Por Miguel Ángel Piqueras
Levante-EMV,
15.10.2018.
Que la banca continúe con su desenfrenada política de
reducir al mínimo el número de oficinas, ya no es noticia. La hemos rescatado
con dinero público, de todos, pero ahora nos la devuelven amarga. Desde la
quiebra del gigante financiero Lehman Brothers en 2008 hasta hoy, ya hemos
sufrido muchos atropellos; se han cerrado 2.400 oficinas bancarias en la
Comunidad Valenciana y 231 municipios se han quedado sin cajero automático
(Àpunt, 13/10/2018). Tienen nuestro dinero y lo manejan a su antojo.
En la mañana del 5 de octubre, al acercarme a la oficina de
CaixaBank en la calle Cid de Puerto de Sagunto, al cajero donde habitualmente
saco a cuentagotas mi dinero, me encuentro con la desagradable sorpresa, no
anunciada previamente, de la oficina clausurada, a cal y canto, con
premeditación y alevosía. Únicamente, en la puerta de acceso un pequeño cartel
indicaba: «Oficina inactiva por integración». Se te queda cara de tonto.
¿Alguien lo entiende? Yo no. Debe ser lenguaje bancario, no apto para
ignorantes, como las preferentes. Una forma muy sutil, pero desafortunada, de
decir que la oficina ha sido clausurada indefinidamente. Y desde luego, no por
falta de actividad.
No dudo que CaixaBank habrá informado oportunamente a sus
clientes –con eso se han quedado-, pero desde luego el contratiempo y desagrado
que nos ha producido a todos, clientes y usuarios, han sido mayúsculos. A la
banca poco le importa el perjuicio que pueda ocasionar a los pequeños
ahorradores, al pequeño comercio; solo piensa en nuestro dinero y en tenernos
cautivos de sus tejemanejes. En este caso, la desatención y falta de respeto a
los usuarios coloca a CaixaBank en una posición ínfima.
Para nuestro pesar, no nos queda el consuelo de cambiarnos
de entidad bancaria, no sea que a la vuelta de la esquina nos ocurra lo mismo.
Señores y señoras directivos de CaixaBank, menos alardear de
obra social, menos eslóganes publicitarios del tipo «Nuestro mayor sueño es que
ella cumpla el suyo», «Cambiamos presentes, construimos futuros», para hacernos
llorar, y hagan obra social acercando sus servicios a los ciudadanos,
especialmente a los mayores, que cada vez encuentran más dificultades para
retirar su pensión, con la que atender sus necesidades cotidianas. Ya basta de
atropellos y atiendan a sus clientes como se merecen, no como un número más en
su cuenta de pasivo.
En unos años, no muy lejanos, desaparecerá el dinero
metálico, de bolsillo, todo el dinero será virtual, solo necesitaremos un móvil
de última generación –no uno para llamar y recibir mensajes- y muchos APPs, que
nos volverán locos. Y mientras tanto, qué pasará con los millones de usuarios,
muchos de ellos mayores, educados en el dinero de bolsillo, dónde sacarán su
pensión? Los más de 9 millones de pensionistas que hay en el Estado Español, ¿tendrán
que crear su propia banca para tener acceso fácil a su dinero, de tal manera
que no haya ningún barrio, ningún pueblo, sin una oficina o cajero donde
operar? Y dónde están los políticos que en sus proclamas dicen estar por las
personas; qué esperan a proponer medidas para pararle los pies a la banca, que
está convirtiendo en un páramo buena parte del territorio español, cerrando
oficinas en pueblos y barrios a toda prisa. Precisamente, desde la Generalitat
se acaba de anunciar la puesta en marcha de un programa de instalación de
cajeros en todos los municipios que ya no disponen de él, y que pondrá a
disposición de la banca. Ya tardan.
(Nota de Carlos Javier Bugallo:El problema de la exclusión financiera es grave).
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