Por Javier
Morán
Diario La
Nueva España, 7/07/2013.
Los datos en torno al Banco Vaticano se
precipitan e incluso se cruzan fortuitamente con el mal llamado «lobby gay» de
la Iglesia, como acaba de relatar el vaticanista Sandro Magister. El caudal de
datos -desde hace casi cuatro décadas- sobre el Instituto para las Obras de
Religión (IOR) puede causar desconcierto e ideas confusas sobre lo que el
Vaticano hace con su entidad financiera, pero conviene recapitular los sucesos
de los últimos días, que clarifican dónde están los problemas.
1.º) El pícaro eclesiástico. El 28 de junio era
detenido el sacerdote Nunzio Scarano, conocido como «monseñor 500» a causa de
su costumbre de intercambiar billetes de 500 euros por talones al portador. Era
jefe de contabilidad de la Administración
del Patrimonio de la Santa Sede (APSA), el organismo que gerencia el Estado
Vaticano. Además, poseía varias cuentas en el Banco Vaticano. Fue detenido por
organizar la entrada en Italia de 20 millones de euros procedentes de Suiza
para los miembros de una familia de navieros del sur de Italia. Según la juez
que le ha interrogado, Scarano creía poder actuar con impunidad «gracias a sus
relaciones con el Banco Vaticano». Del IOR dice la misma juez que es «el único
instrumento seguro y rápido para operaciones financieras y bancarias que podía
evadir las leyes contra el blanqueo de dinero y la evasión de impuestos».
2.º) Los gestores del secreto. El día 1 de julio
presentaban su dimisión el director y el subdirector del IOR, Paolo Cipriani y
Massimo Tulli, respectivamente. A las pocas horas trascendía que ambos serían
procesados por presuntos delitos de movimiento ilegal de capitales y lavado de dinero, en particular por las
transferencias en el Banco Vaticano de 23 millones de euros durante 2010. Éste
era el resultado de la investigación llevada a cabo por la Procuraduría de Roma
desde 2010, que, no obstante, exonera al ex presidente del IOR, Ettore Gotti
Tedeschi, el hombre que Benedicto XVI puso al frente del Banco Vaticano y que
fue cesado de manera oscura en mayo de 2012, aunque con el visto bueno del
cardenal Bertone. La investigación, no cerrada, dice que Cipriani y Tulli
ocultaron información a Gotti Tedeschi. Sin embargo, su sucesor, Ernst von
Freyberg -nombrado en los últimos días del pontificado de Benedicto XVI, cuando
éste ya había anunciado su renuncia-, declaró al acceder a su cargo que se
fiaría de Cipriani y Tulli. Este dato puede tener consecuencias.
3.º) El paraíso del capital. La investigación del
Procuraduría viene a presentar al IOR como un paraíso fiscal que probablemente
fue usado para el blanqueo de capitales, ya que «no realizó controles
suficientes sobre sus clientes». Particularmente se pone el foco sobre cuentas
de «laicos», ya que gran parte de los depósitos del IOR pertenecen a
congregaciones religiosas o miembros del clero, pero de algún modo se autorizó
la apertura de cuentas a sujetos privados de dudosas intenciones.
4.º) Vaivén de nombramientos. El 3 de julio, el vaticanista
Sandro Magister desvelaba una posible nueva tormenta sobre el IOR. El Papa
Francisco había nombrado el 15 de junio un nuevo prelado del IOR: monseñor
Battista Ricca, diplomático del Vaticano y últimamente director de la Casa
Santa Marta, donde permanece alojado Bergoglio desde su elección. El prelado
del IOR viene a ser el delegado del Papa que trabaja con los dos organismos que
controlan el Banco Vaticano: el Consejo de Supervisión -cinco banqueros- y la
Comisión Cardenalicia -cinco purpurados-. Según Magister, algunos de los
nuncios que se reunieron con el Papa los pasados 21 y 22 de junio le informaron
de que Ricca, siendo nuncio en Montevideo, había cosechado dos etiquetas:
«poder rosa» y «conducta escandalosa». Francisco ha dado credibilidad a dichas
apreciaciones y ahora mismo estaría en el trance de revocar el nombramiento
(salvo que Ricca, que se ha entrevistado detenidamente con el Pontífice, le
convenza de la falsedad de lo dicho sobre él).
Vistos estos cuatro puntos, su síntesis indica lo
siguiente: o bien algún pícaro eclesiástico o bien gestores del Banco Vaticano
han sacado partido de esa especie de Bahamas aposentadas junto a la silla de
Pedro, donde piadosos seglares depositan sus caudales con intenciones poco
rectas y donde errados nombramientos y revocaciones de cargos por parte de los
pontífices o de cardenales acentúan el descontrol. Éste es el estado de la
cuestión. Ahora, las soluciones.
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