Editorial de El País,
20/09/2014.
La cicatería con la que los
bancos europeos han acudido a la primera subasta del Banco Central Europeo
(BCE) para captar dinero barato condicionado a la concesión de préstamos supone
una sorpresa relativa. Los mercados llevan meses actuando con la convicción de
que existe un exceso de oferta de liquidez y que el problema de la financiación
empresarial (sobre todo de las empresas pequeñas y medianas) radica en la
debilidad de la economía europea y en las reticencias de la banca a normalizar
el crédito antes de que se conozcan los resultados de los test de solvencia y
resistencia, que podrían cambiar las condiciones regulatorias de la banca.
Existen además otras dos razones
de peso que explican la escasa fluidez del crédito. Los bancos pueden acudir
perfectamente a la subasta de diciembre (la segunda) conociendo los resultados
de los test; y, por otra parte, la morosidad crediticia vuelve a aumentar en
España, a pesar de los cambios de método y cálculo y de la mejora estadística
de algunos parámetros económicos. La presión de los créditos dudosos sobre los
balances bancarios sigue siendo muy elevada y la hipótesis más probable es que
el crédito se vaya recuperando al mismo ritmo que el crecimiento de la
economía.
Como se ha repetido en varias
ocasiones, la ausencia de crédito pone en peligro la recuperación, sobre todo
en España, donde dominan las pequeñas y medianas empresas que dependen de la
financiación bancaria. Pero con su programa de subastas el BCE pretendía cubrir
otro flanco, el de la amenaza deflacionista, que quedará amenazado si la
demanda de liquidez no aumenta. La baja inflación es una señal muy grave para
la economía del euro; el BCE lo reconoce desde el momento en que pone en marcha
el programa de subastas. Tan grave que si las próximas decepcionan las
expectativas, al Banco sólo le quedará un remedio: medidas excepcionales de
compra de deuda.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario