Por Claudi Pérez
Diario El País, 8/07/2013.
Los escépticos y los optimistas
se miran de reojo en Europa. Bruselas y los 17 ministros de Finanzas del
Eurogrupo mostraron este lunes, una vez más, su lado más positivo: acordaron
dar luz verde a las ayudas a Grecia a pesar de los retrasos en las reformas, y
en todo lo demás se congratularon de cómo van las cosas (con toda Europa en
recesión; con más de 26 millones de parados) y metieron bajo la alfombra la
media docena de problemas más acuciantes que se divisan en el horizonte, al
menos hasta las elecciones alemanas del 22 de septiembre, convertidas ya en la
madre de todas las elecciones. El escepticismo, en grado sumo, llegó por parte
del Fondo
Monetario Internacional (FMI): su directora gerente, Christine
Lagarde, exigió a Europa que limpie de una vez su sistema financiero, cinco
años después del inicio de la crisis y tras haber comprometido más de un billón
y medio de euros en la banca. Y reclamó al BCE que active de una vez medidas no
convencionales: que vaya más allá de las meras palabras. En un sensacional revés
a la autocomplacencia europea, Lagarde dejó un augurio venenoso: “El
crecimiento brilla por su ausencia, el paro crece y la incertidumbre es
elevada: la eurozona sigue siendo vulnerable y puede verse sometida a nuevos
episodios de estrés”.
Tras esa declaración de
intenciones, Lagarde se atrevió a mentar la bicha en presencia del presidente
del Eurogrupo, Jeoren Dijsselbloem, y del comisario Olli Rehn: la banca es
el problema. Nadie sabe exactamente cómo están los bancos, pero el FMI se
teme lo peor: “Europa debe reparar de una vez los balances, evaluar la magnitud
de los problemas con un examen creíble de los activos y tener listo un plan
para satisfacer las potenciales necesidades de capital”. Ese examen llegará en
2014, pero no hay —ni por asomo— un plan convincente por si, como se teme, el
BCE detecta un agujero considerable.
Nadie sabe cuánto dinero falta
exactamente: los grandes bancos alemanes, franceses y holandeses se empacharon
de activos tóxicos antes de la crisis, que aún no han salido a la superficie.
España ha acometido una reestructuración formidable, pero el agravamiento de la
recesión hace que los socios alberguen serias dudas todavía sobre qué hay bajo
las alfombras. Y la gestión europea de la crisis no ayuda: “El reto exige una
resupuesta política completa: limpiar el sistema bancario, pero también
completar la unión bancaria de forma rápida, apoyar la demanda desde el punto
de vista fiscal y poner en marcha las reformas estructurales necesarias”.
Europa ha hecho ya todo eso, y a
la vez nada de eso. La unión bancaria está en marcha, pero ha ido rebajando su
ambición por las imposiciones de Berlín. Bruselas ha cambiado la austeridad a
ultranza por el nuevo mantra de las reformas, pero la sospecha es que pocas
cosas han variado en realidad. Y lo más importante: el BCE tiene previsto
realizar un examen exhaustivo de los activos de la banca el año próximo, pero
los socios europeos no han creado un dique de contención suficiente (apenas hay
60.000 millones para la recapitalización directa), y han retrasado y jibarizado
a conciencia el proyecto original.
También hubo un buen revés para
el BCE, que la semana
pasada anunció por enésima vez que hará todo lo necesario, pero que
no acaba de pasar de las musas al teatro: ni activa medidas no convencionales
ni ha conseguido atajar la fragmentación financiera. Lagarde les cantó las
cuarenta a los ministros del Eurogrupo, a quienes presentó un informe demoledor
que se hará público en unos días, pero también dejó un recado para el
Eurobanco: pidió al BCE un papel mucho más activo. El FMI quiere que Fráncfort
ponga en marcha un cambio de política que “ayude a anclar las expectativas
sobre tipos de interés, lo que ahora resulta incluso más necesario por la
incertidumbre del mercado acerca del abandono de las políticas monetarias no
convencionales en EE UU”. El Fondo pide abiertamente más rebajas de tipos
(desde el 0,50% actual) que incluyan tipos negativos para los depósitos de los
bancos para combatir las presiones deflacionarias. Y reclama una nueva
inyección de liquidez a largo plazo que admita incluso activos “específicamente
vinculados a nuevos préstamos a pymes”. También pide al BCE que estudie la
compra de activos financieros privados, como en EE UU y Japón.
Y además, Grecia. La eurozona y
el FMI acordaron un desembolso total de 6.800 millones en nuevas ayudas a
Atenas, dividido en varios tramos y sujetos al
cumplimiento de los recortes y reformas pactados. Pese a las
turbulencias políticas de las últimas semanas, Grecia salva así una nueva bola
de partido. Pero habrá más. Eso es seguro.
(Nota: hemos cambiado el título original del artículo).
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