martes, 21 de enero de 2014

¿Quién teme a la banca pública?


Por Enrique Benítez
El Plural.com, 21/01/2014

El pasado viernes 17 de enero se celebró en Sevilla una interesante Jornada sobre los “Instrumentos públicos para la financiación empresarial”, derivada de la aprobación en diciembre de 2013 en el Parlamento de Andalucía del Dictamen elaborado por el grupo de trabajo creado a finales del año 2012 para estudiar la creación de un Instituto Público de Crédito de ámbito andaluz –que simplificadamente se ha dado en llamar “banca pública”- destinado a corregir en la medida de sus posibilidades la restricción crediticia que asola nuestro país y que afecta muy significativamente a sus pymes, incluyendo a las andaluzas.

El dictamen, que ha contado con el apoyo del PSOE y de IU, no ha sido bien visto por el PP de Andalucía, empeñado en ejercer de sucursal, sin voz ni voto, respecto a las decisiones políticas tomadas en Madrid, bien en la calle Génova, bien en La Moncloa. Desde el rigor, puede parecer gratuito mantener un grupo de trabajo en sede parlamentaria para analizar la posibilidad de constituir una entidad pública de estas características. Pero si analizamos la realidad, los datos y los precedentes, rápidamente caeremos en la cuenta de que se trata de una reflexión oportuna, posible y, lo que es más importante, deseable, en un contexto económico de crisis financiera y de malas prácticas constantes por parte de la banca privada, con efectos colaterales muy dañinos y perjudiciales tanto para el sistema productivo como para la sociedad en su conjunto.

De entrada, hay que acabar con los mitos y los prejuicios. La llamada “banca pública” es un sector boyante, que aglutina a decenas de instituciones serias, profesionales en la gestión de los recursos de que disponen, y rigurosas en su actuación de impulso y fomento de la actividad productiva. Por ejemplo, se puede echar un vistazo a la página web de la Asociación Europea de Bancos Públicos (EAPB son sus siglas en inglés), a la que pertenecen instituciones indiscutibles y que tanto están aportando al desarrollo económico regional como el BEI (Banco Europeo de Inversiones). O, yendo aún más lejos, también los detractores de la banca pública pueden darse un paseo por los liberales Estados Unidos de América y comprobar la vitalidad del Public Banking Institute, una organización que representa a las entidades financieras públicas, que operan en más de veinte estados y que están en alza en el país norteamericano.

Así que quienes quieran opinar con rigor y con independencia, quizás deban primero despojarse de prejuicios y conocer y reconocer la existencia de excelentes ejemplos de banca pública, en todo el mundo occidental, con interesantes e importantes efectos sobre la inversión y la actividad económica.

Un segundo paso a la hora de decidir si merece la pena o no profundizar en la creación de una entidad pública andaluza debe partir del conocimiento real de la situación financiera en España. Después de inyectar al sistema financiero unos 280.000 millones de euros desde el inicio de la crisis, lo cierto es que se ha producido una concentración bancaria sin precedentes, ha disminuido la competencia y, según el último informe del Fondo Monetario Internacional relativo a España, la previsión es que se mantenga la restricción del crédito al menos hasta 2015. Una previsión optimista si valoramos el fuerte y continuado aumento de la morosidad, producto de las erróneas políticas de austeridad y de la reforma laboral llevada a cabo por el Gobierno de España, y que avala la posibilidad de poner en marcha instrumentos públicos de apoyo a las pymes, en cualquiera de sus versiones.

Pero sin lugar a dudas la asignatura pendiente de los enemigos de lo público es el examen exhaustivo de las prácticas que han llevado a cabo en los últimos años los gestores privados de las infalibles instituciones bancarias multinacionales que con tanto ahínco y dedicación defienden desde su pueril neoliberalismo. La lista de malas prácticas, de cuasi delincuencia y de abusos de poder y de autoridad es larga e insultante. Desde el colapso de Lehman Brothers, que ha dado pie a un documental sobre la codicia infinita de los magos de las finanzas, hasta el sobresaliente escándalo de la manipulación del LIBOR, pasando por las multas al conglomerado financiero HSBC por blanqueo de capitales, las sanciones económicas multimillonarias a JP Morgan por amparar al estafador Madoff, y otras muchas corruptelas de menor cuantía, relacionadas con los paraísos fiscales, el mantenimiento del secreto bancario y todo tipo de menudencias que hacen ricos a un puñado de hombres en todo el mundo, representantes en la tierra de la mano invisible del mercado.

De hecho, este conjunto de tropelías y la impresión de que los gigantes financieros están fuera de control han llevado al mismísimo The New York Times a preguntarse en un interesante foro abierto de debate si no puede ser necesario un mayor control público de los grandes conglomerados financieros, uno de cuyos expertos invitados -Gar Alperovitz- incluso aboga por la nacionalización.

Por lo tanto, hay que proponer dos planteamientos con el objetivo de su convergencia. Como se puso de manifiesto en la Jornada auspiciada por la Junta de Andalucía, cualquier institución pública creada para el apoyo financiero al tejido empresarial debe gestionarse con criterios de profesionalidad y de acuerdo con los estándares de gestión financiera y regulación y supervisión bancarias vigentes en el espacio económico europeo. A estas alturas, parece que nadie discute que lo público no puede asociarse nunca más a palabras como “arbitrariedad”, sin que eso suponga una aversión al riesgo tan irracional que haga inoperativa su propia existencia.

Y el otro planteamiento debe consistir en dejar de considerar todo lo privado como superior a lo público, como algo puro, no contaminado, científicamente eficiente. La Historia reciente ha demostrado y sigue demostrando que la codicia privada sigue tan vigorosa como siempre, y que habitualmente es la potencia colectiva de lo público la que suele hacerse cargo de los agujeros negros creados por la codicia ilimitada de ciertas élites privadas. En ese punto de encuentro hay espacio de sobra para un acuerdo que, cuando se produzca, será realmente beneficioso para la economía andaluza, para sus pymes y para su fuerza laboral. Porque de eso se trata, de crecer y de crear empleo, con todos los recursos a nuestro alcance. Con rigor y sin prejuicios, cumpliendo los compromisos de gobierno.

* Enrique Benítez es diputado socialista por Málaga en el Parlamento andaluz

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