Por Guillem Bou Bauzá
Público.es, 19/01/2019.
Para ejecutar la estafa perfecta hacen falta tres cosas:
- El mecanismo que va a capturar al estafado
- Un sistema judicial obsoleto que no entienda la estafa
- Unos partidos grandes que dependan del estafador
Si todo esto se cumple, la estafa es perfecta, porque atrapa
a mucha gente, no le condenan a uno y, encima, los partidos no legislan para
remediarla ni mucho menos para evitarla de nuevo. En este artículo vamos a
analizar sólo el primer apartado: el mecanismo de la estafa perfecta.
La aversión al
riesgo, un descubrimiento que afecta a su bolsillo
Hace 50 años que dos investigadores, Amos Tversky y Daniel
Kahneman, asombraron al mundo al descubrir un mecanismo sesgado de decisión. Un
error en nuestro cerebro, por decirlo en pocas palabras.
El mecanismo consiste en que no calculamos mal los riesgos
económicos debido al desconocimiento de las matemáticas o las ciencias en
general, sino debido a mecanismos inconscientes. Es decir, existen unos
procesos mentales que nos llevan al error, y que afectan tanto a un ciudadano
de a pie como a un profesional de la inversión.
Un mecanismo particular fue el que se llama aversión al
riesgo, y consiste en que la satisfacción por una ganancia económica siempre es
menor que el desasosiego que conlleva una pérdida. En consecuencia, los
investigadores probaron que los individuos toman decisiones muy equivocadas,
precisamente cegados con la obsesión de evitar la pérdida.
No pasaron ni diez años y las grandes corporaciones, la
banca, los grupos de inversión y todo aquel que pintara algo en economía,
siguió detenidamente la línea de investigación abierta por estos dos
investigadores. La Prospect Theory, viene a ser la vertiente psicológica de la
Teoría de la decisión. Se aplica desde entonces a la economía y afecta a
nuestras vidas. Y los ciudadanos no sólo lo desconocen, sino que encima no
existe ningún marco legal que les proteja de ello.
Un ejemplo de
producto para usted: las tarifas planas
Para comprobar que los usuarios corrientes son las primeras
víctimas de la aversión al riesgo, no hay más que pensar en las tarifas planas.
El mecanismo de engaño que realiza la corporación es simple: la compañía sabe
que usted, por ejemplo, tiene pánico a que el consumo de móvil de su hijos
adolescentes se dispare. Entonces la compañía va a ofrecerle una tarida
supuestamente promedio, e incluso publicitada como ventajosa para usted. La
práctica totalidad de los clientes van a aceptarla por dos motivos: porque
creen en la sinceridad de la compañía y porque la aversión a pagar mucho en un
mes concreto les impide darse cuenta que globalmente la oferta es perjudicial.
Pero lo peor es que, en realidad, no hace falta que la
tarifa plana sea auténtica, es decir, menor a su consumo medio. Porque la
compañía sabe que, desde el momento en que ofrece un producto que elimina
riesgo, la mayoría de usuarios van a contratarlo sin leerse la oferta entera.
Por eso, basta con añadir las excepciones a la tarifa plana (supuestos en que
deja de aplicarse, como por ejemplo al cabo de tres meses) y se sabe que la
gente firmará el contrato. Y a veces no hace falta ni escribirlo en letra
pequeña.
Otro ejemplo: la
inmoralidad de la banca en tiempos de burbuja
Estaremos de acuerdo en que usar un resultado científico,
como es el caso de la aversión a la pérdida, para engañar a sus semejantes es
moralmente más que dudoso. Ahora bien, imagine que se usa, no para colar una
oferta sesgada de unos meses, sino para un producto hipotecario de 40 años.
Cuando a finales de los ochenta empezó la burbuja
inmobiliaria se desató el primer factor psicológico para una tormenta perfecta.
La clase media percibió claramente que, o bien accedía a la propiedad en aquel
momento, o nunca accedería a ella. El miedo a quedarse fuera de los que tenían
un piso en propiedad alimentó la tendencia a la compra, y se popularizó aquella
frase de “mejor comprar que alquilar”, junto con un criterio de decisión
totalmente engañoso: si puedes pagar la letra del primer año, puedes firmar la
hipoteca.
La banca comprobó enseguida que los clientes firmaban
hipotecas fijándose sólo en la cuota del primer mes, dado que lo tomaban como
un indicador del precio de la hipoteca. Por ello desarrollaron productos ad
hocpara facilitar las firmas y reforzaron la idea de “el director de banco es
tu gestor financiero”. La confianza en la banca iba a ser el segundo elemento
necesario para perpetrar en engaño de la aversión al riesgo. Todos los
afectados en la actualidad por desahucios tienen algo en común: todos recuerdan
que confiaron en los consejos del director (a los que, incluso, a veces se
sumaba el notario).
El desarrollo de productos de “cuota de primer año”
(básicamente de cuota creciente y cuota final) fue el primer gran engaño masivo
de la banca hacia los clientes de clase media o media baja. Se vendió con la
estrategia del “tú puedes comprar ahora, porque dentro de poco no podrás ni
alquilar”. Pero para los clientes de clase media o media alta, y especialmente
para los de ingresos regulares (funcionarios, asalariados, pymes con negocios
estables) hacía falta otro tipo de producto financiero. Y aquí la banca se lo
encontró servido en bandeja: los índices de referencia medios.
