Diario El
País, 28/07/2013.
"Un, dos, tres, ¡fuerte!”.
Levantar la reja del local de la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca (PAH) en Barcelona, cuyo sistema eléctrico
se ha estropeado, ha sido mi acto solidario de hoy. Solidario con su portavoz, Ada Colau,
que quizá no habría podido sola porque pesa un quintal, pero en el fondo
interesado, porque quiero ver dónde opera una de las organizaciones sociales
más activas y exitosas de este país. Superada la prueba, entramos en una amplia
lonja con aires de garaje en la que se reparten unas cuantas mesas con sus
ordenadores y sus sillas de oficina. Todo es espartano y con pinta de segunda
mano, como supongo corresponde a un movimiento de base.
Colau se sienta y, en cuanto
empiezo a preguntar, sale de su boca un discurso tan torrencial que dan ganas
de unirse a la lucha o, si estás en el otro lado de la barricada, de rendirse y
entregarse. Esta barcelonesa de 39 años es la voz pública de muchas personas
que han estado o están a punto de ser desahuciadas de sus hogares por no poder
pagar su deuda con los bancos, y que se han unido para pelear. Su defensa de
acciones tan polémicas como los escraches la ha convertido en favorita de unos
medios y en punching ball de otros. En esperanza blanca de muchos
progresistas… y en bestia negra del Partido Popular, algunos de cuyos
dirigentes no dudaron en relacionarla con el terrorismo en un inútil intento de
mermar su popularidad.
P. ¿Es usted
ETA?
R.
Evidentemente, no. Tener que decirlo demuestra ya el nivel político de nuestro
país y de nuestro Gobierno. Es ridículo.
P. Vayamos
entonces con asuntos más serios. La plataforma de la que es portavoz se
enfrenta a un problema crónico, la vivienda, y a un drama,
los desahucios. ¿Algún país lo está haciendo bien en este terreno?
R. Nadie lo está
haciendo perfecto, pero no hay otro país que lo haga tan mal como España. Es un
ejemplo negativo ante el mundo. Vienen medios de comunicación ultraliberales y
se escandalizan: lo nuestro no se entiende ni desde esa ideología. Si excluyes
a millones de personas del sistema de por vida, generas economía sumergida y
ningún incentivo para retomar la actividad económica.
P. ¿Algún caso
le ha tocado especialmente?
R. Todos,
porque, a diferencia de lo que quiere hacernos creer el PP, no hay unos casos
más graves que otros: en todos hay vulnerabilidad extrema. La pérdida de
vivienda rompe familias y te desestructura emocionalmente. Aunque consigamos
cambiar la ley y resolver los casos que nos están llegando, habrá una
generación traumatizada.
P. ¿Cómo
responde la gente cuando logran parar su desahucio? Responden ya no con
agradecimiento, sino con implicación. Independientemente de lo que consiga de
las Administraciones, la plataforma ya ha ganado. La gente llega con la
autoestima por los suelos, encuentran apoyo y después tienen más ganas de
ayudar a otros. Es un proceso que casi todo el mundo explica como un renacer:
el paso de afectado a activista. Es lo más bonito que he visto en mi vida.
P. ¿No son
responsables los individuos de haberse entrampado al firmar hipotecas enormes?
R. Ellos no
rehúyen su parte de responsabilidad. ¿Qué entendió la gente y qué le explicaron
en el banco cuando firmaba? Que el banco tasaba el piso y decía que valía, por
ejemplo, 300.000 euros, y que por eso a ti te dejaban 250.000, 300.000 o más.
Entonces el banco te decía: “Tranquilo, si no puedes pagar, vendes la vivienda
y no pasa nada”. Ni el banco, ni la inmobiliaria, ni el notario, ni la
Administración pública explicaron que podías perder la vivienda y quedarte con
una deuda de por vida. Si lo hubieran explicado, mucha gente no se habría
hipotecado. Los bancos redactaron contratos plagados de cláusulas abusivas,
engañaron y estafaron. Es increíble que no estén pasando cosas más graves en
este país, es de escándalo.
