Por Ana I. Bernal
Triviño
Público.es,
16/12/2015.
Suicidios y crisis. Dos palabras que sólo cuando se
pronuncian desatan la polémica. Frente a quienes sostienen que no existe
relación, otros alertan con datos. Un estudio concluía que la tasa de suicidio
creció un 8% desde 2008, con el inicio de la crisis. Otra investigación
apuntaba un aumento de la ansiedad y depresión. Más allá de las cifras, la
realidad pone nombres y apellidos. El paro y las amenazas de desahucio fueron
las causas que minaron la moral de Francisco José. La pobreza y la exclusión
social provocaron que la ansiedad y la depresión se apoderasen de su vida. La
llegada de una carta fue la gota que colmó el vaso. En un callejón sin salida,
Francisco puso punto final.
La casa de Francisco José sigue en silencio, cerrada, sin
venderse. Su familia es testigo e intenta sobrevivir con el peso del recuerdo.
Su ausencia se mastica día tras día, desde que hace casi dos años Francisco se
lanzase al vacío. “Lo llaman suicidio pero es homicidio cuando la estafa
financiera va a por esa persona, creando miedo, depresión y ansiedad”, explica
Nani, desde la impotencia de haber perdido a su hermano. Toda la familia vivía
en Villafranca, Córdoba. De aquel día negro apenas recuerda breves momentos,
pero sí un dolor profundo, sordo y hueco.
Cuando ocurre un suicidio casi nadie quiere hablar. Hay familias
que lo viven como un final a ocultar, aún más cuando la pobreza se cruza en el
camino. Nani quiere recordar a su hermano y su historia como una víctima de la
crisis. Francisco trabajaba en la construcción cuando firmó una hipoteca con
Cajasur. La llegada del paro parte en dos sus proyectos y, con la ayuda del
desempleo, apenas le da para salir hacia delante con su mujer y una hija de
ocho años. Las amenazas de desahucio no tardan en llegar. “Una, y otra, y otra,
y otra…”, recuerda Nani. No tenían fin.
Para intentar saldar esta deuda, Francisco solicitó ampliar
la hipoteca y otra entidad, Ibercaja, le ofrece 22.000 euros, donde su padres
fueron avalistas. “Pero Ibercaja, a espaldas de mi hermano, llega a un acuerdo
con Cajasur: repartirse la vivienda. Ibercaja le concede el préstamo para pagar
a Cajasur. Le dijeron que el desahucio no seguía adelante pero le hicieron
firmar negociaciones falsas bajo notario y ahí fue cuando descubrimos la estafa
entre las dos entidades”.
A pesar del pago, Nani describe que las presiones
continuaron hasta que tuvo que abandonar su vivienda. Ellos suponían que era
una dación en pago, pero Ibercaja continuó con su reclamación de 22.000 euros y
amenazaron a los padres como avalistas. Buscaban a Francisco a través de cartas,
llamadas a altas horas de la noche, en las empresas donde tenía entrevistas de
trabajo o incluso delante de su hija cuando la recogía en el colegio.
En 2011, Francisco ya se autolesionó. En una de las visitas
al banco, una nueva negativa le hizo coger un abrecartas y hacerse un corte en
la yugular. “Estuvo casi una semana en coma, pero salió hacia delante. Después
se hizo activista de la PAH. Siempre se arrepintió de aquello. Tomó conciencia,
pero era una señal de aviso, de ver si servía esa desesperación y de si ese
acto podía acabar con aquel drama”, relata Nani. Pero no fue así, las amenazas
aumentaron.
Con la PAH pudo acceder a una ayuda de alquiler y se mudaron
a Córdoba capital, pero los problemas nunca se iban. Los 400 euros de ayuda
como parado de larga duración se agotaban. El 8 de febrero de 2013 Francisco
regresó a casa después de dejar a su hija en el colegio. Lo siguiente que
recibe Nani es una llamada de teléfono. Francisco había muerto. “El mundo se
para. Se para en seco. El suicidio lo provoca la pobreza. Y lo suyo no fue sólo
un caso de impago. Fue una estafa. Aquel día recibió una carta de Hacienda. Le
reclamaban 400 euros de la venta de la vivienda, cuando el titular de la casa
era Cajasur y mi hermano no había vendido nada. Esa fue la gota que colmó el
vaso.”
Fueron años de dolor y de lucha. De ver cómo las amenazas y
las presiones afectaban a toda la familia. “En un año yo vi un deterioro
tremendo de mi hermano. Todo se le hacía grande. Pero mi padre también tuvo un
infarto con varias recaídas. Mis padres siguen en tratamiento psicológico.
Nadie puede hacerse una idea del estado emocional y mental que crea todo ese
acoso. Es apabullante. Muy complicado de digerir”. Nani reconoce que estos
suicidios se producen porque falla el sistema al completo. Por más gritos de
ayuda que lancen los afectados no encuentran suficiente apoyo. Están
desamparados. Son excluidos sociales. “No puedes seguir tu vida de esa forma.
Te consumen poco a poco, sin motivaciones ni esperanzas. La misma sociedad te
aparta.
Él tuvo el apoyo de Stop Desahucios en su momento, y tenía
que acudir a Cáritas en Villafranca, pero ¿es una ayuda, para tres miembros,
tres litros de leche al mes con una caja de galletas? Todo le machacaba. Perdió
la ilusión incluso por su hija. Había días que ni si quiera quería verla. Esa
niña ha aprendido muy pronto de qué va la vida, ha madurado de golpe, por
desgracia. Mi hermano vivía en un estado depresivo, distante, serio, y quería siempre
quedarse sólo.”
La familia de Francisco José se quedó sin capacidad de
reacción. Nani suma la muerte de su hermano a su reciente separación, por malos
tratos. Y, aún así, coge el timón de la casa y transforma su luto en lucha. Los
primeros días, el caso de Francisco se queda en un cajón, en silencio,
esperando que su muerte pase desapercibida, pero su hermana reabre el caso
porque la deuda permanece. Lo deja todo. Vive de lo que le den sus padres y de
Cáritas y emprende un nuevo camino para honrar la memoria de su hermano. “No
había habido una venta del piso, sólo la entrega. El negocio de los dos bancos
era acordar beneficios para ambos. Como no fue una venta, Ibercaja no tuvo el
beneficio que quería de aquella vivienda, así que aún muerto mi hermano reclamaba
la deuda y yo no me fiaba”, relata Nani, que actúa en cuanto comprueba que el
banco también va a por la pensión de sus padres.
Nani dice que nunca estarán tranquilos. Que nunca olvidarán
lo ocurrido. Que nunca borrarán aquel día.
Ella con su hija se une a los compañeros de Stop Desahucios.
Nunca olvidará cuando intentó convencer a Cajasur de que negociara con Ibercaja
para anular la deuda. “Me dijeron que no conocían el caso de mi hermano, pero
tampoco como cliente. Y, claro, aún menos la muerte que ellos habían ocasionado
de alguna forma. Le planté la foto con la cara de mi hermano sobre la mesa, lo
cogí del brazo y le respondí que si no lo reconocía, lo iba a recordar ahora
mismo. Le propuse subir a la azotea del edificio y que nos íbamos a tirar, como
ellos hicieron con mi hermano, porque sus amenazas lo empujaron”. No hubo
respuesta salvo la indiferencia. A la salida de la entidad estaba Ada Colau,
que aún pertenecía como portavoz de la plataforma.
Pasaron los días de titulares, de noticias sobre su hermano
y su familia se queda en la soledad, sin ayudas y con la carga de la deuda.
Nani se fortalece y emprende el dos de julio una marcha hasta Bruselas, con
seis personas más afectadas, para denunciar la estafa financiera. A la vuelta
de Bruselas todo sigue igual. El círculo se cierra. La única alternativa era ir
a la sede de Ibercaja en Zaragoza. Y allí acude Nani. “También voy a Stop
Desahucios de Zaragoza y, con su apoyo, he conseguido la condonación. Han
pasado casi tres años. Lo firmé el pasado 29 de octubre. Me acordé de mi
hermano mucho ese día. Es como si yo tuviese esa deuda personal con él. Fue una
injusticia grandísima”.
Pero justo después, como activista de la PAH, Nani recuerda
que el caso de su hermano no fue el único. Que hay más víctimas como él, y que
sin ayuda pueden tener el mismo final. “Ocurre cada día, pero eso no sale en
prensa. El problema sigue. Se hizo más conocido con los suicidios, pero cuando
no ocurren, no salen. En próximas fechas tenemos más desahucios, como una
familia de cuatro hijos y en plenas Navidades. Yo ya no creo a los políticos.
Yo hace tiempo que dejé de creer ya en las palabras. Quiero hechos”, afirma con
rotundidad.
Nani mira atrás y le da vértigo. Todo ha sido acelerado. No
sabe de dónde sacó fuerzas durante este tiempo y ahora no puede dejar de ser
activista, de preocuparse por los demás y de denunciar las estafas que esta
crisis ha provocado. “He aprendido a ver la realidad, esa de la que aún la
gente no es consciente. Creen que lo que sale en las redes es lo que ocurre y
eso es la punta del iceberg. Cuando estás aquí compartes momentos con esas
familias, vas a la puerta de un domicilio a parar un desahucio, de recoger a
esos niños que están en la calle y buscarles un techo… Vivir ese día a día es
lo que me mantiene viva”, confiesa. No quiere ser protagonista de esta
historia. Quiere que lo sea su hermano y Stop Desahucios en Zaragoza, porque
sin ellos no existiría esta victoria amarga por las circunstancias. Han
conseguido mucho. Nada menos que evitar ver a sus padres en la calle y seguir
pagando la deuda.
Se han quitado esa angustia, no el dolor. Nani dice que
nunca estarán tranquilos. Que nunca olvidarán lo ocurrido. Que nunca borrarán
aquel día. Jamás dejarán de pensar en su hermano. Tampoco en aquellas cosas que
le recuerdan a él, como los magníficos objetos que tallaba en madera durante
horas, o cuando dibujaba cargado de ilusión. Entre esa nostalgia brota la
melancolía, la rabia, y la impotencia de todo lo que no han podido vivir junto
a él. De la comunión de su hija tres meses después de su muerte. De aquel
camino hasta Bruselas. De la condonación de la deuda.
Cada uno encuentra una manera de pasar el duelo y de
canalizar ese cóctel de sentimientos. Nani localizó la suya: “Mi rabia la saqué
en forma de lucha. Sólo me quedaba tranquila cuando me veía en una acción,
negociando, luchando. Ahora empiezo a asimilar la muerte de mi hermano, no pude
pararme a sentir ni a padecer en esas circunstancias.”
Antes de terminar me recalca un mensaje importante. Que con
este reportaje ella solo quiere que su hermano no quede en el olvido. Tampoco
su muerte. Aún menos, sus circunstancias. Que su hermano no es un número más.
Que tenía nombres. Y apellidos. Como todos los afectados. Y que el paro, la
exclusión social y la codicia fueron sus verdugos.
Disponible en:
http://www.publico.es/sociedad/llaman-suicidio-homicidio-estafa-financiera.html
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