Por Luis Federico
Florio
La vanguardia, 09/05/2016.
Joris Luyendijk, antropólogo y periodista, poco sabía de la
banca y el mundo financiero cuando el Guardian le pidió que sacara adelante una
serie de artículos y reportajes sobre la City de Londres.
Tras dos años de investigación y más de 200 entrevistas con
trabajadores y banqueros de este centro global de las finanzas, las
conclusiones a las que llegó no son demasiado positivas: el error de 2008 se volverá
a repetir, tanto por el desconocimiento de los banqueros como por la
permisividad de la normativa, que no penaliza a los culpables.
Para solucionar los fallos de un sistema preestablecido,
llama a votar y cambiar las reglas de juego. Unas reglas que ahora mismo
permiten que la amoralidad campe a sus anchas en el mundo financiero. Todo ello
lo plasma en ‘Entre tiburones’ (editado por El Hombre del Tres).
¿La banca aprendió
algo del 2008?
Aprendieron que pueden salirse con la suya hagan lo que
hagan. Que los ciudadanos somos idiotas. Y que no importa cuán mal lo hagan,
seguiremos aceptándolo.
¿Nada ha cambiado?
Algo sí ha cambiado. Antes del 2008 pensaban que si
provocaban un crash y multitud de escándalos quizás nos enfadaríamos y los
encarcelaríamos. O que votaríamos a otros políticos. Ahora saben que incluso
haciendo las cosas mal, nada les pasará. Eso es lo que ha cambiado.
La gente tiene la sensación de que hay una ley para
políticos y gente de las finanzas y otra para el ciudadano”
¿Y nadie pagó por
ello?
Los contribuyentes. Los banqueros creen que nunca irán a la
cárcel y que tampoco serán multados. Para ellos el peor escenario es tener que
irse a otro banco. Son intocables. El hecho de que los banqueros vendieran
productos tóxicos y que nadie fuera a la cárcel demuestra que el problema está
a nivel del sistema. Es por eso que el populismo ha avanzado tanto en países
como Francia, Alemania u Holanda: la gente tiene la sensación de que hay una
ley para políticos y gente de las finanzas y otra para el ciudadano de a pie.
¿Por qué se ha
aceptado que nadie pagara por ello?
Creo que no sufrimos el dolor. Si lo hubiéramos hecho
habríamos dicho “nunca más”. A nivel europeo se ha imprimido moneda, se han
llevado los tipos hasta terreno negativo, se ha utilizado mucho dinero del
fondo de pensiones y después de eso le dijimos a los banqueros “Vale, ahora
todo está bien”. Es muy difícil que el sistema cambie si no hay un “shock”,
como ocurrió en Islandia, donde se dejó caer a la banca y se tomaron medidas
contra los que lo causaron.
Dice que no sufrimos
el dolor. En España la crisis ha supuesto ocho años de sufrimiento…
No fue suficiente. Si hubiera sido así la gente no votaría a
los mismos partidos que impusieron este sistema. No conocemos una alternativa
ni tampoco conocemos la solución. Así, todo se vuelve muy difícil.
Hay que tener en cuenta que existe un lobby que permite que
los políticos que han “respetado” las reglas establecidas por el sector
financiero tengan al final de su carrera muy buenos puestos esperándolos en el
sector financiero. Utilizan su carrera política como trampolín al mundo de las
finanzas. Mira a Tony Blair, que ha trabajado para JPMorgan.
Y al revés igual. Mario Draghi (de Goldman Sachs al BCE),
Mario Monti (de Goldman Sachs a ser primer ministro de Italia), Luis de Guindos
(ex Lehman Brothers)… Son los que nos gobiernan.
¿Podemos confiar en
ellos? ¿El sistema político está contaminado en su totalidad?
No podemos confiar en ellos, pero no todo el sistema está
afectado. La próxima vez que vayas a votar deberías preguntarte qué
posibilidades hay de que la persona a la que votas acabe en un banco. No aceptaríamos
que el ministro de medio ambiente al acabar su carrera se fuera a trabajar a
Shell. Pero sí lo aceptamos en el caso de los que manejan nuestras finanzas.
No es que os banqueros sean malvados, son incompetentes”
¿El político siempre
deberá ser político?
No necesariamente, pero hay que tener en cuenta que existen
alternativas a pasar al mundo financiero y hacerse millonario. Trabajar para
ONGs, instituciones…
¿Todo se reduce al
sueldo?
Si todo se reduce al sueldo no te metas en política como la
forma de ganar experiencia para entrar en finanzas.
Existe la posibilidad
de que se “contaminen” una vez en política.
El problema radica en que ni profesores ni intelectuales no
han diseñado una alternativa. En 2008 el sistema estaba a punto de estallar y
le pedimos ayuda a aquellos que lo diseñaron, porque no entendíamos como
funcionaba. No teníamos una alternativa. Y ahora, seis o siete años después,
aún no la tenemos. Los bancos ya se equivocaron con las hipotecas subprime y
luego con el manejo de la crisis griega. Pero nos dijeron “lo sentimos, no
volverá a ocurrir, ¿nos podéis dar unos billones más?” y así vamos hasta que
vuelva a ocurrir.
¿Y cuándo volverá a
ocurrir?
