Por Vicente Clavero
Público.es, 14/01/2014.
Pese a las ingentes cantidades de
dinero público invertidas en su saneamiento, la banca
sigue sin contribuir a la mejora de la posición exterior de las pequeñas y
medianas empresas españolas. Como consecuencia de la falta de
financiación, todas las ganancias de competitividad han sido a costa,
hasta ahora, de la devaluación interna derivada del progresivo recorte de los
salarios.
Los últimos datos facilitados por
el Banco de España son elocuentes: el saldo vivo del crédito a las
empresas del conjunto de las instituciones financieras ascendía a 1.090.000
millones de euros al cierre del tercer trimestre del año pasado. Es
decir, 212.773 millones menos (un 16%) que en 2010, cuando se desencadenó en la
Unión Europea con toda su crudeza la crisis de la deuda. Si tenemos en cuenta
sólo a los bancos españoles, el panorama resulta todavía más desolador: durante
esos casi cuatro años, el volumen total de préstamos a las empresas disminuyó más
de un 33%. De 895.918 millones de euros en 2010 se pasó a sólo 667.366 millones
en octubre de 2013, sin que se notaran los efectos supuestamente benéficos del
cuantioso rescate bancario.
El crédito de los bancos
españoles ha caído un 33% desde 2010
El poco crédito concedido ha sido
y es bastante caro, como pone de manifiesto el último informe elaborado al
respecto por el Banco Central Europeo con datos de noviembre. Las pequeñas y
medianas empresas españolas que logran acceder a financiación pagan un
tipo de interés medio del 5,19%, superior en 1,47 puntos porcentuales
al que se exige, por ejemplo, en Alemania.
A pesar de que ha bajado
sensiblemente de un tiempo a esta parte hasta volver a niveles de julio de
2010, el coste de financiación en España sigue estando por encima de la media
de la zona euro (4,2%). Sobre la escasez y carestía del crédito en nuestro país
se manifestó ayer, precisamente, el vicepresidente de la Comisión Europea, Olli
Rehn, que expresó su
esperanza de que la situación mejore "a medio plazo".
Más paro, menos salarios
La falta de recursos para
mantener su actividad y emprender nuevos proyectos ha hecho que miles de
empresas opten por meter la tijera a sus costes laborales, aprovechando las
facilidades ofrecidas, sobre todo, por la controvertida reforma de febrero de
2012. Un hecho habla por sí solo: entre los nueve primeros meses de 2010 y el
mismo periodo de 2013, la masa salarial global cayó casi un 10%.
Parte de esa disminución es atribuible, sin duda, a la destrucción de empleo;
pero otra parte nada desdeñable corresponde a la brusca
reducción de sueldos que tantas empresas, en particular medianas y pequeñas,
han acometido. Debido a ello, según el Consejo Empresarial de la
Competitividad, los costes laborales unitarios están actualmente en España un
20% por debajo de la media de la Unión Europea.
Ese organismo, en el que están
representadas las principales empresas del país, prevé que la situación se
acentúe a corto plazo. Cuando concluya el bienio 2013-2014, nuestros
costes laborales habrá sufrido un retroceso adicional del 1,5%, frente
a la subida media del 2,9% esperada en Alemania, Francia e Italia.
Una de las consecuencias del
empobrecimiento de los trabajadores es su pérdida de peso en el
conjunto de la renta nacional: los salarios
equivalen hoy en España a un 45,2% del PIB, frente al 50,4% que representaban a
finales de 2012 en la zona euro. Por el contrario, las rentas
empresariales y del capital alcanzan aquí el 44,8%, mientras que en el conjunto
de los 15 principales países de la Unión Europea apenas sobrepasan el 38%.
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