Por Juan Torres
Público.es, 03/09/2014.
Ahora que el escándalo de Jordi
Pujol y familia está en pleno apogeo conviene tener en cuenta que no nos
encontramos ante un caso aislado sino ante una nueva expresión de auténtica
corrupción sistémica.
Hace un par de años se publicó un
libro titulado Oligarquía financiera y poder político en España
(Arresta 2012) escrito por Manuel Puerto Ducet.
A pesar de lo que pueda parecer
por ese título, el autor no es un izquierdista ni un radical dirigente de
Podemos empeñado en hundir la economía española a base de pedir justicia fiscal
y democracia económica. Es un economista que ha trabajado en el banco que
gestionaba inversiones vinculadas a fortunas tan singulares, según declara en
el libro (p. 97), como las del rey Juan Carlos o las del teniente general
golpista Milán del Bosch.
El libro tiene lagunas, como
seguramente sea lógico tratándose de una exposición más bien autobiográfica, y
comete evidentes errores de apreciación (posiblemente por dejarse llevar por
sus preferencias ideológicas a la hora de juzgar a las personas) como los que
le llevan a considerar que Jordi Puyol es un ejemplo de honestidad. Pero, con
independencia de ello, es un testimonio extraordinariamente útil para comprobar
que el problema principal de la economía española esque está dominada por un
puñado de familias que condicionan a su favor todo tipo de decisiones
económicas, y para corroborar también que ese poder se fraguó en la dictadura
franquista. Prácticamente todos los apellidos que hoy día dominan los consejos
de administración de las grandes empresas españolas son los que hicieron
fortunas de la mano sangrienta del dictador, alguno de cuyos ex ministros (como
Sánchez Bella, según el testimonio presencial de Puerto Ducet) “traficaba con
oro, diamantes y piedras preciosas, con una impunidad alarmante y con una
cartera de ilustres clientes que hacían cola en la antesala de su despacho”
mientras que “a ningún comisario de policía se le hubiera ocurrido meter la
mano allí” (p. 110). O cuando los constructores que todavía siguen llenando de
cemento nuestro territorio, o sus padres y abuelos, vendían viviendas a 175.000
pesetas que costaban 30.000 y que tenían una subvención del gobierno de 60.000
(p. 37).
El libro es un testimonio de
primera mano de cómo actúa el “Sanedrín financiero”, según la expresión del
autor del libro, que maneja la economía española imponiendo siempre su voluntad
al gobierno o al Banco de España bajo la batuta todopoderosa de Emilio Botín,
presidente del Banco de Santander y, según el autor de este libro, “de
profesión impune” (p. 17). Un banquero de algunas de cuyas andanzas para
dominar el sector financiero se da cuenta en el libro y que ha sido varias
veces imputado por causas como estafas, enriquecimiento ilícito,
negligencia o mala praxis profesional (p. 126). Y el libro tiene un especial
interés precisamente porque su autor fue directivo de Banif, el banco de
inversión vinculado al de Botín que protagonizó un auténtico corralito abusando
de la confianza de sus clientes y produciéndoles grandes perjuicios económicos.
Una estafa y un corralito posterior que, por cierto, nunca preocupó demasiado a
quienes ahora se empeñan en asegurar que si un partido como Podemos sigue
recolectando votos producirá el hundimiento del sistema financiero.
Y en el libro se muestra además
cómo las estafas y engaños de todo tipo que viene realizando esta oligarquía
financiera se llevan a cabo no solo con la ayuda permanente y más visible
de una gran parte de la clase política , sino también de intelectuales que
dicen realizar análisis independientes y, sobre todo, de los jueces. Dice el
autor, con razón, que “los departamentos de estudios y análisis de la mayoría
de bancos y sociedades no solo se han transformado en coladeros de basura
financiera , sino que actúan como departamentos de cosmética al servicio de
estos subproductos” (p. 67). Y cuenta el libro cómo en España puede ocurrir que
Luis de Usera -que llegó a ser director general del Banco Hispano Americano- y
su colega Antonio Morenés “se asociaran en la Agencia de Valores Usera &
Morenés, falsificando centenares de firmas y utilizando sin su conocimiento los
documentos de identidad de jornaleros gaditanos para hacerse con un paquete de
acciones de Repsol (…) dos fedatarios públicos, como quien no quiere la cosa,
montaron una estafa y sustrajeron la posibilidad de rentabilizar sus ahorros a
medio millar de pequeños accionistas de la petrolera (…) con el paso del tiempo
y cuando la alarma social se había diluido, un juicio de vergüenza y una
condena de compromiso dieron carpetazo al asunto” (p. 128). No en vano, como
señala el propio autor de este libro, en España “las sentencias en firme
falladas en contra de bancos y cajas no superan el 8% del total de querellas”
(p. 194). Y, como es bien sabido, si acaso no hay más remedio que condenar a
algún que otro delincuente financiero y de cuello banco, el indulto vuelve las
aguas de la corrupción a su cauce habitual.
Lo que cuenta este libro, como lo
que estamos ahora conociendo sobre la fortuna de Pujol, no son hechos aislados,
ni simples anécdotas. Este tipo de testimonios muestran que el poder
oligárquico impone que los incentivos, la financiación, el orden institucional
e incluso el discurrir de la vida política se dediquen por entero a alimentar
sus negocios y no a la creación de riqueza y al mejor aprovechamiento de
nuestros recursos o la satisfacción de las necesidades del conjunto de la
sociedad. Es la prueba palpable de que la oligarquía financiera es la responsable
de la gran desigualdad que produce de burbujas constantes, la debilidad de
nuestra industria y la desertización de nuestro aparato productivo. Y loque
demuestra que mientras no se pongo coto a su poder democratizando la economía y
permitiendo que no sea un puñado de viejas y parásitas familias las que decidan
el porvenir de todos no habrá manera de levantar de verdad nuestra economía.
Muchos economistas y
comentaristas políticos dicen ahora que si fuerzas políticas, como Podemos, que
han nacido de la mano de la creciente indignación de la gente tuvieran votos
suficientes para gobernar se produciría un caos porque “los mercados” (es
decir, esa oligarquía financiera con nombres y apellidos) reaccionarían
provocando paro, pobreza y deterioro del clima económico (¡como si los de ahora
fueran buenos!).
Llevan razón. Hay que ser muy
ingenuo para creer que estos grupos de auténticos ladrones financieros que
llevan decenios enriqueciéndose a costa de engañar a los demás y de quedarse
con los recursos públicos se van a quedar quietos, sin más. Pero dar por hecho
que el temor a esa reacción debe llevar a la sumisión y que poner en cuestión
el poder oligárquico es una amenaza para la economía española es como haberle
dicho a los esclavos que se mantuvieran quietos porque si reclamaban la
abolición provocarían una sangrienta reacción de sus amos o a las mujeres que
permanecieran siempre calladas porque, en caso contrario, los hombres cargarían
contra ellas.
La cuestión que se debe plantear
quien tenga un mínimo de dignidad y contemple su existencia con un elemental
sentido ético es otra: sobre qué valores puede descansar una sociedad, qué tipo
de reparto es el que garantiza que los seres humanos seamos realmente iguales
en derechos y posibilidades de realización y, sobre todo, a dónde vamos
realmente si seguimos aceptando que una minoría, por muy poderosa que sea,
imponga su voluntad y sus intereses al resto de la sociedad. Lo demás es
justificar lo que está pasando y darle alas a quienes provocan los males que nos
afligen.
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