Por Sandro Pozzi
El País, 21/02/2014.
La Reserva Federal acaba de
publicar la transcripción de las conversaciones internas que se mantuvieron en
2008, en pleno estallido de la crisis financiera. Revelan detalles clave que
permitirán dar más sentido a lo sucedió en ese periodo crítico, entender la
influencia del sistema financiero en el conjunto de la economía y que servirán,
además, para valorar el legado de Ben Bernanke al frente del banco central y la
visión de su sucesora.
El detalle de
las conversaciones se da a conocer cuando Janet Yellen no lleva ni un mes
presidiendo la autoridad monetaria. La Fed publica la transcripción pasados
cinco años, para dar más transparencia a su labor. Las de 2007 ya mostraron
como creció el escepticismo entre los miembros conforme avanzaba el año y el
mercado hipotecario se hundía. Los nuevos documentos revelan la dificultad que
tuvieron para valorar la gravedad de la crisis.
Los tipos de
interés estaban en el 4,25% al acabar 2007. En la primera reunión de enero se
recortaron al 3,5% y ese mes de nuevo al 3%. Hubo en total siete rebajas
consecutivas, hasta quedar en una banda entre el 0% y el 0,25% en la última
reunión de 2008. Ahí siguen desde entonces y no parece que la Reserva Federal
vaya a tocarlos hasta al menos mediados de 2015.
Las líneas
generales de los debates internos ya se conocieron en las actas que se dan a
conocer a las tres semanas de celebrarse cada reunión. Estos documentos, sin
embargo, revelan también una parte más humana y todo el trabajo de fondo. La
atención se dirigió así directamente a la transcripción del encuentro del 16
septiembre, un día después de que quebrara Lehman Brothers.
Bernanke arrancó
la cita pidiendo permiso para utilizar su propio “bazuca”, haciendo referencia
en concreto a los problemas que estaban teniendo los bancos centrales
internacionales para hacerse con dólares. Se refería a la posibilidad de
prestar dinero sin límites a sus socios. Algunos miembros, como William Dudley,
sin embargo, se mostraron reacios y por eso pidió ir con cuidado.
Yellen,
calificada tradicionalmente como una paloma por su laxitud, consideró en esa
reunión que los tipos deberían quedarse intactos. Pero los documentos muestran
claramente que retó con insistencia a sus colegas sobre la severidad de la
crisis. “El riesgo de un recesión severa y de una crisis de crédito es
inaceptablemente alto”, dijo ya en enero, señalando a los mercados globales.
La primera
reunión del año fue de emergencia. Bernanke habló también entonces de que la
economía estaba “patinando” y admitía que lo que se había hecho no era
suficiente para reducir los riesgos potenciales al crecimiento, que calificó de
“significativos”. Dos meses después tuvo que ser rescatado Bear Stearns. Su
colapso se atribuyó a que los inversores abandonaron la entidad.
Timothy
Geithner, entonces presidente de la Fed de Nueva York, defendió la importancia
de que el banco central ejerciera su función de prestamista de último recurso.
Pero le planteaba un problema salir al rescate de Wall Street, porque eso
podría convertirse en un incentivo o atractivo para que cualquier entidad
acudiera pidiendo ayuda. “Es un equilibrio muy difícil de lograr”, remachó.
Las palabras de
Geithner son de marzo. Tanto la Fed como el Tesoro se negaron seis meses
después a intervenir en Lehman. Pensaron que fue lo correcto, pese a los
problemas que iba a crear en los mercados financieros. James Bullard, de la Fed
de St. Louis, opinó que al negarle los fondos se reestablecía la idea de que el
banco central no iba a estar ahí ayudando en cualquier ocasión.
Sí se salió al
rescate de la asegurado AIG. "Hay críticas de la derecha y de la
izquierda", comentó Bernanke en la reunión de octubre. Como en Lehman, se
pedía que se hubiera dejado caer y que fuera el mercado el que se hiciera
cargo. Pero el presidente señaló que no se podía quitar la red de seguridad a
una "institución crítica en plena crisis financiera y esperar que no fuera
un problema".
Como ya había indicado Yellen en
enero, entonces presidenta de la Fed de San Francisco, la intensidad del
recorte de tipos era la manera de reconocer que se llegaba tarde y de que había
reaccionado muy lenta. Aún así, los miembros se muestran reacios al admitir que
la economía ya se estaba contrayendo a comienzos de 2008, como señaló David
Stockton, el economista del banco.
Bernanke se fió
más bien en ese momento en la evolución de los mercados para justificar el
recorte. El índice S&P500 se dejaba un 16% desde la reunión de diciembre de
2007. "Es un síntoma de la preocupación creciente por la economía y por
los problemas en el mercado de crédito", indicó. Para Wall Street, la
recesión era ya un hecho. "Tenemos que movernos, aunque sea al menos para
reducir el miedo y la incertidumbre", imploró a sus colegas.
La recesión
empezó en EE UU en diciembre de 2007. El problema es que la Fed parecía vivir
en su propia burbuja. Incluso en la reunión de septiembre, los economistas
pensaban que el mercado inmobiliario conseguiría estabilizarse en 2009. Eso
pese a que Yellen insistió en que la economía estaba más débil de lo que se
anticipó. Un detalle. En el encuentro de septiembre se cita 129 veces la
inflación pero solo cinco el término “recesión”.
Ben Bernanke,
como Janet Yellen, tampoco era partidario de reducir tipos en esa reunión de
septiembre. Es más, en otra negación de la gravedad de la crisis, se habló
incluso de que sería un error dejar el precio del dinero tan bajo tanto tiempo
por el riesgo de inflación en el momento de la recuperación. También le
preocupaba las implicaciones en el dólar y las materias primas.
En diciembre,
tres meses después, la Fed no tuvo más remedio que decir que esperaba que “la
recesión sería profunda y prolongada, y que la recuperación sería lenta”. Como
dijo Yellen, el alza en la tasa de paro y su combinación con la vulnerabilidad
del mercado inmobiliario y el financiero planteaba un reto mayor. De nuevo, la
Fed llegaba tarde para prevenir esa espiral.
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