La estafa perfecta de
4.000 millones de euros
La aparición del Euribor en 1999 alarmó a unos bancos
acostumbrados a cobrar intereses altos. El escenario de préstamos a largo
plazo, a tipos de interés por debajo del 3%, debía evitarse. Y la estrategia de
la aversión a las pérdidas fue nuevamente puesta sobre la mesa, dedicada esta
vez a la clase media.
La comercialización de los tipos medios (los IRPH y los
CECA) se basó en la promesa de estabilidad. Se presentó como un producto que
evitaba el riesgo a pagar demasiado por la hipoteca. Y la clase media, tal como
había predicho la teoría de Tversky y Kahneman, picó masivamente en el anzuelo.
¿A quién se le ocurrió afirmar que los tipos medios eran más
estables que el Euribor cuando no había fundamento para ello? ¿Quién dio la
orden de publicitar que eran tipos que protegían de la subida de los tipos de
interés? ¿Quién convenció incluso a los propios directores de oficina que eran
un producto que evitaba riesgos? ¿Quién siguió usando el argumento de la
estabilidad incluso en el año 2012? ¿Quién indicó que no se informara a los
clientes que, consultada la serie temporal 2000-2010, los irphsno tenían nada
de estables? No hay culpable. Nunca lo habrá. Es la estafa perfecta. No hay
responsabilidad penal. Ni siquiera civil.
Cuesta creer que el marco legal de nuestro país no disponga
de un mecanismo eficiente para proteger al ciudadano de una estafa de miles de
millones de euros. No hace falta que lo busque en nuestro sistema jurídico, no
lo hay. No hay ninguna ley aplicable, y con cierta esperanza de éxito, que le
proteja cuando una gran empresa aplica una estrategia sabedora que le llevará a
contratar un producto o servicio perjudicial. Tan sólo hay alguna tímida
sentencia que, sin que sea la razón fundamental de la estimación, trata el tema
de la publicidad engañosa.
En fin, 4.000 millones de euros estafados sólo con el IRPH.
Y, fíjense por dónde, nadie piensa en las VPO, a las que se les aplicó el
índice derivado del IRPH. Sí, se estafó también a la gente a la que nuestro
estado decía proteger. Muchas familias han sido desahuciadas, porque no han podido
pagar una hipotética “cuota social” o “cuota antisubida” (que son más altas,
curiosamente, que la cuota comercial ordinaria). Cobra entonces vigencia la
antigua sentencia de Jaume Santandreu, que nos muestra el verdadero rostro de
la estafa perfecta: Son millones robados al hambre.
El futuro inmediato:
la estafa perfecta unida al Big Bata
En este país se tardó bastante en legislar sobre la sociedad
de la información. Y, como usted sabe, los cambios se producen con mucha más
rapidez de lo que evoluciona nuestro sistema jurídico. Por otra parte, a los
legisladores les encanta que una ley del año catapum sirva para resolver un
problema actual. Así que, siento decirlo, no están por la labor; al contrario,
se sienten seguros con su “sistema tradicional” (lo cual no es más que otra
variante de la aversión al riesgo).
En conclusión, nuestro marco jurídico está muy desfasado,
especialmente en los delitos económicos o contra los consumidores. No reconoce
la sutileza de los nuevos delitos. En particular los que va a propiciar un
recurso tecnológico, llamado Big Data, combinado con una teoría científica, la
Prospect Theory. Dicho en cristiano:
saber los nuevos errores que va a cometer todo el mundo, saber cómo provocarlos
y saber cómo sacar partido de ello.
Con un Tribunal Supremo que no entiende la protección del
consumidor que establece Europa, con unos políticos para los cuales el estado
de derecho es proteger los símbolos, con unas corporaciones que saben que
pueden campar a sus anchas, ¿cree usted que le espera cierta protección en
nuestro país? Lo malo ya ha venido y lo peor está por llegar. Y no es ciencia
ficción.
No es ciencia ficción desde el momento en que, ahora mismo,
los grandes “partidos empresa”están seleccionando las noticias adecuadas que
aparecerán en su facebook. Si usted, por ejemplo, busca coches de segunda mano,
es un potencial votante de izquierda con medios económicos limitados. Para
desviar su intención de voto, dado que por sus consultas el sistema conoce su
perfil, aparecerán las noticias adecuadas en su pantalla. Todas ellas serán
sobre casos puntuales de supuesto enriquecimiento de líderes de izquierda. O
posible enriquecimiento. O ni supuesto ni posible, sino posiblemente
sospechoso.
Aunque usted no dé crédito, a fuerza de repetir, desarrollará
la sensación de que viven en otro mundo y que, en realidad, no le defienden.
Con poca información, con titulares, con los bulos adecuados, usted odiará a
los únicos políticos que, a la hora de la verdad, le han defendido en Europa
(porque en España no era posible). Está decidido: no les votará.
El párrafo anterior es sólo un ejemplo didáctico. La
realidad es mucho más sutil. La estafa es perfecta.
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