P. ¿Cómo son sus
negociaciones con las entidades financieras? Porque para ellas esta situación
también es un problema.
R. Es un
problema, pero saben que son rescatados sistemáticamente. Unos se jubilan con
millones de euros o siguen con sueldos millonarios. En España es ministro de
Economía el señor De Guindos, tras ser directivo responsable de unas de las
entidades que han fracasado. El mensaje oficial es que puedes ser un
mafioso, un estafador y hundir la economía de un país, que vas a recibir todo
el reconocimiento institucional. Cuando empezamos a negociar con los bancos
había desprecio y humillación. Pero David está pudiendo con Goliat. Hemos
descubierto su punto débil: la imagen pública. Ponernos delante de sus oficinas
explicando a la gente que entra que ese banco está engañando y estafando les ha
obligado a negociar.
P. ¿Apuesta
usted entonces por su desaparición?
R. No. Sería
infantiloide pensar que no tiene que haber una organización económica. Claro
que tiene que haber algún tipo de banca, o pública o con un control democrático
real, que priorice las necesidades básicas de la población y anteponga la vida
humana y la dignidad sobre cualquier interés particular.
P. ¿Ha sido
siempre tan guerrera?
R. Sí. Siempre
he tenido una inquietud social crítica; si no, no habría estudiado Filosofía,
que no sirve precisamente para tener un trabajo muy bien remunerado.
P. ¿Cuándo se da
cuenta de que quiere convertirse en esa especie de superhéroe social?
R. Superhéroe,
no. El mensaje más importante de la PAH es que la gente sencilla, si se
organiza y se apoyan unos a otros, puede mover montañas, conseguir lo que parecía
imposible. Si se presenta como una cuestión de superhéroes, lanzamos el mensaje
de que es muy complicado, y es falso. Es lo que el poder quiere que creamos.
¿Me preguntaba por mi
implicación personal?
P. Sí, cuándo
empieza.
R. Inquietud la
tenía desde el instituto. Me acuerdo de participar en manifestaciones por la
primera guerra del Golfo. En la universidad participé en el proceso asambleario
con muchos otros. El activismo más fuerte surgió en 2001 con la
antiglobalización. Muchísima gente de muchos colores diferentes salió a la
calle para visibilizar que aquí están mandando unos que no hemos votado nunca:
el FMI, entidades financieras… Poderes nada transparentes que mueven como
marionetas a los Gobiernos a escala planetaria. La mayoría de los que
participamos en esas experiencias dijimos: “Bueno, ¿y ahora qué?
¿Qué hacemos con nuestra vida?”. Porque ahora, cada día hay que luchar contra
la precariedad. Y en el Estado español, uno de los principales factores de
precariedad era la vivienda.
P. Usted vivió
en casas ocupadas. ¿Cuál es su visión de la ocupación? ¿La ve legítima?
R. Por supuesto.
Más que nunca. España es el
país de Europa que más vivienda vacía acumula y, al mismo tiempo, el
que más desahucia. El desalojo por la fuerza por motivos económicos es la peor
vulneración del derecho a la vivienda. Debe ser el último recurso, pero en
España es el primero. Quizá será legal, pero es absolutamente inmoral.
P. Entonces,
¿discute usted la propiedad privada inmobiliaria?
R. Hay que
discutir la forma de tenencia. La gente tiene derecho a acceder a una vivienda
segura, estable e incluso de por vida. Eso se puede hacer de varias maneras:
aquí se ha impulsado solo a través de la propiedad privada, y nos dijeron que
era la manera más estable. Ahora eso es falso: miles de personas no eran
propietarias, sino sobreendeudadas. Y el alquiler no es una alternativa real
porque era ya precario y el PP lo
acaba de precarizar más: ha reducido de cinco a tres años el contrato,
y eso no es una vivienda estable. Hay que exigir otras formas. Primero,
alquiler de calidad y accesible; luego, una propiedad privada que no sea
especulativa.
