Por Miguel Carrión
El Diario.es, 08/09/2018.
Hace diez años, Lehman Brothers
era uno de los cuatro principales bancos de inversión de EEUU. Una semana
después, protagonizaba la bancarrota más sonada de la crisis de las hipotecas
basura. Luego vinieron la gran recesión y la crisis del euro.
Lo extraordinario del caso Lehman
Brothers es que, a pesar de su importancia, se le dejó caer. Seis meses antes
la Reserva Federal americana había engrasado con 30 millones de dólares la
compra por JP Morgan de Bear Stearns, el quinto gran banco de inversión
americano, por el precio simbólico de 2 dólares. Pero la Fed se negó a hacer lo
mismo por Lehman Brothers. Sus potenciales compradores, que eran Barclays y
Bank of America, se retiraron. El resto es historia.
La caída de Lehman Brothers
desató un pánico no sólo en los mercados sino entre las autoridades de EEUU. A
la vez que fallaba Lehman Brothers, Bank of America anunciaba que compraba
Merrill Lynch, el tercer gran banco de inversión americano. Más tarde se supo
que lo hizo presionado por Ben Bernanke y Hank Paulson, entonces presidente de
la Fed y secretario del Tesoro respectivamente. En los días sucesivos las
acciones de los restantes dos grandes bancos de inversión americanos, Morgan
Stanley y Goldman Sachs, sufrieron grandes pérdidas en bolsa. Y entonces
Paulson, que provenía de Goldman, convenció al congreso americano de aprobar un
plan de compra de activos tóxicos por 700.000 millones de dólares, el TARP.
Para ello contó con la inestimable colaboración de Bernanke, que dijo a los
legisladores que o hacían lo que se les pedía o "a lo mejor no tenemos
economía el lunes".
Por sorprendente que pueda
parecer, el hecho es que en el momento de caer Lehman Brothers las autoridades
financieras americanas no tenían poderes para rescatarlo. Lehman Brothers era
un banco de inversión, no una entidad de crédito que captase depósitos, y por
tanto el fondo de garantía de depósitos americano FDIC no tenía autoridad para
intervenir. Mientras Bernanke y Paulson presionaban al congreso americano,
Goldman Sachs y Merrill Lynch se compraron unos banquitos de nada para
convertirse en holdings de entidades de crédito y caer así bajo la protección
de la FDIC. Hasta ese punto se temía por la estabilidad del sistema.
Actualmente las autoridades tanto
en EEUU como en la UE tienen los poderes necesarios para intervenir en todo
tipo de bancos. Se han identificado entidades globalmente sistémicas, a las que
se exige tener mayor capital. Los supervisores exigen a los bancos tener planes
de contingencia (llamados testamentos vitales o 'living wills' en EEUU y planes
de resolución en la UE) para liquidarse ordenadamente en caso de fallar. Así
que parece poco probable que algo parecido a la debacle de Lehman Brothers
pueda volver a suceder. Y, sin embargo, la fatiga por los rescates bancarios a
cargo del erario público vuelve a hacer posible que las autoridades dejen caer
un banco si el sector privado no participa en su rescate. No se puede evitar la
pregunta de qué hubiese pasado el año pasado si Santander se hubiese negado a
comprar Banco Popular por un euro.
¿Puede pasar algo similar de nuevo?
Otra pregunta que se plantea es
si puede ocurrir otra crisis similar. Crisis sistémicas como la que se vivió
hace diez años no suelen pasar con más frecuencia que cada cuarenta años
aproximadamente. Pensemos que las anteriores fueron en las décadas de los años
70 y 30 del siglo pasado. Lo cual no implica que no pueda vivirse una recesión
que no revista la misma gravedad. El economista John Kenneth Galbraith prologó
la segunda edición de su historia del Gran Crash de 1929 con la observación de
que "la memoria sirve el mismo propósito que el regulador bursátil y, como
consta, es más efectiva". La memoria de la crisis de las hipotecas basura
aún perdura.
