Por Juan Torres López
Contexto.es,
10(06/2018.
Un grupo de economistas vinculados a FEDEA acaba de publicar
una propuesta de financiación de la universidad basada en la concesión de
créditos a estudiantes a semejanza de lo que ya ocurre en otros lugares del
mundo.
FEDEA es una fundación financiada principalmente por la
banca y es lógico que los economistas que trabajan en su seno hagan propuestas
como ésta, que está clara y casi exclusivamente orientada a aumentar el negocio
bancario, es decir, la deuda. La banca no tira el dinero y es legítimo que
financie a quien defiende sus intereses haciendo propuestas que aumentan su
cuenta de resultados. Pero, precisamente por eso, es imprescindible que la
ciudadanía sea consciente de que las “soluciones” que se lanzan como
científicas y objetivas por fundaciones de apariencia neutral no lo son en
realidad, sino que forman parte del negocio de quien financia a sus autores. En
este caso, de la banca, cuyo negocio es sencillamente el de crear deuda
convirtiendo de cualquier manera a los individuos y a las empresas, a la
economía en general, en consumidores compulsivos de crédito.
En 2015 escribí un documento sobre la naturaleza de los
créditos a estudiantes sobre su funcionamiento y sus consecuencias reales en
los países donde han funcionado (incluyendo España). Como la nueva propuesta de
FEDEA pone de nuevo de actualidad el tema voy a resumir a continuación sus
principales conclusiones. Quien desee leer el documento completo, con el
análisis concreto de las experiencias y los datos de donde obtengo mis
conclusiones puede hacerlo aquí: "Los prestamos a estudiantes: una mala vía para
financiar la universidad."
Es cierto que el sistema de préstamos a estudiantes para
financiar los estudios universitarios es complejo, que las diferentes
experiencias son muy diversas y aún es pronto para conocer con total seguridad
cuáles son sus resultados finales. Pero si se analiza con un mínimo de rigor y
objetividad la literatura científica disponible se puede establecer algunas
conclusiones básicas sobre sus resultados en los países en donde se lleva
aplicando algún tiempo.
En primer lugar, hay que señalar que prácticamente en todos
los países donde existen estos préstamos a estudiantes la deuda es creciente y
se alimenta a sí misma (Brown y otros 2015a). Y eso es lo que lleva a pensar
que el sistema es insostenible o que terminará estallando en algún momento,
después de provocar grandes problemas financieros y personales. Según la
Reserva Federal, la deuda estudiantil en Estados Unidos ha pasado de 600.000
millones de dólares a 1,5 billones en la actualidad en solo 10 años. Y algo parecido
viene ocurriendo en Inglaterra y otros países, aunque es verdad que en menor
escala, de momento.
Los análisis de cohortes que se realizan en diversos países
son claros en este sentido (Brown y otros 2015b): los estudiantes terminan
pagando una cantidad considerablemente mayor de la inicial y eso hace que los
impagos se multipliquen. En Estados Unidos, a medida que avanzan las cohortes
aumentan el porcentaje de impagos y el montante de la deuda. La cohorte de 2005
en Estados Unidos tendría que haber desembolsado ya el 90% de su deuda inicial
pero sólo ha pagado el 38%. Y la de 2010 solo ha desembolsado el 9%. Más de la
mitad de la cohorte de 2009 ha dejado de pagar o ve aumentar su deuda.
El porcentaje de impagos aumenta también claramente a medida
que pasa el tiempo. A los cinco años del inicio del reembolso de la deuda, se
había impagado el 21% de los préstamos de la cohorte del año 2005. Pero la
cohorte de 2009 tenía ya un porcentaje de impagos del 26% a los cinco años de
haber empezado el reembolso.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que los préstamos
a estudiantes no se establecen porque se haya demostrado que con ellos se
disponga de una vía más adecuada para financiar la enseñanza universitaria sino
para ahorrar gasto público. Así se ha reconocido explícitamente en algún
documento gubernamental, como en el caso británico (Department for Business,
Innovation and Skills (2011).
Diversos estudios de entidades tan poco sospechosas como el
Banco de la Reserva Federal de Nueva York (Federal Reserve of New York 2014) o
el Banco de Francia (Mistretta-Belna 2014) han reconocido los problemas de todo
tipo que está generando el sistema y el incremento extraordinario de la deuda
que lleva consigo. Y los principales aspectos críticos que se suelen poner de
manifiesto en la literatura científica que ha evaluado el sistema de préstamos
a estudiantes son los siguientes.
– Los préstamos estudiantiles no solo han provocado una
deuda gigantesca que por sí misma es peligrosa, sino que también han afectado negativamente
al consumo y al ahorro de las familias. En Estados Unidos se ha podido
comprobar que existe una fuerte correlación entre este tipo de deuda y la
disminución del consumo y la compra de viviendas o de automóviles, por ejemplo.
– También se ha comprobado que el sistema de préstamos
genera exclusión porque los estudiantes más endeudados tienen además
dificultades añadidas a la hora de acceder a otras vías de financiación, lo que
disminuye sus posibilidades de acceso a nuevas fuentes de rentas.
– La suscripción de préstamos y el aumento de la deuda
estudiantil va de la mano del retraso en la creación de familias. Y también de
la prostitución de miles de estudiantes. Uno de los más grandes portales de
citas y encuentros sexuales incluso tiene una entrada especial con el señuelo
explícito de encontrar financiación para pagar la deuda estudiantil: Say
goodbye to college debt.
