Por Belén Carreño
El Diario.es, 10/09/2014.
Hay dos ciudades Santander que
amanecen hoy sombrías. Una está arropada por una de las mejores bahías de
España. La otra, a cientos de kilómetros del mar, en Boadilla del Monte
(Madrid) es la ciudad de los olivos. Un árbol que con mucha dificultad podría
haber sobrevivido a los aires cántabros. Ambas lloran la muerte de Emilio
Botín, su alma mater y clave para entender su historia.
Botín falleció el 10 de
septiembre repentinamente habiendo pactado una sucesión ordenada. El banquero
no tenía intención de retirarse pero le sobraba prudencia para haber forjado
desde hacía años la carrera a su propia sucesión. Su primogénita sería su
heredera. La meritocracia en las cotizadas españolas sigue anclada en este tipo
de tradiciones que a los británicos, uno de los mercados más importantes para
Santander, siguen sin entender.
Los que conocían a don Emilio, y
conocen algo, aunque menos a Ana Patricia, aseguran que la sucesión será
totalmente continuista. No se hereda solo el apellido, ni siquiera se hereda un
banco. La nueva presidenta de la mayor entidad financiera del euro comparte una
forma de pensar y de actuar muy similar a su padre. Su precipitado nombramiento
de urgencia garantiza a los inversores que los negocios siguen como siempre.
De ser
así, a Ana Patricia le corresponde ahora estar al lado del poder. Esta era una
de las principales y más singulares características de su padre. “Fue el último
en defender a Zapatero y el primero en halagar a Rajoy”, resume Miguel Ángel
Revilla, expresidente de Cantabria y amigo del banquero. “Fue una persona que
estuvo con el poder, como estuvo su padre, uno de los pocos banqueros que apoyó
a Felipe González”, recuerda el político cántabro.
Botín sería “de derechas porque
era banquero”, dice su paisano pero su apoyo al Gobierno de cualquier color era
incondicional. Su preferencia por el rojo se circunscribía a los colores
corporativos. Y en parte, en buena parte, al que se ostenta en las dos franjas
de la bandera de España.
Aunque Botín prácticamente no se
ha dejado ver con Rajoy (o viceversa), el banquero ha acudido presto a las
llamadas de auxilio que se han hecho desde Moncloa. La primera, invertir, a
fondo perdido, cien millones de euros en la salida a bolsa de Bankia. La
pilotaba su amigo, y varias veces consejero, Rodrigo Rato. También acudió de
nuevo al rescate del Ejecutivo en su aventura para crear el banco malo. Dos
aventuras en las que se negó a participar BBVA y don Emilio dejó claro su
compromiso irrenunciable con España.
En esta línea, una de las últimas
preocupaciones política de Botín era la independencia de Catalunya. No especialmente
proclive a los exabruptos políticos en público, Botín se alineó con las tesis
del Tribunal Constitucional y defendió la ilegalidad de la independencia en
plena Junta de Accionistas. España no se podía romper para don Emilio.
Fuentes próximas a gobiernos
anteriores aseguran que no era Botín uno de esos empresarios que llamaba a La
Moncloa para pedir favores como otros del Ibex 35 que sí lo hacen. Llevaba años
ocupado en la expansión exterior de la entidad financiera y su preocupación ha
sido que la imagen del país le acompañara. Pero cuando tuvo que levantar el
teléfono, no le tembló el pulso. El favor más relevante, el último que concedió
José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno, fue el indulto al consejero
delegado de la entidad, Alfredo Sáenz.
El consejo de ministros que selló
aquel perdón del Ejecutivo al banquero corrupto no fue unánime. Dos ministras
se levantaron de la mesa y se negaron a firmar el decreto: Rosa Aguilar,
ministra de Medio Ambiente, y Carme Chacón, ministra de Defensa.
Dicen sus allegados que Zapatero
se sintió obligado a acceder al indulto por el apoyo que Botín le había
mostrado durante los primeros años de la crisis. Un quid pro quo que
para muchos resultó en un 'dónde vas' a Zapatero y que pocos
progresistas perdonan al expresidente.
El último presidente socialista
estaba convencido de que el Partido Popular no le concedería el indulto a Sáenz
como castigo al apoyo del cántabro a sus ocho años de Gobierno. Puede que no
estuviera muy equivocado. Aunque la relación con el Gobierno conservador ha
sido buena, lo cierto es que por la presión pública o por venganza, Rajoy sí
dejó caer a Sáenz.
Atrapado por el nuevo código de
conducta que Economía reescribió para evitar los desmanes de las cajas, Sáenz
tuvo que dimitir y con él, casi por primera vez, se resquebrajó el poder
omnímodo del banquero.
Pocas empresas pueden presumir de
que su primer y segundo espada han bautizado sendas doctrinas judiciales. Botín
creó su propia historia jurídica al lograr zafarse de la Justicia por el caso
de las cesiones de crédito. Lo que fue un escándalo financiero mayúsculo se
convirtió en una mancha pasada en el currículo del cántabro.
El caso que logró sentar
efímeramente a Botín en el banquillo, lo destapó Ruiz Mateos en 1991. El
empresario levantó la alfombra del supuesto uso de operaciones opacas a efectos
fiscales en varias entidades financieras.
Según trascendió en el curso de
la investigación, Santander realizó 45.000 cesiones de crédito entre 1987 y
1991. En ellas captó unos 400.000 millones de pesetas (2.400 millones de
euros), y los clientes normalizaron su situación con el fisco en
torno a 1996. El juez constató que la cúpula de Santander se organizó para que
el fisco no detectara los nombres de estos clientes.
La defensa de Botín alegó que una
acusación popular sola, sin el apoyo del Ministerio Público, no podía ser
admitida a trámite. Esta opinión fue admitida por el Supremo, y pasó a
conocerse como la doctrina Botín. Saénz, por su parte, pidió que no se
ejecutara su condena hasta que el Constitucional no fallara su recurso, algo
que también se le concedió.
Con esta buena mano con el poder
judicial, los Botín han demostrado seducir a los cuatro poderes, el ejecutivo,
el legislativo, el judicial y el de los medios de comunicación. El banco
cántabro ostenta la propiedad del 5,38% del grupo Prisa. Por no hablar de los
créditos concedidos masivamente al grupo y a otros grandes medios.
Ahora le toca el turno a Ana
Patricia Botín de exhibir estas capacidades negociadoras. Por lo pronto,
Santander se enfrenta de nuevo en la Audiencia Nacional a un caso por venta
masiva de un producto poco claro a sus clientes. También tendrá que hacer
olvidar a los contribuyentes españoles que la familia Botín ha atesorado
durante años parte de su patrimonio en Suiza.
Botín sucede a Botín. Y el banco
lo apuesta todo de nuevo al rojo. Pero la banca siempre gana porque fija las
reglas del casino.
Disponible en:
http://www.eldiario.es/economia/Emilio-Botin-retrato-poder-rojo_0_301670822.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario