Por Agustí Sala
El Periódico, 28/07/2018.
A día de hoy aún no se conocen
casos de bancos que hayan huído del Reino Unido para evitar un impuesto como el
que el conservador David Cameron estableció en el 2011. El denominado 'bank
levy', un gravamen 'ad-hoc', con el que el Tesoro británico ha recaudado desde
entonces unos 9.000 millones de euros, no ha desertizado la 'City', que se
sepa. Y ya hace siete años que se aplica esta carga creada para recuperar parte
de los costes de rescate del sector y para desincentivar la toma de riesgos
excesivos tras la crisis financiera. Seguro que desagrada a la banca, pero los
riesgos de huída, si los hay, tienen más que ver con el 'brexit' y la pérdida
de ventajas de un mercado sin fronteras que con un tributo que, al final,
acaban repercutiendo a los clientes.
Es verdad que el gravamen, que
recae sobre el pasivo (depósitos) con un valor de más de 22.500 millones de
euros de las entidades autóctonas y extranjeras, se ha ido rebajando, del 0,21%
inicial al 0,17% y caerá hasta el 0,10% en el 2021 y se aplicará solo sobre el
balance del negocio británico de los bancos, en favor de los que tiene mucho
negocio exterior. Pero para compensarlo, Londres se sacó de la manca un recargo
del 8% en el impuesto de sociedades que solo pagan desde el 2016 los bancos con
ganancias de más de 28 millones de euros y por el que tributan unas 200
entidades. En resumen, la banca, en el país que alberga una de las capitales
financieras del mundo, paga ocho puntos más por sus beneficios que el resto de
empresas y carga con una tasa específica, aunque con gravamen decreciente. Y
sobrevive.
La Oficina de Responsabilidad
Fiscal (OBR, por sus siglas en inglés) del Reino Unido, calcula que el 'bank
levy' habrá recaudado entre el ejercicio 2016-2017 y el 2022-2023 unos 15.000
millones de euros, mientras que el recargo en el impuesto de sociedades habrá
sumado 14.000 millones. No llega ni al 1% de la recaudación tributaria total
del país, pero la suma de ambas cantidades equivale, por ejemplo, al
presupuesto anual de la Generalitat. Y, además, entre sus contribuyentes está
la filial de algún gran banco español.
¿A qué vienen, entonces, los
lamentos apocalípticos que las grandes entidades han expresado durante la presentación
de sus resultados esta semana ante la posibilidad de que el Gobierno de Pedro
Sánchez establezca una tasa similar? Recuerda cuando el Gobierno socialista de
José Luis Rodríguez Zapatero prohibió fumar en los bares: "Se cerrarán
miles de locales, se destruirán miles de empleos..." decían en el sector.
Y no sucedió. Tampoco ha pasado en el Reino Unido.
De entrada, a nadie le gustan los
impuestos. Tampoco a quienes, sin más posibilidades de incidir directamente en
la acción de gobierno, solo tenemos las urnas como canal de protesta. Se dice
que la banca siempre gana ¿Se cumplirá el dicho también en esta ocasión?
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