Y preguntarse si habrá otra
crisis bancaria propagada por bonos sintéticos (CDOs) basados en hipotecas
basura es prepararse para luchar la guerra que empezó hace diez años. En una entrevista esta semana Danièle Nouy,
presidenta del Mecanismo Único de Supervisión, dijo que el mercado inmobiliario
podría causar la próxima crisis, por la sencilla razón de que lo ha hecho en el
pasado. Pero hay otros excesos de crédito, otros mecanismos de propagación, y
otros sectores vulnerables.
Por ejemplo, en EEUU el sector de
los préstamos que se dan dan a empresas ya fuertemente endeudadas, ya excede el
billón de dólares y es más grande en volumen que el mercado de bonos de alta
rentabilidad (también llamados bonos basura). En la zona euro, la encuesta
sobre préstamos bancarios del BCE para el segundo trimestre de este año muestra
que los criterios de concesión de crédito se están relajando tanto en préstamos
a empresas como en crédito al consumo o para vivienda.
Respecto a los mecanismos de
propagación de inestabilidades financieras, las titulaciones y otros bonos
sintéticos adquirieron tan mala reputación con la crisis que el mercado se
colapsó y todavía no se ha recuperado. La UE pretende revivir este mercado con
la idea de animar a que el capital privado fluya a inversión productiva. Para
ello ha legislado un marco de "titulaciones simples, transparentes, y
normalizadas". Pero éste no entra en vigor hasta enero de 2019.
Otro mecanismo de propagación que
jugó un papel relevante en la anterior crisis fue el mercado interbancario -
incluyendo los casos sonados de manipulación de los estándares de mercado Libor
y Euribor. La liquidez en el mercado interbancario se secó con la crisis y no
ha vuelto. Esto es causa y consecuencia de las abundantes inyecciones de
liquidez por parte de los bancos centrales. Pero, aunque el BCE reduzca a cero
sus compras netas de bonos al final de este año, seguirá manteniendo unos 3
billones de euros en su balance. Con semejantes niveles de reservas el mercado
interbancario es casi irrelevante.
Prestar con una mano lo que pido prestado con la otra
El principal mecanismo de
propagación activo actualmente es el mercado llamado de repos, donde entidades
financieras y no financieras, reguladas y no reguladas, intercambian liquidez a
cambio de bonos. Lo que hace peligroso a este mercado como correa de
transmisión es la práctica de prestar con una mano lo que se pide prestado con
la otra, dando lugar a largas cadenas que conectan a gran cantidad de entidades
de todo tipo. En Europa este mercado tiene un tamaño de 6 billones de euros, y
se basa principalmente en bonos de los gobiernos de la zona euro. Cualquier
susto en este mercado, como el que dio Italia en mayo en torno a la formación
del gobierno de coalición entre Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte,
puede resonar a lo largo y ancho del mercado de repos. Una de las reformas
propuestas para la Unión Monetaria, y que Angela Merkel y Emmanuel Macron
incluyeron en su acuerdo de Meseberg en Junio, es introducir cláusulas que
permitan quitas de deuda pública de los estados miembros de la zona euro. Es
más que probable que Italia se oponga, pero la UE juega con fuego si introduce
la posibilidad de quitas en la deuda pública que sustenta 6 billones de repos,
sin introducir un eurobono seguro ni nada que se le parezca.
Y, finalmente, no todas las
crisis financieras tienen que venir por el lado de los bancos. Uno de los
sectores más grandes, más internacionalizados, y más vulnerables al entorno
persistente de bajos tipos de interés, son las aseguradoras. En el caso de los
bancos hizo falta una crisis sistémica para que la UE introdujese la
supervisión y resolución únicas, y todavía no hay una garantía de depósitos
común. No es de extrañar, por tanto, que en el ámbito de los seguros no se haya
avanzado ni en la supervisión única.
Las consecuencias de esto se han
visto recientemente con el caso de una pequeña aseguradora chipriota que, al
quebrar, dejó sin seguros de automóvil a 200.000 personas en Bulgaria.
En resumen, seguirán fallando
bancos individuales, y el caso del Popular indica que aún pueden hacerlo sin
control a pesar de todas las medidas tomadas desde la crisis. Pero hay otras
burbujas de crédito además del ladrillo, otros mecanismos de propagación además
de las titulizaciones, y otros sectores financieros vulnerables además de los
bancos. No caigamos en el error de prepararnos para la guerra pasada.
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