P. ¿Cómo se ha
ganado la vida en todo este tiempo de activista?
R. He trabajado
en una consultora de comunicación, en producción de televisión, de traductora…
y todos los trabajos eran precarios.
P. Salió hasta
en una serie de televisión, Dos + una.
R. Sí.
P. ¿Lo quiere
olvidar?
R. Sí, porque es
una de las peores cosas que he hecho.
P. ¿Y ahora qué
hace aparte de ser activista?
R. Tengo la
suerte de llevar cinco años en el Observatorio
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Pero no creo que dure
mucho porque depende de la financiación pública.
P. ¿Lleva usted
una vida austera?
R. Necesito poco
para vivir. Tampoco lo veo como una renuncia: no tengo coche, ni propiedades,
ni grandes caprichos.
P. ¿Qué cosas le
llenan entonces?
Soy austera: no tengo coche, ni
propiedades, ni grandes caprichos”
R. He comprobado
que con menos tienes más. Compartir con otros en experiencias como la
plataforma, eso es lo que más me llena. Creo que es mucho mejor, incluso en
términos egoístas. Es mil veces más satisfactorio vivir con menos que no esa
sociedad del consumo que promete felicidad y al final solo hace que te sientas
solo, pobre y desgraciado.
P. No tiene casa
en propiedad, algo que se le ha criticado siendo portavoz de una plataforma de
afectados por las hipotecas.
R. Si hay que
ser esclavo para luchar contra la esclavitud, mal iríamos. No me veo afectada
por la hipoteca, pero sí por la vivienda, y la plataforma, desde el primer día,
defendió el derecho a una vivienda digna, en propiedad o alquiler.
P. ¿En el
altruismo hay una parte de egoísmo?
R. Seguro. El
activismo de miles de personas no se explicaría si no fuera porque es altamente
gratificante. Si fuera solo sacrificio, no habría miles de personas entregadas
a esta causa. El proceso de empoderamiento, de ver que nuestra capacidad de
transformación es mayor de lo que nos habían dicho, produce satisfacción. La
plataforma te da más de lo que tú le das a ella. Eso explica que el movimiento
crezca cada día.
P. Dada su
popularidad, ¿no ha sentido la tentación de cambiar las cosas desde un partido?
R. No. Como
ciudadana, creo que todos tenemos que ocuparnos de renovar nuestras
instituciones democráticas. Claramente ahora son fallidas. Hay unos partidos
plagados de corrupción, cada día más lejos de la ciudadanía, endogámicos,
preocupados de perpetuarse, con falta de transparencia absoluta… Me han
propuesto ser diputada y he dicho que no, porque la plataforma está haciendo
más que cualquier partido. Hemos
impulsado una Iniciativa Legislativa Popular, parado más de 700
desahucios, negociado centenares de daciones en pago y alquileres sociales. A
ver qué estructuras con un montón de dinero y muchísimos cargos están
consiguiendo eso: diría que ninguna.
P. ¿Tienen
futuro los partidos?
R. Como están
ahora, no. Hay que resetearlos. Es posible que haga falta algún tipo de
organización, de representación; no puede ser todo el mundo opinando todo el
rato. Pero se pueden pensar cosas más actuales: Internet permitiría, por
ejemplo, cotas de participación brutales.
P. ¿Le gusta que
le definan como izquierdista?
R. Yo no me
definiría así, sino como demócrata radical y defensora de los derechos humanos.
Es necesaria una democracia, pero una real, no una democracia secuestrada como
la de ahora. Izquierda y derecha han servido durante mucho tiempo, pero yo creo
que ahora hay una mayoría social que no se identifica con esas etiquetas. Los
partidos han machacado su propia imagen: el PSOE se ha cargado la idea de
izquierda en este país. En temas de derechos civiles, de libertades, me
reconozco más con una tradición de izquierdas, pero con la representación
actual no me identifico.
P. ¿Qué balance
hace de los escraches a diputados del PP?
