalismo democrático…
Sí, como explica Streeck, la inflación sirvió para ganar tiempo
ante las crisis del petróleo. Después se produjo el incremento de la deuda
privada. Con la crisis de 2008, fueron el sector público y los bancos centrales
los que asumieron esta deuda privada. Así permitieron ganar tiempo al
capitalismo.
¿Hasta cuándo puede
durar esta capacidad del capitalismo para aplazar las crisis? ¿El sistema
financiero es suficientemente sólido para resistir?
Tras la gran recesión de 2008, los bancos centrales han
asumido una gran responsabilidad. ¿Pero qué pasará cuando se produzca una nueva
crisis? ¿Los bancos centrales podrán tener el mismo rol salvador introduciendo
liquidez en el sistema? Lo más problemático de esto es que no hay ningún otro
actor más allá de las instituciones monetarias, que podrían quedar debilitadas
en el caso de que se produjera una nueva crisis. Actualmente, la estabilidad
financiera se basa en un capitalismo monopolístico, que es muy vulnerable ya
que se sustenta en una pequeña cúspide.
En una entrevista
para el diario Mediapart, aseguraba que la financiarización no fue la causa
principal de la pérdida de dinamismo del capitalismo contemporáneo. ¿Cuáles
fueron los motivos?
Durante las primeras décadas de la posguerra en Europa y
Estados Unidos, hubo un periodo dorado, en el que el modelo de producción, consumo
y progreso de derechos sociales funcionaron conjuntamente. El crecimiento se
fundamentaba en el aumento de la demanda, incentivado por el incremento de los
salarios. Pero este modelo se debilitó a causa del rechazo del trabajo en
cadena de los obreros y el desarrollo de otros países que promovió la
competencia internacional. Entonces, se produjo, asimismo, una venganza del
capital contra el movimiento obrero, muy organizado hasta ese momento. El éxito
de la revancha del capital se vio reflejado en el aumento explosivo de las
desigualdades, descrito por el economista Thomas Piketty. También en la
debilidad creciente de los sindicatos y en el refuerzo del poder del capital.
Esto rompió con los equilibrios sociales de la postguerra. A partir de entonces,
el consumo necesario para que funcione el modelo capitalista se sustentó en la
deuda. En definitiva, la financiarización no es la causa principal de la
crisis, sino un intento de solucionarla.
¿Qué motivó la
venganza del capital a partir de los años setenta?
Las motivaciones principales fueron que, desde finales de
los sesenta, el capitalismo occidental se vio amenazado por las exigencias de
la población –muy legítimas– para conseguir una mejora de la protección social
y de la calidad de vida en el trabajo. El pánico de las élites dominantes a
principios de los setenta hizo que elaboraran una nueva estrategia. Apostaron
por la financiarización y por un fuerte incremento de los tipos de interés, que
sirviera para reafirmar la centralidad económica de Estados Unidos. También
provocaron una recesión que obligaba a reorganizar las empresas con despidos
masivos, que afectaron sobre todo a las empresas en las que los sindicatos
tenían una mayor presencia. Hubo una verdadera dimensión de clase en las
políticas monetarias y las acciones empresariales adoptadas entonces. Esta idea
está presente en el libro La société ingouvernable. Une généalogie du
libéralisme autoritaire de Grégoire Chamayou, publicado en octubre en Francia.
Las finanzas y la
ingeniería financiera tienen un peso cada vez más importante en el modelo
económico actual. ¿Pero la financiarización crea realmente valor?
No. El valor de un activo financiero depende de la
posibilidad de venderlo a cambio de dinero. Se trata de un valor derivado, que
solo es sostenible mientras haya liquidez en el sistema. Un concepto que
considero clave es el del capital ficticio, que se ha incrementado aún más
desde 2008. A través de los activos financieros, se redistribuyen las futuras
riquezas. Esto permite a los mercados apropiarse del futuro.
Además, esta
financiarización ha favorecido que el sector bancario se haga prácticamente con
el control de la política…
El sistema financiero se basa en la liquidez y, por
consiguiente, en la estabilidad financiera. Durante los últimos años, la agenda
política se ha concentrado en garantizar la estabilidad financiera. Esto fue
especialmente evidente en la gestión de la crisis europea. Los dirigentes
europeos no se dedicaron a encontrar una solución funcional a la crisis, sino a
asegurar el valor financiero. Esto hizo que los servicios públicos y los
sistemas del bienestar se adaptaran a los intereses de los mercados; por
ejemplo, con los planes de reestructuración en Grecia o las políticas de
austeridad en España. Esto sirvió para reafirmar el poder de las finanzas ante
otras formas de soberanía. Al hacer de la estabilidad financiera una prioridad,
permitimos que los mercados determinen el futuro, en lugar de que lo haga la
política.