Nadie lo sabe. El problema no es que haya un par de malas
personas gestando una crisis. Es peor, es la posibilidad de provocar el caos.
Lo llamativo del 2008 y de la crisis griega es que fue una sorpresa. De verdad
creo que fue una sorpresa. No es que los banqueros sean malvados, sino que son
incompetentes. El caos supone que afecte a gente que también juega según las
reglas. La gente malvada puede hacer mucho daño en las finanzas, pero gran
parte de lo que provocó la crisis de 2008 fue legal y la gente creía que estaba
haciendo lo correcto. La lección de 2008 es que debemos diseñar un sistema en
el que la estupidez no pueda destruirnos, en el que los bancos puedan quebrar.
¿De quién depende ese
nuevo sistema si no podemos confiar en los políticos?
Hay que votar diferente. Hace 200 años no había un político
que dijera que mujeres y hombres eran iguales. No hasta que en cierto punto
llegó alguien que dijo lo contrario.
¿Los jóvenes deberían
encargarse de sacar adelante esta alternativa?
Sí, sobre todo porque ellos pagan el precio verdadero. Es
increíble la poca resistencia que hay. La gente que se aprovechó del sistema
del crédito barato hace que los jóvenes lo paguen: ellos se educaron gratis,
mientras que ahora los jóvenes pagan precios altos. Compraron casas a precios
bajos, ahora los jóvenes no se lo pueden permitir. Es increíblemente injusto.
Normalmente es la clase media la que lidera el cambio, pero los hijos de la
clase media tienen una vida agradable, no ven el problema. Y si miramos a la
clase trabajadora o a los inmigrantes, que son los que han sufrido, normalmente
no se meten en política.
Entre los jóvenes está faltando solidaridad, igual que falta
solidaridad de los que se aprovecharon del sistema con los jóvenes. Incluso se
quejan de su superficialidad o que son cínicos, pero no se dan cuenta de que
solo por ir a la universidad deberás aceptar un trabajo que no quieres porque
el simple hecho de estudiar supone endeudarse. Eso es lo realmente cínico: los
jóvenes sufren un sistema que no han diseñado y que tampoco han votado.
Bancos demasiado grandes, leyes y moralidad
En el libro sostiene
que un banco “demasiado grande para caer” es uno “demasiado grande para
existir”. Tanto el BCE como el FMI quieren bancos más grandes. ¿Es un error?
Buscan consolidación. No solo creas bancos demasiado grandes
para existir, sino demasiado grandes para gestionar. No se trata simplemente
del riesgo que tomas, sino de saber lo que estás haciendo. Estoy seguro que si
cualquier presidente de una entidad fuera personalmente responsable apostarían
por ser un banco más pequeño y sencillo.
Por otro lado, el sistema financiero ayuda a las grandes
empresas a ser más grandes. Es muy difícil pensar cómo vamos a combinar una
globalización con empresas de tamaño global sin bancos globales. Hay bancos que
son más poderosos que los gobiernos, por lo que democracia y este tipo de
globalización no van de la mano. Nuestra única esperanza es votar.
¿Al sistema bancario
le interesa que no entendamos cómo funciona?
No necesariamente. Lo que ocurre es que los sistemas
funcionan en base a incentivos. Si el incentivo supone vender productos tóxicos
al que se ponga por delante de cara a aumentar tu bonus en lugar de decir “no
le vendas a alguien un producto que nunca comprarías”, las cosas funcionarán
así. Todo radica en el juego de recompensas y penalizaciones. Imagina que al
fútbol le sacasen las tarjetas y el árbitro. Se volvería algo similar a una
batalla campal, porque no hay penalización.
Algunos del mundo de las finanzas son muy darwinistas
sociales (teoría de la supervivencia del más apto). Piensan que si la gente es
tan estúpida como para pedir más dinero, se merecen el castigo.
De la amoralidad a la
temeridad hay un paso. Se lee en el libro que “con el ataque a las Torres
Gemelas, Al Qaeda fracasó estrepitosamente en su intento de destruir la vida
que conocemos, pero el sector financiero casi consiguió hacerlo siete años más
tarde”. ¿Debemos preocuparnos tanto de lo que hacen los banqueros como nos
preocupamos del ISIS?
Incluso más. Al Qaeda o ISIS solo pueden soñar con un
desastre de la magnitud de lo que nos espera si el sistema financiero se
desmorona. Pero hay una diferencia importante, que es la intención. Los
terroristas quieren destruirnos, nos odian, mientras que los banqueros ni se
dan cuenta de lo que hacen ni tienen intención de hacerlo, cosa que me preocupa
más. Si miras los resultados, el sistema financiero es una gran amenaza.
En este sentido, el
libro plantea que la amoralidad, actuar sin diferenciar entre el bien y el mal,
es un principio establecido en la City de Londres. ¿Cómo es posible?
La ley define lo que puedes y no puedes hacer. Simplemente
la aplican, casi de forma robótica. Se actúa por incentivos: si existe una
oportunidad que puedes aprovechar de manera legal, creo que cualquier ser
humano lo hará.
¿Las leyes se
establecieron mal?
Sí. Necesitamos buenas reglas. Y que se apliquen.
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