Por Emily Cadman
Finanzas, 21/09/2018.
Tras superar la crisis de 2008
sin apenas un rasguño, para la mayoría de los observadores, los bancos
australianos eran un dechado de virtudes. Nada más lejos de la realidad; o, al
menos, eso opina Jeff Morris, planificador financiero del Commonwealth Bank of
Australia, la mayor entidad crediticia del país. Desde dentro, fue testigo de
una cultura tóxica y obsesionada con las bonificaciones, en la que los
empleados más brillantes falseaban documentos e incitaban a los clientes a
realizar, sin ser plenamente conscientes de ello, inversiones de alto riesgo
que fracasaban con frecuencia. «Presencié cómo se cernían como carroñeros sobre
gente inocente», afirma.
Morris no se quedó de brazos
cruzados: formuló sus acusaciones contra la Comisión Australiana de Valores e
Inversiones en 2008. Después, convencido de que aquellos problemas sistémicos
estaban barriéndose debajo de la alfombra, hizo públicas sus inquietudes en el
año 2013, provocando un enfurecimiento generalizado. Cinco años después, los
anteriormente laureados financieros australianos debían rendir cuentas. En
marzo, el Gobierno inició una investigación de estas irregularidades
financieras que desveló una cadena aparentemente interminable de escándalos,
entre los que se incluían el cobro de servicios a personas ya fallecidas,
engaños a los supervisores, aceptaciones de sobornos e incitación a clientes a
realizar malas inversiones y que, incluso, llegaron a perder sus casas.
Durante la investigación se
identificaron miles de infracciones, algunas de las cuales pueden conducir a la
imposición de sanciones penales. Los líderes de los bancos australianos,
incluido Matt Comyn, presidente del Commonwealth Bank, se deshicieron en
disculpas. No obstante, más allá de los escándalos relativos a la manipulación
de tipos, operaciones de 'front running' con divisas e incumplimientos de la
legislación contra el blanqueo de capitales, los hallazgos de la investigación
marcaron un punto de inflexión para la tolerancia pública y política.
Esta mala praxis de los banqueros
constituyó un elemento fundamental en las elecciones nacionales del año
siguiente; la situación solo podía empeorar. Según un estudio reciente del
Instituto de Gobernanza de Australia, los australianos clasifican el sector
financiero como el menos ético de la economía. «Las instituciones deben pensar
en los efectos de un comportamiento satisfactorio desde el punto de vista
financiero», apunta Fahmi Hosain, exdirector de cultura y gobierno de la
Autoridad Australiana de Regulación Prudencial, supervisora del sector
financiero.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario