Editorial de El País, 22/02/2014.
El sistema bancario español,
dañado por las quiebras de las cajas de ahorros y salvado gracias a una
aportación pública europea de más de 40.000 millones de euros, está todavía
bajo la tutela lejana del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las autoridades
europeas. La conclusión oficial del rescate bancario no ha mitigado los temores
del FMI, que en su último informe sigue insistiendo en su clásico repertorio
argumental: la banca española ha mejorado, pero sigue sin ofrecer crédito; es
imperativo que los bancos refuercen su capital de primera calidad (core
capital) para que el estado de los balances mejore y vuelvan a conceder
préstamos; la mejora en sus condiciones de capital debe hacerse mediante
emisiones de acciones, aunque el FMI avala también el proyecto de las
autoridades españolas de facilitar la conversión de préstamos en capital.
Pues bien, este mensaje ofrece
una imagen contradictoria que el Fondo tendría que aclarar en el futuro. Es
confuso sostener que el rescate ha concluido al tiempo que se insiste en que
hay que reforzar el core capital. La confusión procede de que puede ser cierto
que la recapitalización está terminada con éxito, pero no por ello se ha
estabilizado el negocio bancario. De hecho, parece estancado. Cualquiera pueda
comprobar que el préstamo no ha vuelto a ser la actividad principal de los
bancos desde que se inició la crisis; que las cuentas de resultados siguen
viviendo de atípicos y que la morosidad está creciendo a demasiada velocidad.
Concretamente afecta ya a casi el 14% de los créditos totales, quizá por el
efecto de la calificación de las refinanciaciones como dudosas; el peso de esta
mora dificulta el retorno del crédito.
La recuperación de la economía es
casi inviable sin el crédito, y parece que los bancos creen a medias las
expectativas de recuperación; por lo menos, no se fían de los proyectos que se
les presentan para su financiación. Arguyen que sí hay dinero para proyectos
viables; el caso es que antes consideraban viables más proyectos que ahora. La
explicación poco tiene que ver con la viabilidad inversora; la causa está sobre
todo en la incertidumbre que planea sobre los balances bancarios por las
pruebas de solvencia y resistencia. Por más recapitalizadas que estén las
entidades, la morosidad sigue siendo una amenaza; y las posibles exigencias
regulatorias después de los tests, un riesgo.
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