Por Vicente Clavero
Diario Público.es,
12/07/2013.
La fiesta que se pegó la banca
durante los años del boom inmobiliario nos está costando a los españoles
sangre, sudor y lágrimas. Y lo peor de todo es que todavía no se sabe el
importe definitivo de la factura que vamos a tener que pagar. De momento,
aquella juerga nos ha salido a razón de 850 euros por barba, contando sólo el
dinero que ya nunca se recuperará y que la Comisión Europea ha cifrado en unos
40.000 millones. Pero el rescate del sector financiero ha exigido que el Estado
ponga a su disposición cinco veces más, 220.000 millones, que –al menos en
parte– corren el riesgo de perderse.
Una porción nada desdeñable del
coste de la reestructuración se ha dedicado cubrir a los compradores de las
entidades intervenidas frente a posibles quebrantos ocultos. El mecanismo
creado para ello se llama Esquema de Protección de Activos (EPA) y ha requerido
hasta ahora 28.000 millones de euros. Pero hay que tener en cuenta que en manos
del FROB siguen aún las entidades más grandes (Bankia, Catalunya Bank,
NovaCaixaGalicia), cuyos futuros dueños también querrán garantías fehacientes
de que no se verán obligados a apechugar en solitario con los fallidos
imprevistos.
A fin de cuentas, la EPA es un
auténtico chollo para los compradores, que están disfrutando la posibilidad de
crecer mediante la absorción de las entidades más castigadas por la crisis –en
su inmensa mayoría, antiguas cajas de ahorros– y prácticamente a gastos pagados.
Por este ventajoso procedimiento, el Sabadell se ha quedado con la CAM; el
BBVA, con Unim; CaixaBank, con el Banco de Valencia; Liberbank, con Caja
Castilla La Mancha, y Kutxabank, con Cajasur. Si la operación sale bien, mejor
para ellos y, si no, los contribuyentes tendremos que rascarnos el bolsillo una
vez más.
Otra amenaza es que la Sareb –el
banco malo– finalmente no pueda recuperar los 48.000 millones de euros que
lleva invertidos en activos tóxicos de la banca. Tiene quince años para hacerlo,
pero el futuro del mercado inmobiliario es tan incierto que nadie está en
condiciones de asegurar, a día de hoy, que para el Estado vaya a ser un buen
negocio. Una prueba de las dudas que la Sareb suscita es el trabajo que ha
costado captar socios dispuestos a jugarse su dinero y la irreductible negativa
del BBVA a entrar en el capital, pese a las fuertes presiones del Gobierno.
Queda, en fin, otra incógnita: si
las entidades serán capaces de hacer frente a toda la deuda que han puesto en
circulación con el aval del Tesoro Público, y cuyo saldo vivo ronda actualmente
los 65.000 millones de euros. Es poco probable que esa cantidad se pierda,
salvo que ocurra una hecatombe todavía mayor de la que ahora sufrimos. Pero con
una economía como la española, donde cada día hay menos gente con trabajo y los
que trabajan cobran menos cada vez, puede suceder cualquier cosa y, por lo
tanto, el peligro de que algunos bancos no cumplan sus obligaciones existe.
Por todo ello, los 40.000
millones de euros que hemos enterrado ya para salvar el sistema financiero son
sólo una parte de lo que esta maldita broma es posible que nos cueste al final,
a nada que se tuerzan las cosas. Y, mientras tanto, los bancos siguen sin
permitir que fluya el crédito y –lo que resulta más irritante si cabe–
continúan haciendo gala de su arrogancia habitual con quienes hemos evitado que
variois de ellos se vayan al garete para siempre.
Disponible en:
<http://blogs.publico.es/aqui-no-se-fia/2013/07/12/la-interminable-factura-del-rescate-de-la-banca/>
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