Por Arturo González
Público.es, 14/02/2014.
Dentro de la tónica general de
impunidad reinante, una de las cuestiones, creo yo, que más decepciona a los
ciudadanos honrados es primero la levedad de las penas contra los delincuentes
financieros y ejecutivos bancarios, y segundo el convencimiento de que ni
siquiera cumplirán esas penas entrando en prisión y devolviendo lo afanado con
sus correspondientes intereses y multas. Les suelen pedir cuatro o cinco años
de condena que luego generalmente en las sentencias se reducen a dos, con la
consabida práctica de que con esa pena no se entra en la cárcel. Tú robas en un
piso y te pasas unos cuantos años encerrado y desde el mismo momento del robo
del latrocinio descubierto. Tú robas millones en un banco o en una caja
engañando a clientes o cobrando dietas enriquecedoras o concediéndote
autocréditos jugosos con artilugios y fraudes contables y no entras ni
devuelves lo que te llevaste. Incluso sigues siendo un ciudadano honorable ante
tu familia y amistades y te paseas con la cabeza en alto por la avenida de tu
ciudad. Y por supuesto mantienes tu prejubilación o plan de pensiones
multimillonarias.
El poder legislativo, es decir,
el Parlamento a través del Gobierno, no tiene el menor interés en endurecer las
penas para este tipo de delitos. Y es normal: al fin y al cabo defienden a los
suyos. Porque un directivo de una caja es un rico y uno de los suyos. ¿Cuántos
directivos de Cajas están prisión, cuántos rateros de domicilios a los que
además les pueden pegar un tiro con una recortada? Sí, hay una justicia de
clase, que es preciso cambiar. No digo que se equiparen a los delitos de
sangre, pero sí a los de la inmensa mayoría de los muchísimos presos españoles
existentes con récord europeo. Si el poder político es incapaz de eliminar la
corrupción, al menos debería tener la decencia de agravar los castigos. No por
venganza, sino por equidad. El ingente número de españoles apaleados por las
circunstancias laborales y de todo tipo, que son como una masa clamando en el
infierno de la angustia y la desesperación, no merece que quienes causaron su
desgracia se libren de toda sanción efectiva.
Todo está al revés en el mundo de
la justicia. En todos los órdenes. Si Botín, Florentino Pérez, Villar Mir, Del
Rivero, José Manuel Lara y demás capitostes de la riqueza llegaran huidos,
hambrientos y a nado a las costas de un imaginario país muriendo quince de
ellos, y las fuerzas de seguridad de ese país los recibieran a tiros aun de fogueo
y les impidieran entrar, ¿qué les ocurriría al ministro correspondiente y a los
mandos de esas fuerzas? Presidentes de equipos de fútbol, cientos de alcaldes y
ediles, poderosos empresarios, ejecutivos bancarios, bancos buenos bancos
malos, cajas buenas cajas malas, organismos autonómicos corruptos, una epidemia
incontrolada, la ingeniería delictiva no castigada. Tienen a favor toda la
estructura económica, política y social del país, y aún les parece poco;
necesitan delinquir para llevarse más sin que les pase nada. Si, España: los de
arriba y los de abajo.
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