Pero esta decisión de
favorecer el rol predominante de las finanzas, no sólo ha tenido consecuencias
negativas para el aparato productivo y los derechos sociales, sino también para
la estabilidad de los gobiernos…
En el libro L’illusion du bloc bourgeois de Bruno Amable y
Stefano Palombarini, insisten en la idea de que no existe una base social para
el programa neoliberal. El neoliberalismo se corresponde con el proyecto de las
élites, pero no dispone de un gran apoyo popular. Una consecuencia de esto es
el retroceso de la democracia a través de la imposición de medidas económicas
como los planes de la Troika en Grecia o la adopción de la “regla de oro” (en
España fue aplicada con la modificación exprés del artículo 135 de la
Constitución). Otro efecto es que la esfera política se ha vuelto cada vez más
inestable y difícil de gobernar. Por ejemplo, en el caso de Donald Trump, no sé
cómo terminará su mandato, pero si finalmente logra ser reelegido, no me
extrañaría que los mercados terminen aceptándolo como un buen modelo para
gestionar el descontento”.
¿Cómo afecta el rol
predominante de las finanzas a la economía productiva?
Primero, contribuye a desacelerar el aparato de la economía
productiva, ya que se destina una parte de los recursos de las empresas al
aumento del gasto financiero. También favorece un desigual reparto de los
recursos en beneficio de las rentas más altas, ya que son ellas las que poseen
principalmente los activos financieros y se benefician de ellos. Cuando el
Banco Central interviene para impedir la caída de los bancos, evita su
hundimiento, pero a cambio de esto permite que aumente el valor de sus activos.
Según asegura en su
último libro, “el activismo de los bancos centrales (…) ha permitido mantener a
flote el sistema financiero, pero ha fracasado en impulsar realmente la
economía”. ¿Cómo lo explica?
Entender cómo se ha producido este estancamiento del sistema
productivo es la gran pregunta que nos hacemos ahora los economistas. Algunos
responden que sigue habiendo demasiada deuda pública y privada y que los
mercados están esperando que los agentes se desendeuden para que mejore la
situación. El problema es que ya hay grandes empresas cuya tesorería se
encuentra en una situación excelente, que disponen de una gran liquidez, pero
siguen sin invertir. ¿Cómo se explica esto? Una posible explicación es que no
hay una demanda suficiente.
Pero otra hipótesis más interesante apunta a que estamos
ante una monopolización del capitalismo relacionado con lo que podemos llamar
monopolización intelectual. Actualmente, los grandes grupos controlan los
procesos de producción, tanto en las cadenas de abastecimiento como en las
cadenas globales de valor. También poseen los derechos de propiedad intelectual
y las marcas. Esto garantiza a las grandes empresas que dispongan de grandes
beneficios porque ninguna otra empresa puede competir con ellas. Tampoco les
hace falta invertir porque no se ven amenazadas. Si una empresa como Apple,
cuyo fondo de inversiones dispone de una liquidez de 350.000 millones de
dólares –una cantidad enorme– decide no invertir, es porque no le hace falta o
no encuentra mejores oportunidades.
Aunque la revolución
digital ofrece un gran potencial de desarrollo para la economía productiva, el
modelo actual liderado por los GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y
Microsoft) no parece capaz de aprovechar estas oportunidades. ¿Por qué?
Con la ideología de Silicon Valley, nos prometieron que
Internet serviría para disminuir los costes comerciales y las barreras de
entrada para los emprendedores. Nos dijeron que surgirían numerosas nuevas
empresas y aparecerían nuevas ideas. Pero no se produjo esto. Más bien todo lo
contrario. Ahora vemos que los intangibles, los activos no físicos, no se rigen
por las mismas reglas económicas que los tangibles. Cuando un grupo dispone de
intangibles, puede distribuirlos a una escala inmensa. Esto favorece que las
primeras empresas en entrar en un mercado, la primera en tener una idea, será
la que se hará con el control de ese mercado y tendrá los costes más bajos. Es
lo que sucedió con el caso de Google o Facebook. Esto hace que estas empresas
sean muy rentables. Pueden comprar a sus competidores y no disponen de una gran
necesidad para invertir. Es evidente que no estamos ante la startup nation,
sino ante una nueva era de los monopolios globales o regionales. El capitalismo
se ha vuelto reaccionario.
En su entrevista en
Mediapart, usted defiende que las fuerzas progresistas deberían prepararse para
una próxima crisis financiera. ¿Cómo deberían hacerlo?
Lo que deben plantearse las fuerzas progresistas es cómo el
poder público puede hacerse con el control del sistema financiero. No defiendo
una nueva intervención de los Estados para rescatar los bancos, sino recuperar
un control público y social de los bancos. Debemos debatir y reflexionar sobre
qué modelo bancario queremos. Para democratizar la economía, hay dos aspectos
que me parecen fundamentales, el primero es recuperar ese control de los bancos
y, el segundo, terminar con el dogma de la estabilidad financiera. Hace falta
inestabilidad financiera para reducir el poder de las finanzas para determinar
el futuro.
¿Pero no son las
clases populares las más vulnerables ante la inestabilidad financiera? ¿Cómo
debería producirse esa recuperación del control de las finanzas?
De forma simultánea a la deflación financiera, es necesario
impulsar otros mecanismos para recuperarlo. Hay que volver a poner en el centro
las necesidades de la gente en materia de vivienda, de protección social o de
la tercera edad. Hace falta sustituir el rol central de las finanzas por otras
formas de redistribución. Por ejemplo, en Francia disponemos de un buen ejemplo
con la Seguridad Social. Esta funciona de forma eficaz, es muy poco vulnerable
ante las crisis financieras y sus recursos están controlados por los actores
que participan en ella, tanto privados como públicos.
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