– También se ha puesto de relieve que el sistema es muy
dependiente del ciclo económico. En fases de crisis o recesivas aumentan los
impagos y las dificultades para hacerles frente, provocando una dinámica que
refuerza la caída de la actividad.
– Estos préstamos generan problemas financieros tanto si son
asumidos por la banca privada como si no. En el primer caso, los bancos
proceden a titulizarlos (convirtiéndolos en nuevos productos financieros),
generando antes o después, como en Estados Unidos, burbujas o añadiendo
problemas a los que vienen ocasionando la inestabilidad financiera de nuestros
días. Y la deuda también puede terminar vendiéndose en los mercados financieros
aunque el sistema se base en préstamos concedidos por el sector público o con
dinero de los contribuyentes (el gobierno británico reconoció que se lo plantea
y que estudia diversas posibilidades de hacerlo).
– Cuando el sistema de préstamos va acompañado de subidas en
los gastos de escolarización (lo que ha ocurrido casi siempre) se produce, como
en el caso claro del Reino Unido, una disminución de la demanda de estudios
universitarios por razones de renta y, por tanto, inequitativa e ineficiente
pues puede dar lugar a que dispongan de titulaciones no quienes estén más
preparados sino quienes gocen de más recursos familiares.
– El sistema de préstamos se basa en una idea falsa: que
quien se beneficia de la inversión en estudios universitarios es el propio
estudiante. Pero es evidente que eso es cierto solo parcialmente puesto que la
sociedad en su conjunto también se beneficia, y eso es lo que justifica que la
enseñanza universitaria se financie, en todo o al menos en parte, con recursos
públicos.
– Cuando se recurre a préstamos y se establece el principio
de que deben ser los propios individuos quienes asuman la carga financiera de
sus estudios lo que ocurre es que los gobiernos tienen más fácil desentenderse
de su financiación, cuando se ha podido comprobar que ésta es fundamental para
garantizar que el sistema sea eficiente, suficiente y justo y funcione
adecuadamente.
– También se ha podido comprobar que los costes que pueden
llegar a suponerle al Estado (por ejemplo, cuando ha de hacer frente a avales
por impagos o por costes de administración del sistema) pueden encarecerse
tanto que el sistema de préstamos ni siquiera suponga un ahorro de gasto
público respecto al mejor sistema de becas.
– Cuando se toman en cuenta todos los factores que hay que
considerar (coste general, equidad, incentivos, balance de costes y beneficios
sociales...) no está de ningún modo claro, ni se ha podido demostrar que
recurrir a préstamos sea más eficaz, más económico o más equitativo que
proporcionar becas.
– Aunque no sea el tipo de crédito más rentable para la
banca, el sistema siempre supone un negocio para ella, bien como financiadora
directa o porque fideliza clientes o porque le proporciona recursos para generar
nuevos negocios en los mercados financieros.
– La literatura científica suele concluir señalando algunas
condiciones que, en todo caso, parece que son las que deberían darse para que
un sistema de préstamos no genere problemas de ese tipo, o para que sus
inconvenientes no sean mayores que las ventajas. Entre ellas, que sea menos
costoso que el de becas (lo que, como acabamos de señalar, ni siquiera está
asegurado); que haya una buena administración específica del sistema para
demorar sin dificultades los pagos cuando no se puedan hacer por razones
temporales; que la administración fiscal sea fuerte y eficiente, puesto que
conviene que esté vinculada con ésta última; que haya voluntad política de
perseguir a los malos pagadores con capacidad para pagar; que los préstamos se
utilicen en alguna medida como incentivos para determinadas titulaciones; que
no se utilice el sistema como una renta básica disimulada; que el sistema
financiero sea sofisticado y solvente; que no haya elevados niveles de paro; que
se produzcan economías de escala (porque se sabe que el sistema funciona mejor
cuando está más extendido); o que se subsidien los intereses. En otras
circunstancias no solo no se puede asegurar que el sistema sea bueno o mejor
que cualquiera otro, sino que puede inferirse que lo más seguro es que provoque
costes sociales, públicos y personales elevados, problemas financieros y
administrativos graves e incluso consecuencias macroeconómicas muy negativas.
En cualquier caso, y antes de establecer este sistema, se
debe abrir un debate amplio, plural y riguroso sobre las consecuencias de
mercantilizar la educación. Hay que evaluar previamente los costes y beneficios
de todo tipo de este sistema en relación con el de becas. Debe disponerse una
administración específica y de recursos financieros que impidan que aquí se
reproduzcan los males de otros países. Y deberían tenerse en cuenta las
condiciones de entorno (paro, desigualdad de partida, previsiones
económicas...) para evitar que el sistema colapsara incluso antes de haber
llegado a consolidarse.
Pero la propuesta de FEDEA no va por aquí. Es un simple
camino corto para que la banca siga haciendo negocio convirtiendo la economía
española en una bomba de deuda.
La aplicación del sistema en España (sin economía de escala,
sin administración ad hoc, con alto nivel de paro, con paro juvenil elevado que
expresa poco aprecio a los valores de la educación, con un sistema bancario
propicio al riesgo, poco riguroso y con grandes privilegios) puede ser muy
negativo desde todos los puntos de vista. Así se ha podido comprobar incluso
cuando el volumen de préstamos concedidos hasta ahora ha sido bastante bajo.
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