R. Han sido un
acierto. Han generado un debate sobre por qué parece tan excepcional que los
ciudadanos pidan explicaciones a sus representantes. En otras democracias, los
diputados reciben a cualquier ciudadano que quiera poner una queja. Si eso
sucediera aquí, seguramente no habríamos llegado a los escraches.
P. ¿Pero era
necesario hacerlos en domicilios? ¿No es una invasión de la privacidad?
R. Es que lo
otro ya lo habíamos hecho. Nos concentrábamos ante las sedes del PP y del
Congreso, y nos ignoraban sistemáticamente.
P. Eran un
último recurso, entonces.
R. Se trataba de
señalizar que vamos a estar allí donde vayas y no vas a poder no vernos. Y si
es en tu domicilio, en tu domicilio, que a esta gente la están echando de su
casa y nosotros simplemente vamos a la tuya y nos ponemos delante con pancartas
y pegatinas en las que pone “Sí se puede”. No hemos invadido la casa de nadie,
mientras que a la gente le están echando la puerta abajo.
El partido socialista se ha
cargado la idea de izquierda en este país”
P. Ante las
cosas que han dicho sobre usted los dirigentes del PP y sus medios afines, ¿no
ha sentido miedo?
R. Quizá en
algún momento sí, porque hubo días muy duros… Ellos apuntan, y luego saben que
cuando despiertan lo del imaginario terrorista, hay un sector reducido pero muy
radicalizado de la población que puede actuar. He recibido algunas amenazas
bastante fuertes, ya no solo contra mí, sino contra mi familia, que todo el
mundo sabe que es lo que más duele. Pero en realidad miedo, miedo, no he
tenido, porque participo en un colectivo muy amplio en el que todos nos
apoyamos los unos a los otros.
P. Y su entorno
¿cómo lleva que esté ahí, en la diana?
R. Mi compañero
y yo estamos igual de implicados. Los dos impulsamos la plataforma y nos
conocimos en el activismo. Mi vida personal no está separada. Otros familiares
nos apoyan. Ha podido haber momentos incómodos, pero nadie ha tenido ninguna
duda de que estamos haciendo lo que hay que hacer, parafraseando a Rajoy.
P. ¿Cómo
desconecta de todo este lío?
R. Con mi hijo
de dos años. Es la mejor manera, llegas a casa y no te lo tienes que plantear.
Te reclama, juega; si te ve con el teléfono, te lo coge y lo tira.
P. ¿Se puede
conciliar vida laboral, familiar y, encima, la de activista?
R. Se puede. Yo
veo a un montón de gente trabajando en dos empleos para poder llegar a final de
mes, a muchísimas mujeres haciendo muchos más esfuerzos de los que hago yo. Yo
me he llevado a mi hijo a parar desahucios y a manifestaciones con otros niños
de la plataforma. Somos de hecho un movimiento muy familiar donde hay
muchísimos niños que llevamos a nuestras actividades. No separamos una cosa de
la otra. Los niños forman parte de nuestra vida, y que así sea, porque desde
luego su alegría y su energía son la mejor receta contra la crisis.
P. Tras estos
años, ¿cuál sería la mayor enseñanza personal que ha sacado del activismo?
R. Vaya
pregunta. No sé… La idea de que el determinismo es falso. El mensaje oficial es
que no hay nada que hacer, que aunque te muevas no vas a conseguir nada, que
todo lo que te pasa es culpa tuya y te tienes que avergonzar: escóndete, has vivido
por encima de tus posibilidades y eres un fracasado. Ese mensaje
responde a unos intereses. Hay alguien a quien le interesa que tú creas que
estás solo. Cuando empezamos, nuestra primera dificultad no fue el poder de la
banca, sino lo destrozada que estaba la gente. El mayor aprendizaje ha sido
comprobar que las personas con menos recursos, los más hechos polvo, si
encuentran un espacio de solidaridad y se les restituye la dignidad, se
convierten en superhéroes.
(Nota: hemos cambiado el título
del artículo)
Disponible en:
<http://elpais.com/elpais/2013/07/25/eps/1374754845_971730.html>
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